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Cuidado con el optimismo ante el COVID-19. 

2021-08-12

El estudio también sugiere que la distribución generalizada de vacunas ha creado...

William Haseltine | The Washington Post

"Todavía hay muchas cosas que podrían salir mal"

Un caso curioso de optimismo —peligrosamente infundado, me temo— ha permeado nuestro discurso público sobre el COVID-19, incluso ante el incremento de casos. Los medios de comunicación, incluso aquellos de durante mucho tiempo han destacado la gravedad de la pandemia, ahora están obsesionados con lo esperanzador: señalan que las muertes todavía no han aumentado y que las vacunas están funcionando para prevenir casos de enfermedades graves.

Sin duda, esos datos son bienvenidos. Pero nuestro entusiasmo por lo que está saliendo bien está limitando nuestra capacidad para percibir todas las cosas que todavía podrían salir mal.

Un nuevo informe del Grupo Asesor Científico para Emergencias del Reino Unido (SAGE, por su sigla en inglés) advierte que este virus no dejará de dar malas noticias. Cambia de forma de manera notable, ya que es capaz de mutar cada nucleótido de su genoma cientos de veces en cada persona infectada. Ante esta evidencia, el estudio advierte que el surgimiento de nuevas variantes que puedan evadir el efecto de las vacunas y que puedan ser tan letales como el síndrome respiratorio de Oriente Medio, que llegó a matar a más de tres de cada 10 infectados, no solo es teóricamente factible sino una “posibilidad realista”.

El estudio también sugiere que la distribución generalizada de vacunas ha creado nuevas presiones selectivas que podrían aumentar la ventaja de transmisión de una variante. Imagina que el virus es como una maquina con inteligencia artificial muy avanzada, que constantemente muta y se adapta hasta que logra una combinación de mutaciones que le genera la ventaja. El temor es que mientras más personas tengan inmunidad adquirida por la vacuna, el virus tendrá más oportunidades para adaptarse. Esto de ninguna manera es un argumento contra la vacunación; necesitamos tener inmunidad en este instante para mitigar los efectos del virus. Pero es una advertencia: es muy poco probable que una sola ronda mundial de vacunación contenga este virus para siempre. El estudio alega que ya comenzó la cuenta regresiva para la aparición de una variante que supere a las vacunas.

Yo, al igual que la mayoría de la población (me imagino), preferiría ignorar el estudio del SAGE y otras advertencias similares. Pero el informe nos recuerda que la vida está en constante movimiento, y que cualquier consuelo que sintamos hoy podría ser obsoleto mañana. Debemos prepararnos y tratar de prevenir el peor escenario posible.

Los expertos del SAGE ofrecen algunas recomendaciones, las cuales apoyo plenamente. Primero, solicitan una mayor investigación de vacunas que no solo puedan reducir la probabilidad de enfermedad grave sino también la probabilidad de infección y posterior transmisión del virus. Esto es en especial urgente dado los datos recientes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) sobre las infecciones posvacunación. También destacaría la necesidad de desarrollar vacunas “pancoronavirus” que sean capaces de brindar protección contra un espectro más amplio de coronavirus y variantes del COVID-19.

Los autores del estudio del SAGE también recomiendan mejorar las estrategias de vacunación en todo el mundo para reducir la carga viral global y frenar la probabilidad de que surjan variantes en otras partes del mundo. A esto le agregaría otras estrategias conocidas para reducir la carga viral más allá de las vacunaciones, como el uso de cubrebocas, el distanciamiento social, las pruebas rápidas generalizadas, el rastreo de contactos y las cuarentenas obligatorias. Y, cuando sea necesario, cierres y confinamientos específicos para contener el alcance de nuevos brotes y la propagación de nuevas variantes.

El estudio también aborda el uso medicamentos antivirales para tratar a quienes se enferman y prevenir una mayor propagación de la enfermedad, aunque los autores exhortan a tener precaución con respecto a la posibilidad de generar resistencia a los medicamentos y el uso de antivirales en personas inmunodeprimidas, que con el tiempo podría conducir a variantes nuevas y más dominantes.

Desde mi propia experiencia trabajando en tratamientos contra el VIH, secundo estas advertencias al mismo tiempo que reitero cuán vitales podrían ser las terapias de medicamentos combinados para reducir el alcance de la pandemia si se utilizan para prevenir enfermedades. Se debería aplicar el mismo esfuerzo a toda máquina que pusimos detrás de las vacunas para potenciar la búsqueda de cócteles antivirales y terapias de medicamentos combinados seguras y efectivas en forma de píldora.

Ninguna de estas estrategias será suficiente para contrarrestar el COVID-19por sí sola. Para protegernos del peor escenario posible, debemos utilizar una estrategia multimodal que combine lo mejor que tenemos a mano. Esto sin duda incluye antivirales, vacunas y estrategias de salud pública, pero también estrategias globales a largo plazo de vigilancia genómica, investigaciones sobre la potencial evolución de este virus y otros similares, y un enfoque inquebrantable en el desarrollo de las vacunas y tratamientos de segunda y tercera generación.

Más allá de esto, debemos aceptar que, nos guste o no, vivimos en un mundo lleno de virus. No podemos eliminar todas las amenazas virales, pero podemos construir una cultura de atención que nos ayude a protegernos de muchas enfermedades. De la misma manera que transitamos por un bosque con la vista puesta en el suelo para evitar tener contacto con una hiedra venenosa, debemos transitar por nuestros días: conscientes del riesgo de, por ejemplo, un viaje en transporte público, para adoptar estrategias de mitigación.

La esperanza y el optimismo pueden ser motivadores poderosos. Hoy en día, estas fuerzas nos obligan a aumentar las tasas de vacunación. Sin embargo, debemos recordar que la esperanza fue también el último elemento que quedó en la caja de Pandora. Este virus es un oponente poderoso y lo hemos subestimado durante todo el proceso. Tener la esperanza de que estamos ganando la batalla hoy podría prolongar la guerra mañana, ya que hace que nos quitemos los cubrebocas, relajemos nuestras defensas y dejemos vulnerables nuevas vías para el ataque.



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