Panorama Norteamericano

La ley del aborto de Texas es una crisis de derechos humanos para las mujeres estadounidenses

2021-09-24

Es otra herramienta discriminatoria contra quienes se encuentran en desventaja económica y a...

Uma Thurman | The Washington Post

Ley contra el aborto en Texas con una gran tristeza y algo comparable al horror. Hoy, con la esperanza de alejar las llamas de la controversia de las mujeres vulnerables en las que esta ley tendrá un efecto inmediato, les compartiré mi propia experiencia. Quizás no les interese la opinión de una actriz, pero dada esta nueva atrocidad, siento que es mi responsabilidad ponerme en el lugar de estas mujeres.

Comencé mi carrera como actriz a los 15 años, en un entorno laboral en el que a menudo era la única menor de edad en el lugar. Al final de mi adolescencia fui embarazada accidentalmente por un hombre mucho mayor. Vivía en Europa, con apenas lo que tenía en mi maleta, lejos de mi familia y a punto de comenzar un trabajo. Fue difícil descifrar qué hacer. Quería quedarme con el bebé, pero, ¿cómo?

Llamé a casa. Mi madre estaba enferma de gravedad en el hospital. Mi padre se acercó a su cama para discutir mis opciones. Nunca antes habíamos hablado de sexo; esta era la primera vez, y fue una terrible experiencia para todos. Me preguntaron sobre el estado de mi relación —no era viable— y me advirtieron lo difícil que sería criar a un bebé siendo una mamá adolescente sin apoyo de nadie. Mi fantasía infantil sobre la maternidad iba siendo corregida drásticamente a medida que sopesaba las respuestas a las preguntas muy precisas que me hacían. Apenas estaba comenzando mi carrera y no tenía los medios para proporcionar un hogar estable, ni siquiera a mí. Como familia, decidimos que no podía seguir adelante con el embarazo y acordamos que la interrupción era la decisión correcta. Aún así, estaba devastada.

Una amiga mayor de Alemania se ofreció a ayudarme. En el consultorio de su médico en Colonia, me administraron anestesia local y me practicaron un aborto. Estuve recostada y despierta en la mesa de operaciones mientras el médico, un hombre amable, me explicó cada paso del proceso a medida que sucedía. Dolió terriblemente, pero no me quejé. Había internalizado tanta vergüenza que sentí que merecía el dolor.

Mis dedos estaban firmemente entrelazados sobre mi pecho, y cuando terminó el procedimiento, el médico me miró y me dijo: “Tienes unas manos muy bonitas, me recuerdas a mi hija”. Ese simple gesto de humanidad está grabado en mi mente como uno de los momentos más compasivos que he experimentado en mi vida. Para él yo era una persona, una hija, seguía siendo una niña.

Hay mucho dolor en esta historia. Ha sido mi secreto más oscuro hasta ahora. Tengo 51 años y lo comparto con ustedes desde el hogar donde he criado a mis tres hijos, que son mi orgullo y alegría. Mi vida ha sido extraordinaria, a veces llena de dolores, desafíos, pérdidas y miedos —igual que las vidas de muchas mujeres— pero también ha estado marcada, como las de ellas, por la valentía y la compasión. Concebí a mis hermosas y mágicas hijas e hijo con hombres a quienes amé y confié lo suficiente como para atreverme a traer a un niño a este mundo. No me arrepiento del camino que he recorrido. Aplaudo y apoyo a las mujeres que toman una decisión distinta. El aborto que tuve de adolescente fue la decisión más difícil de mi vida, una que me causó angustia en ese momento y que todavía me entristece, pero fue el camino a la vida llena de alegría y amor que he experimentado. La decisión de no seguir con ese embarazo temprano me permitió crecer y convertirme en la madre que quería y debía ser.

No tengo nada que ganar con esta revelación, y quizás sí mucho que perder. Al confesar el vacío que esta decisión me causó, espero que una luz positiva emerja de esto y le llegue a las mujeres y niñas que puedan estar sintiendo una vergüenza de la que no se pueden proteger y sobre la cual no tienen voluntad. Les aseguro que nadie termina en esa mesa de operaciones a propósito.

La Corte Suprema de Estados Unidos no tuvo objeciones para que la ley contra el aborto de Texas entrara en vigencia. Debido en gran parte a su carencia de diversidad ideológica, esta ley genera un escenario idóneo para una crisis de derechos humanos para las mujeres estadounidenses. Es otra herramienta discriminatoria contra quienes se encuentran en desventaja económica y a menudo también contra sus parejas. Las mujeres e hijos de familias adineradas siguen teniendo todas las opciones del mundo, y corren poco riesgo.

También estoy consternada por el hecho de que la ley enfrente a ciudadanos contra ciudadanos, ya que fomenta la aparición de nuevos vigilantes que se aprovecharán de estas mujeres desfavorecidas y les negarán la opción de no tener bebés que no están preparadas para mantener o les destruirán sus esperanzas de tener una futura familia que puedan elegir.

A todas las mujeres y niñas de Texas, temerosas de quedar traumatizadas y perseguidas por cazarrecompensas depredadores; a todas las mujeres indignadas porque el Estado nos haya quitado los derechos sobre nuestros cuerpos; y a todas las que han sido vulneradas y sometidas a la vergüenza porque tienen un útero, les digo: las apoyo. Sean valientes. Son hermosas. Me recuerdan a mis hijas.



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