Valores Morales

Cuidado del espíritu 

2021-06-09

Ese cuidado del espíritu requiere —para que no quede en algo vago y...

Por Alfonso Aguiló

Todos tenemos un conjunto de verdades y de valores que nos inspiran, unas creencias que dan sentido a nuestra vida; y la gran mayoría de las personas tienen, además, una fe que llena de luz su existencia. En todo caso, siempre hay un espíritu que cultivar, y cuya renovación y cuidado exige una dedicación de tiempo. No son simples ocupaciones —aunque las supongan—, sino sobre todo algo que ha de impregnar por completo nuestra vida. 

Ese cuidado del espíritu requiere —para que no quede en algo vago y genérico— una dedicación periódica de tiempo lo más concreta posible. Un tiempo en el que trabajamos por renovarnos, por refrescarnos, por revisar nuestro compromiso con las verdades que nos inspiran (en el caso de la fe, además, una exigencia de trato personal con quien nos ha creado y a quien debemos todo). Un tiempo importante, ya que no puede olvidarse que las más grandes batallas de nuestra vida se libran cada día en el silencio del alma, y sólo si ganamos esas batallas, si resolvemos bien esos conflictos interiores, obtendremos esa paz y esa satisfacción interior que tanto necesitamos. 

¿Es preciso entonces algún tipo de preparación psicológica para alcanzar la paz con uno mismo? Diría más bien que tendremos esa paz cuando nuestra vida esté en armonía con los principios y valores que la rigen, y cuando esos valores sean acertados. Tener tranquila la conciencia. La conciencia percibe la congruencia o incongruencia de nuestra conducta, y nos invita —si está bien formada— a elevarnos hacia la verdad moral, por la senda de la libertad y la sabiduría. Por eso la formación de la conciencia es tan decisiva para cualquier persona. 

Formar bien la conciencia exige un deseo eficaz de hacerlo —leyendo, pensando, comentando con otras personas— y exige, sobre todo, esforzarse por vivir en armonía con ella. Porque así como el exceso de comida o la falta de ejercicio pueden estropear la buena forma de un atleta, el hecho de actuar en contra de la verdad moral llena de oscuridad nuestra sensibilidad interior y embota nuestra conciencia. 

Hay mucha gente que no se preocupa por formarse porque no tiene mayores aspiraciones: se conforma con su nivel, y le parece que es suficiente para el tipo de problemas que se le plantean. Esas actitudes tan conformistas encierran serios peligros. No luchar por la propia superación equivale a entregarse en brazos de la pasividad, renunciar a muchas realidades a las que estamos llamados y, en consecuencia, arriesgarse a hipotecar seriamente la vida. 

Hay que pensar, además, que algún día, quizá dentro de muchos años o quizá dentro de pocos, nos encontraremos con dificultades mayores que las actuales, o nos sentiremos angustiados ante decisiones, reveses o tentaciones verdaderamente duras. Pero la lucha real por superar esa situación futura está en buena parte aquí y ahora. Con nuestra vida de ahora estamos condicionando en buena parte si el día que lleguen esas dificultades extraordinarias, fracasaremos miserablemente o las superaremos. Es preciso prepararse mediante un proceso constante de mejora personal. 



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