Internacional - Seguridad y Justicia

Anatomía de un secuestro: mujer haitiana narra su calvario

2021-10-19

“Cuando ellos llamaban, decían cosas muy duras, crueles: ‘¿Ya no quieres...

Por DÁNICA COTO

SAN JUAN (AP) — Cuando Doris Michel sale de su casa en Haití, se pone un chaleco antibalas y trata de usar un auto blindado.

Desde que su padre fue secuestrado el mes pasado en la capital, Puerto Príncipe, la mujer haitiano-estadounidense de 34 años no corre ningún riesgo. Viaja con un guardaespaldas y cuando se siente especialmente insegura, con dos.

“La inseguridad en Haití es algo que ha estado ocurriendo durante años, pero ahora ha dado un giro que es simplemente insoportable”, dijo.

Su padre, de 85 años y veterano de la guerra de Vietnam, fue secuestrado en septiembre junto con su chofer y una amiga que es la madre de un cantante haitiano. Ellos viajaban por Martissant un barrio controlado por pandillas que muchos intentan evitar, pero que era el único camino por el que podían llegar a donde el padre necesitaba ir.

A ese mismo tipo de actividades del crimen organizado se les atribuye el secuestro de 16 estadounidenses y un canadiense — misioneros de una organización religiosa y sus familiares. Su desaparición resaltó el deterioro de la situación y obligó al gobierno estadounidense a movilizarse para resolver uno de los secuestros de mayor magnitud de los últimos años.

En contraste, muchos otros secuestros pasan inadvertidos — algo que les molesta a personas como Michel, que dice que el FBI les proveyó a ella y su familia poca asistencia.

Su padre y las otras dos personas fueron secuestrados por una pandilla encabezada por Ti Lipli, miembro de la Familia G9 y Aliados — una de las mayores y poderosas organizaciones del crimen organizado en Haití. Solicitaron un rescate de 6 millones de dólares.

Michel y su madre dijeron que no tenían tanto dinero. Dos días después, la pandilla elevó el rescate a 10 millones.

“Nosotros les reiteramos: ‘No tenemos ese dinero’”, recuerda Michell. “Entonces cambiaron a ¿cuánto dinero tienes?’”.

A medida que las negociaciones se extendían, la salud de su padre comenzó a deteriorarse. Él no tenía sus medicamentos para la hipertensión ni las píldoras para la próstata o los anticoagulantes que estaba tomando desde que se sometió a una cirugía cerebral en enero. Pero la pandilla no cedió.

“Cuando ellos llamaban, decían cosas muy duras, crueles: ‘¿Ya no quieres a tu esposo? No nos molesta, podemos matarlo y lo puedes recoger de la basura’”, dice Michel.

El pandillero nunca se identificó, pero siempre era la misma voz, y las llamadas nunca duraban más de dos minutos.

Durante el calvario, ella sobrevivía comiendo dos huevos hervidos y algunas galletas al día. Ella y su madre perdieron 8 libras (3,6 kilos) cada una. Por la noche, ella tomaba píldoras para poder dormir. Por el día, rezaba.



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