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Tom Brady no es el único incapaz de seguir adelante

2022-03-18

Todos tenemos problemas para seguir adelante. Naturalmente, quienes ocupan esos roles tan...

Molly Roberts | The Washington Post

Tom Brady está de regreso. O bueno, tan “de regreso” como puedes estar cuando en realidad nunca te fuiste.

El aparentemente imperecedero mariscal de campo estelar solo estuvo poco más de un mes retirado antes de tirar la toalla… y volver a levantarla. Ni siquiera llegó a tener dos días de descanso por temporada jugada (22) o una semana por cada Supertazón ganado (7). ¿El número más significativo en todo esto? Cero: la cantidad de juegos perdidos.

Brady se une así a un grupo de otros aspirantes a retirados que se niegan a despedirse. Algunos definitivamente ya dejaron atrás su mejor momento y otros, como el ex patriota de Nueva Inglaterra, aún no se han desinflado por completo. En cualquier caso, la terquedad de estas figuras pone a prueba la manera en que nos sentimos los demás con respecto al paso del tiempo.

A pesar de su reputación de imponer récords repetidas veces, Brady no es en absoluto el primer deportista en despedirse para luego regresar. Michael Jordan se retiró del baloncesto tres veces, y solo una de ellas fue definitiva. La declaración en la que anunció su primer regreso se volvió tan legendaria como su salto vertical: “He vuelto”.

Tiger Woods declaró en 2015 que se apartaría “del juego que amo”; el ahora ganador de 15 torneos mayores regresó al golf en su debido momento, e incluso luego de que un horrible accidente automovilístico el año pasado interrumpiera otro de sus aparentemente constantes “regresos”, Woods insiste en que seguirá jugando uno que otro torneo profesional.

Por supuesto, estamos hablando de atletas legendarios que están condicionados físicamente para jugar tan duro como puedan durante el mayor tiempo posible y que, por extensión, están preparados a nivel mental para competir hasta que en realidad no puedan rendir más. La negativa a retirarse se parece mucho a la negativa a perder, siempre y cuando siga habiendo un camino por delante de touchdowns, triples dobles, o trofeos más tangibles.

¡O shows agotados! Y es que en Las Vegas, al parecer, no hay manera de que abuses de tu buena acogida. Cher, la reina de las artistas mayores, tiene hechizado al Caesars Palace y otros lugares del Strip desde hace más de una década; las residencias de artistas también han permitido que, como la canción, el corazón de Celine Dion siga, siga y siga. A menudo, antes de estas residencias, hay una gira de despedida. O dos. O cuatro. Y cada regreso se parece mucho al retorno de Brady a su propio terreno.

El punto no es que los frutos de estos esfuerzos eternos no sean apetecibles. A veces son buenos, a veces no. El punto, principalmente, es que a la gente le cuesta superar etapas, y nosotros, los plebeyos que los vemos, no sabemos si abrirles la puerta y apurarlos para que se vayan o agarrarlos por las mangas para que se queden.

Para entender mejor la razón, es buena idea observar otro escenario famoso por estar repleto de personas no jubiladas: la política. La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi (demócrata por California) se vio obligada a renunciar al mazo cuando el Partido Republicano tomó la Cámara de Representantes en 2010; su determinación por volverlo a empuñar luego de que su partido recuperara la mayoría en 2018 fue en esencia una “no retirada” al estilo Brady.

La cantidad de votantes que asumieron que el senador Charles E. Grassley (republicano por Iowa), de 88 años, cedería su escaño a aspirantes más jóvenes fue tanta, que su decisión de postularse el próximo otoño también se siente como si estuviera retomando algo. Del otro bando ocurre lo mismo con la senadora Dianne Feinstein (demócrata por California), de 88 años.

Todo el revuelo en la Corte Suprema —¿se retirará la jueza Ruth Bader Ginsburg antes de morir? No. ¿Lo hará Stephen G. Breyer? ¡Sí!— es el más esclarecedor de todos. Según un contingente, la vieja guardia tenía que marcharse porque no hacerlo evitaría el progreso en el futuro previsible pues consolidaría un poder judicial conservador. Mientras tanto, los jueces que componían esa vieja guardia y sus partidarios alegaron que su labor no había terminado y que darle paso a un mocoso les impediría realizar avances en el presente.

Todos tenemos problemas para seguir adelante. Naturalmente, quienes ocupan esos roles tan prominentes en los deportes, la música, la legislación y más, lo tienen más difícil. Han definido sus industrias, y su salida significaría ver cómo cambian las cosas sin ellos, a menudo no de la manera que desearían. Sobre todo, además, significa admitir que no son lo que solían ser.

Tal vez esta admisión sea la que inspira a quienes no queremos que nuestros mariscales de campo suelten el balón, o que nuestros cantantes y actores desaparezcan del escenario y la pantalla, o que nuestros legisladores y jueces dejen que alguien más obtenga finalmente el liderazgo. Las personas que envejecieron junto a ellos los vieron en sus años de novato en el campo o en el gobierno. Si ellos se quedan en el mismo sitio, el tiempo también se queda inmóvil. Si demuestran que pueden irse y regresar, pues mucho mejor. La generación en ascenso, ansiosa por que estas personas cedan y retrocedan, permanece a raya. Pero el mundo está en constante movimiento, y nadie puede mantener ese ritmo por siempre.

Con el tiempo, incluso Tom Brady llegará a una cuarta oportunidad, y se dará cuenta de que la respuesta no es buscar un primer y diez.
 



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