Internacional - Política
Lleva 40 años como reportero y nunca vio nada como la toma del Congreso
Por J. SCOTT APPLEWHITE
WASHINGTON (AP) — El Congreso de Estados Unidos estaba siendo atacado. Por estadounidenses. Corría el 6 de enero del 2021 y el fotógrafo de la Associated Press J. Scott Applewhite estuvo en el medio de todo. En algunos sentidos, fue los ojos del mundo. Su cámara captó imágenes que todavía hoy siguen causando asombro.
En este despacho, Applewhite recuerda algunos de los momentos que vivió y que sigue procesando, como fotoperiodista y como estadounidense.
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“¡Entraron al Capitolio!”, gritó un policía a los legisladores. Había gases lacrimógenos en la Rotonda del Capitolio. “¡Prepárense para evacuar!”, el edificio, dijo el agente.
Los intrusos habían roto los vidrios de la puerta principal del salón de la Cámara de Representantes. La puerta que usa el presidente cuando va a pronunciar su informe anual sobre el Estado de la Unión. Prontamente, algunos agentes policiales y legisladores bloquearon la puerta con bancos y armarios.
La evacuación no fue sencilla. Los legisladores, periodistas y demás no sabían que había del otro lado de la puerta. Se oían los ruidos de la turba que había tomado el Congreso.
La policía estaba atenta y vigilante, armas en mano. Yo le apuntaba a la puerta con mi cámara. Estaba seguro de que estaba donde debía estar. De pronto vi un ojo, el rostro de un insurgente que trataba de ver lo que pasaba adentro de la cámara baja. Tenía una gorra de Trump. Lo que el intruso no vio fueron las armas que le apuntaban a centímetros de su cara.
Me mantuve firme en ese sitio.
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Cuando se anunció que había intrusos en el Congreso y comenzó la evacuación, fue un proceso incierto y caótico. ¿Adónde había que ir? Afuera del salón estaba la turba.
En determinado momento la policía dijo que se habían disparado granadas de gas lacrimógeno en la Rotonda e instruyó a los legisladores que se colocaran los antifaces que había debajo de los asientos. Yo no me coloqué uno porque necesitaba usar la cámara. Luego de que llegó la orden de evacuar, el fotógrafo de AP Andy Harnik se quedó en el salón y tomó importantes fotos. De legisladores buscando refugio, de policías conteniendo a la turba punta de pistola.
Andy y yo estábamos en un balcón desde el cual se ve todo el salón. Andy había estado en un sector donde había bastantes policías protegiendo a los legisladores. Yo me ubiqué del otro lado, con unos 30 periodistas y fotógrafos. Los agentes sacaron a todo el mundo de allí. Andy debe haber sido uno de los últimos en salir. Me contó que una de las últimas fotos que tomó fue una en la que yo aparecía solo, sentado en el sector de la prensa de la Cámara de Representantes. Andy captó el terror de los legisladores al tirarse al piso. Cuando la policía sacó a los miembros del Congreso, Andy siguió tomando fotos, captando imágenes de los insurgentes mantenidos a raya por agentes armados.
Voy todos los días al Congreso a trabajar y conozco a la mayoría de los agentes asignados allí. Cuando me gritaron que debía irme, les dije que estaba bien y me negué a evacuar. Ese es mi trabajo: Estar en el lugar de los hechos e informar a la gente. Uno se irritó un poco, hasta que otro agente especial, de una unidad que custodia a las figuras más importantes del Congreso, le dijo, “Scotty puede quedarse”.
El agente, vestido de civil, era el teniente Michael Byrd, que poco después abriría fuego y mataría a Ashli Babbitt cuando trataba de ingresar al sector que ocupa la presidenta de la cámara.
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A partir de ese momento, fui el único periodista y la única persona que quedó en ese balcón, observando la situación.
Cuando la turba rompió los vidrios de la puerta, alcancé a ver el rostro de un manifestante. Los policías y un representante nuevo que había recibido entrenamiento policial trataron de calmar las cosas mientras los agentes apuntaban sus armas hacia la puerta,
El salón estaba bastante oscuro. Yo usaba un lente generalmente empleado en competencias deportivas o para captar la naturaleza. Lo había llevado conmigo pensando en que tal vez podía captar los rostros y detalles de la sesión del Colegio Electoral, en la que generalmente hay luces de la televisión.
El asedio de la cámara baja duró unos 45 minutos, hasta que intervinieron unidades tácticas que expulsaron a los intrusos. Me quedé y tomé algunas fotos de los destrozos causados en el salón. Permanecí allí otras dos horas.
La sesión conjunta de las dos cámaras se reanudó a las nueve de la noche. Andy y yo seguimos trabajando hasta las tres de la mañana. A esa altura me fui a mi oficina en el edificio Dirksen del Senado, me tomé una sopa y dormí de las cinco a las siete de la mañana, en que reanudé la cobertura.
Había más noticias que cubrir. Siempre las hay.
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La gente ha elogiado mucho lo que hice el 6 de enero del 2021, por las fotos que tomé y por negarme a evacuar el salón de la cámara baja. Pero quiero dejar algo en claro: Simplemente cumplí con mi trabajo. Igual que tantos de mis colegas.
Los fotógrafos de AP John Minchillo y Julio Cortez la pasaron mucho peor al plantarse entre la policía y la turba. Manny Ceneta logró captar escenas en las que la policía contenía a los insurgents en el Senado. El freelancer José Luis Magaña tomó fotos de los sublevados trepando muros del ala occidental del Capitolio, mientras que Jacquelyn Martin y Carolyn Kaster estuvieron en el acto previo en el que Trump arengó a sus partidarios y luego los acompañaron en su marcha hacia el Congreso.
Trabajé directamente con el editor de fotos de Washington Jon Elswick, quien movió mis fotos rápidamente. Jon fue muy paciente conmigo porque mandé muchas fotos en poco tiempo. Normalmente no hacemos eso y tratamos de ser selectivos para no abrumar a los editores.
Pero le advertí a Jon que mandaría todo lo que pudiese. Mi experiencia en zonas de conflicto y con los militares y la policía me indicaba que en cualquier momento me podrían romper la cámara o la policía me podía confiscar los discos. Al poder transmitir directamente desde la cámara, me aseguraba de que mi material salía rápido.
Ese día los fotógrafos no pudimos movernos libremente, siempre tropezábamos con la turba o con la policía. El resultado fue una especie de mosaico, tomas de distintos fotógrafos, desde diversos ángulos, que en conjunto ofrecían una idea de lo sucedido.
Fui testigo de actos de violencia y de desmanes en el pasado, de golpes y revoluciones cuando trabajaba en el exterior. Pero lo vivido esta vez me conmovió. Estadounidenses que atacaron a otros estadounidenses.
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Lo que vi, y lo que captó mi cámara, fue esto: Un sitio donde las fuerzas de seguridad resistieron a pie firme y donde los revoltosos, por más que fueron dispersados, lograron su propósito en cierta medida. Hubo una hora de anarquía, en la que una turba interrumpió la transferencia pacífica del poder, una de las ceremonias más sagradas del país.
A menudo pienso qué hubiera sucedido si Nancy Pelosi no convocaba al Colegio Electoral de inmediato. Tal vez hubiera sido lógico demorar la sesión algunos días, pero no sucedió.
Casi todos los insurgentes evitaron ser detenidos. Donald Trump seguía en la Casa Blanca por otras dos semanas. El 6 de enero fue uno de los días más largos en la historia del país. Imagínese lo largos que habrían parecido esos 14 días adicionales.
Llevo tiempo en esto y si hay algo que aprendí es que cuesta asimilar ciertos momentos y que cuesta no involucrarse con otros. Sea como sea, el trabajo del fotoperiodista, su responsabilidad, es mostrarle a la gente lo que no puede ver con sus propios ojos.
Y para eso hay que estar en el lugar de los hechos.
aranza
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