Vuelta al Mundo

Con las protestas, el mundo pudo ver el deseo de libertad de la gente en Cuba

2021-07-14

El desastre se produjo a pesar de la afirmación de Cuba de haber creado dos vacunas de gran...

Editoria | The Washington Post

Durante décadas, el líder cubano Fidel Castro y sus sucesores han gobernado mediante el miedo. Cualquiera que marchara contra el gobierno corría el riesgo de ser arrestado y encarcelado. El domingo, al menos durante unas horas, la gente superó el miedo y recuperó sus calles.

Esta fue una auténtica efusión de ira y frustración en las calles. La escasez generalizada de alimentos y medicinas ha sido la peor desde el colapso soviético y la pérdida de subsidios en la década de 1990. La economía dirigida en Cuba está moribunda y en quiebra, los ingresos del turismo destruidos por la pandemia y las remesas del exterior frenadas por las sanciones de Estados Unidos. La gente busca comida durante horas para encontrar lo suficiente para comer. Los apagones de electricidad se extienden por toda la isla. La semana pasada se produjo un aumento récord en las infecciones por COVID-19. Desde Cárdenas, en la provincia de Matanzas al este de La Habana, se difundieron imágenes impactantes que mostraban a pacientes amontonados en hospitales, algunos acostados sobre bancas en salas de espera, en los pisos de los pasillos o en la calle. Se suponía que la atención médica era un orgullo de la revolución cubana. El desastre se produjo a pesar de la afirmación de Cuba de haber creado dos vacunas de gran eficacia. Solo 15% de la población se ha vacunado por completo. En las redes sociales, el hashtag #SOSMatanzas pronto se convirtió en #SOSCuba, compartido por celebridades y otros, pero cuando otras naciones ofrecieron enviar ayuda humanitaria a las ciudades necesitadas, el gobierno de Cuba la rechazó.

El domingo, la ira estalló en la localidad de San Antonio de los Baños, al sur de La Habana, donde los manifestantes tomaron las calles. Los usuarios de redes sociales rápidamente compartieron videos y las manifestaciones estallaron en otros lugares, algo sin precedentes en un estado policial gobernado por un Partido Comunista con el monopolio de poder que restringe la libertad de expresión y reunión. Las protestas no fueron solo por vacunas y alimentos; también se demandó la libertad política y el fin de la dictadura. Fidel Castro murió en 2016 y su hermano Raúl se retiró de la presidencia en 2018, pero sigue siendo influyente. Su sucesor elegido a dedo, el presidente Miguel Díaz-Canel, reaccionó a las manifestaciones con una matonería predecible, anunciando que estaba enviando ciudadanos “revolucionarios” a las calles para enfrentar a los manifestantes y culpando de todo a Estados Unidos y al embargo comercial estadounidense. Al anochecer, la seguridad del estado de Cuba inició arrestos y palizas y se ralentizó el acceso a Internet.

La revolución de Fidel Castro se ha convertido en una distopía tropical: una isla de tierra fértil donde la gente tiene hambre; una población llena de creatividad y determinación encerrada en una camisa de fuerza política; una dictadura envejecida que se aferra al poder sin legitimidad. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, tuvo razón el lunes al emitir una declaración moderada repitiendo el apoyo al pueblo cubano y su deseo de libertad. Debería considerar acciones para aliviar la crisis humanitaria, como revertir las restricciones de la era Trump sobre las remesas. Sobre todo, los cubanos deben saber que el mundo exterior observa con admiración cómo intentan moldear su propio destino. Su régimen debe saber que el mundo estará observando si vuelve a intentar bloquear la expresión pacífica de la voluntad del pueblo.



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