Cultura

Pueblos en México buscan preservar el auténtico Día de Muertos

2021-11-01

Según la tradición, la única fuerza que les permite a los habitantes levantar...

Por FERNANDA PESCE

AROCUTÍN, México (AP) — Las famosas ceremonias del Día de Muertos alrededor del Lago de Pátzcuaro una vez más estuvieron llenas de visitantes el domingo, un respiro económico para una región que depende del turismo y que se vio sumamente afectada por el cierre del año pasado debido a la pandemia del coronavirus.

En la ciudad de Pátzcuaro, los turistas pudieron ver un desfile, así como actuaciones teatrales y musicales.

“Vengan a visitarnos, Pátzcuaro los recibe con los brazos abiertos”, dijo Julio Arreola, el alcalde de la ciudad ubicada en el estado de Michoacán, en el occidente de México, famosa por sus plazas y arquitectura de la época colonial.

Pero en algunas comunidades más pequeñas a orillas del lago, los residentes intentan preservar la tradición auténtica del Día de Muertos que se ha transmitido por generaciones.

Mientras los niños de la Ciudad de México vestían disfraces de Halloween inspirados en la serie de Netflix “Squid Game”, los habitantes del poblado de Arocutín estaban más preocupados por sus arreglos florales y veladoras, cuyo objetivo es guiar a los espíritus de los muertos hacia su casa.

Desde la mañana del domingo, los residentes de Arocutín comenzaron a colgar las tradicionales guirnaldas de flores de cempasúchil para adornar la entrada del pequeño cementerio local.

Arocutín sigue fiel a las tradiciones: Es el único poblado de la región en donde el cementerio se ubica en el jardín de la iglesia, y donde las tumbas se cavan directamente en el suelo, rodeadas por un sencillo aro de piedras, en lugar de las bóvedas de ladrillo y cemento que se utilizan en otras partes.

“Lo que nosotros queremos es preservar la tradición lo más que podamos”, dijo Alma Ascencio, representante de los artesanos locales. “El turismo lo ha distorsionado todo. Esta es una celebración, claro, pero es una celebración religiosa. Aquí no hay música ni hay alcohol. Es algo muy guardado, algo completamente diferente”.

Si bien la isla de Janitzio, en el Lago de Pátzcuaro, es el lugar más conocido para las coloridas celebraciones del Día de Muertos, la pequeña isla continúa cerrada a los visitantes para evitar aglomeraciones.

Eso desató preocupaciones de que los turistas pudieran llegar a otros pequeños poblados cercanos.

Dichas preocupaciones podrían ser exageradas. La única estadounidense que se encontraba el lunes en Arocutín era Georgia Conti. Especializada en gestión de la salud y ya jubilada, decidió mudarse a Arocutín precisamente por su belleza y sus tradiciones, y ahora vive en el lugar acompañada de su perro.

Cuando construía su casa en compañía de su difunto esposo, encontraron huesos que se creía pertenecían a un soldado muerto en 1915, durante la Revolución Mexicana.

“Sí vienen algunos turistas, pero aquí es un mundo distinto. Realmente respeto sus tradiciones”, dijo Conti. “Los habitantes son muy abiertos y me dijeron que podía enterrar las cenizas de mi madre aquí, junto al soldado desconocido. Probablemente me entierren aquí cuando muera”.

El Día de Muertos se originó en las culturas indígenas y se ha celebrado durante miles de años. Apenas en 2002, los turistas comenzaron a llegar a Arocutín. Los residentes están dispuestos a compartir sus indumentarias, pero se resisten a hacerles algún cambio.

“Nosotros aquí no celebramos Halloween. No somos americanos, somos mexicanos y celebramos nuestros muertos. Nuestra cultura es ya lo suficientemente rica en Michoacán y en México”, dijo Ascencio mientras preparaba las guirnaldas de cempasúchil.

Los preparativos para el Día de Muertos inician el 31 de octubre, cuando los residentes adornan las tumbas con cempasúchil y veladoras.

Esa es la noche en que los mexicanos celebran a los niños fallecidos, mientras que la noche del 1 al 2 de noviembre está dedicada a los adultos muertos.

Arocutín es una de las pocas comunidades en donde suenan las campanas de la iglesia para llamar a las almas y guiarlas de regreso a la tierra de los vivos, para evitar que se pierdan. Cada comunidad tiene un sonido distintivo. Esta es también una de las pocas comunidades en donde las personas se quedan despiertas toda la noche, ofreciéndoles comida y regalos a sus muertos.

“Nosotros lo que hacemos es coexistir. Les traemos todo lo que les gustó en vida. Algunas veces una cervecita, otras veces un tequilita con un cigarro”, comentó Alma Ascencio.

Elizabeth Ascencio perdió a su bebé recién nacido hace 20 años, y cada año viene a adornar su pequeña tumba de piedra con pétalos de cempasúchil para garantizar su regreso por la noche.

“Este es un día especial, un día muy bonito”, dijo Elizabeth Ascencio. “Nos esforzamos mucho por darle la bienvenida a nuestros muertos”.

Cada año, el pueblo coloca un enorme arco decorado a la entrada del cementerio. Para muchos, esta es la puerta por la que entran los muertos.

Según la tradición, la única fuerza que les permite a los habitantes levantar los troncos que forman el arco son las almas de los niños que responden al sonido de las campanas y vienen a ayudar.

Racimos de cempasúchil adornan otro monumental arco de madera ubicado en el suelo de otro pequeño cementerio, a poca distancia de Arocutín. Un grupo de habitantes amarra pacientemente las flores a los troncos, mientras otros descansan o disfrutan de un taco bajo el sol. Los residentes decoran los arcos y luego los colocan en su lugar.

Cecilio Sánchez, un albañil y habitante del vecino pueblo de San Francisco Uricho, aprendió de sus ancestros a construir el arco de flores.

“Para nosotros, nuestro arco es mucho más bonito que el de Arocutín”, declaró Sánchez.

María Ermenegildo, de 69 años, es una artista tradicional del bordado que ha vivido toda su vida en Arocutín.

“Siempre anduvimos así”, dijo Ermenegildo, mientras terminaba la última de sus guirnaldas de cempasúchil antes de la gran noche. “Los otros (pueblos) no le pueden alcanzar, como nosotros decoramos y celebramos. Nos da mucho orgullo, nos alegramos mucho cuando los turistas nos dicen que qué bonito quedó todo”.



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