Pura Demagogia

Para López Obrador, la consulta popular es un triunfo con cara de derrota

2021-08-02

A diferencia de todas ellas, la consulta reciente del domingo 1 de agosto fue organizada...

Carlos Loret de Mola A. | The Wasgington Post

Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ganó la presidencia de México en 2018 con 30 millones de votos. Tres años después, en las elecciones intermedias, la coalición que lo llevó al poder obtuvo 20 millones de votos. Y dos meses más tarde, en una consulta arduamente promovida por el obradorismo con el falso argumento de que serviría para enjuiciar a los expresidentes (que pertenecen todos a la oposición), apenas logró convocar a menos de siete millones de participantes.

Visto numéricamente, parece un acelerado declive del presidente. Es una falsa impresión.

Si algo ha demostrado AMLO a lo largo de su historia política es que nunca pierde las consultas populares. En 2001, cuando era jefe de Gobierno de Ciudad de México, necesitaba aumentar el precio del boleto del Metro. Para eso se inventó una consulta que avaló el aumento impopular.

Ya como presidente electo, en 2018, montó otra farsa de consulta para definir si la obra del nuevo aeropuerto metropolitano debía cancelarse, como él quería. Y así lo quiso también “el pueblo”. Luego armó otra para avalar sus programas sociales. Ya como presidente en funciones, hizo lo mismo para cancelar la construcción de una planta cervecera en el norte del país.

A diferencia de todas ellas, la consulta reciente del domingo 1 de agosto fue organizada profesionalmente por el Instituto Nacional Electoral. Los números no le favorecieron pero el resultado, sin embargo, no fue distinto: AMLO se salió con la suya.

El presidente declaró desde 2020 que estaba en contra de enjuiciar a los expresidentes porque su gobierno debía ver hacia el futuro y no al pasado. No obstante, todo el músculo de sus alfiles —propagandistas, intelectuales, activistas, periodistas y destacadamente su partido, Morena— se abocó a promover la consulta como un acto de ajuste de cuentas contra la corrupción del pasado. Fracasó estrepitosamente. Se requerían 37.4 millones de votos positivos para aprobar lo que pudo haber derivado en una suerte de Comisión de la Verdad que trajera al banquillo de las confesiones a cinco expresidentes de México y sus colaboradores. Les faltaron casi 30 millones de votos.

¿Por qué AMLO planteó la consulta, pero anunció que ni siquiera acudiría a votar y que estaba en contra de la idea del juicio al pasado?

Los expresidentes han sido figuras muy útiles para AMLO porque los puede culpar de todas sus incapacidades para gobernar: el país se mantiene en una crisis de inseguridad, hay 241,000 muertos oficiales por la pandemia, hasta 9.8 millones de nuevos pobres por la crisis económica y escándalos de corrupción hasta en su familia, pero él insiste en que todo se debe a los gobiernos anteriores. Además, no está claro si quiere abrir la puerta de la cárcel a los expresidentes porque, después de lo que ha pasado en estos tres años, en 2024 que termine su mandato él podría ser un fuerte candidato para entrar por esa misma puerta.

Con una consulta sin validez legal por no tener el número mínimo de participantes, ahora el presidente puede hacer con los expresidentes lo que le venga en gana: si solo quiere seguir usándolos como excusa para sus fallos, ahí tiene sus conferencias diarias para recordar sus tropelías; si quiere proceder legalmente contra ellos, desde hace rato podría haberlos investigado, y puede hacerlo aún la Fiscalía General de la República. A fin de cuentas, este es un presidente que dice casi a diario que sus antecesores cometieron delitos graves pero que solo tiene en la cárcel a un par de sus funcionarios.

Sin embargo, hay algo que sí debería encender las alarmas del presidente y los suyos: ya no tienen a lo que llaman “el pueblo” en la bolsa. A tres años de mandato, con pobrísimos resultados, la ciudadanía ya no está dispuesta a acompañar al caudillo en sus locuras. Una cosa es haberle dado la oportunidad en 2018, y otra cosa muy distinta es respaldarlo de nuevo en las elecciones intermedias y mucho menos en la que sus seguidores llamaron falsamente “consulta sobre los expresidentes”.

Por el otro lado, si la oposición piensa que solo los seis millones de ciudadanos que votaron ayer son la medida de la popularidad del presidente, se equivoca. AMLO sigue siendo un presidente popular, con enorme poder y capacidades intimidatorias, que tiene como plan de gobierno el acaparamiento de los contrapesos y las instituciones democráticas, y que, como todo mandatario, quiere definir quién lo sucederá en el poder.

La consulta popular —que despertó muy poco interés entre los ciudadanos por su ambigüedad— proporciona una radiografía del estilo político obradorista: el proyecto del presidente necesita estar permanente en campaña y en conflicto, ya sea con un enemigo real o inventado, y en todo momento haciendo una propaganda comparativa para exaltar sus virtudes o beneficios. En el fondo, lo que hay es la construcción continua de distractores para que no se juzgue la realidad del gobierno actual, los resultados concretos.



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