Incapacidad e Incompetencia

El declive de la ONU

2022-06-29

Dado que son elegidos por los Estados miembros, habría que cuestionar la adhesión de...

Eduardo del Buey | Newsweek

Entre 2011 y 2013 fui portavoz adjunto del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Eso me dio una visión de primera mano de las virtudes y deficiencias del organismo y me exigió defender sus valores cuando los Estados miembros obviamente los ignoraban con cinismo.

Durante la última década, el mundo ha experimentado cambios drásticos en la confianza que los ciudadanos tienen en sus instituciones nacionales y multilaterales.

En este sentido, debo admitir que mi propia fe en la ONU también se ha erosionado y puede seguir así a menos de que la organización despliegue la fuerza moral necesaria para obligar a los Estados miembros a cumplir sus compromisos.

Compartiré algunos ejemplos del modo en que Naciones Unidas ha fracasado en su misión de crear instituciones creíbles, capaces de inspirar a la gente y obtener su apoyo.

Hace unas semanas, la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, realizó una esperada visita a China. El fin era investigar la opresión del gobierno chino sobre su minoría musulmana uigur. La visita resultó una burla.

Forzada a visitar China sin un grupo de expertos en derechos humanos y periodistas internacionales, la guiaron de una aldea Potemkin china a otra. E inspeccionó solo lo que las autoridades querían que viera y habló con personas seleccionadas por el propio Estado.

Al final, su informe público parecía redactado por las autoridades chinas, y se ha pedido su dimisión en todo el mundo. Después de una prestigiosa carrera que la llevó a ser dos veces presidenta de Chile y jefa de ONU Mujeres, su credibilidad profesional ha quedado destruida. Al igual que la credibilidad de la burocracia de derechos humanos de la ONU.

¿ONU APTA PARA CUMPLIR SU PROPÓSITO?

Sin embargo, el 13 de junio, el secretario general, Antonio Guterres, emitió una declaración en la que apoyaba plenamente a Bachelet. Así, optó por ignorar esta vergonzosa actuación. Bachelet anunció entonces que no se presentaría a un segundo mandato.

En otro orden de ideas, cuando se permite que países como China, Cuba, la República Democrática del Congo, Nicaragua, Arabia Saudita y Venezuela formen parte del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, a pesar de sus atroces y sistemáticas violaciones de los derechos humanos básicos, cabe preguntarse si la organización es apta para cumplir su propósito.

Dado que son elegidos por los Estados miembros, habría que cuestionar la adhesión de sus integrantes a los valores y objetivos a los que supuestamente se han comprometido.

Otro ejemplo indignante del frágil liderazgo en la ONU fue la visita a China del director general de la Organización Mundial de la Salud, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, justo después de que estallara la pandemia del covid-19.

En lugar de reprender a las autoridades chinas por negarse a compartir la información vital que la comunidad internacional necesitaba para hacer frente a esta enfermedad mortal, regresó alabando las virtudes de las autoridades chinas.

Él también está desacreditado, y la gestión de la ONU frente a la pandemia de covid-19 comenzó de forma negativa.

Asimismo, el mes pasado Corea del Norte pasó a presidir la Conferencia de Desarme de las Naciones Unidas, compuesta por 65 países. Corea del Norte es uno de los Estados más armados del mundo. Es una dictadura que ya ha producido un arsenal nuclear y un sistema de lanzamiento de misiles. Y con este amenaza a sus vecinos mientras oprime a sus propios ciudadanos.

SEÑALES EQUIVOCADAS

Una vez más, el cinismo de este caso pone en tela de juicio la capacidad de las Naciones Unidas para crear las condiciones necesarias para que los Estados miembros respeten sus compromisos o sean acusados y sancionados para que los respeten.

El hecho de que la dirigencia de la organización es débil y envía señales equivocadas se puso en evidencia una vez más cuando el secretario general, Antonio Guterres, tardó dos meses en visitar por fin Ucrania y Rusia. Al parecer, se vio obligado a hacerlo por una carta que firmaron más de 300 funcionarios.

En lugar de visitar antes a la víctima de esta invasión destructiva, decidió ir primero a Moscú y escuchar al presidente Putin y a su ministro de Asuntos Exteriores. Una vez más, se trató de complacer al poderoso agresor sin tener en cuenta las implicaciones y los costos políticos.

La ONU está en declive, y la confianza del público está disminuyendo a gran velocidad. Lamentablemente, este declive en la credibilidad pública de los órganos políticos de la ONU y de algunos de sus altos dirigentes está empañando las carreras de decenas de miles de funcionarios que trabajan en beneficio de cientos de millones de personas en todo el mundo, muchas veces en circunstancias extremas y con gran riesgo para sus propias vidas.

Será difícil, si no imposible, recuperar la credibilidad. Sobre todo, si los Estados miembros siguen asumiendo sus compromisos con cinismo. Y si los dirigentes de Naciones Unidas siguen sirviendo a los más poderosos e ignorando su responsabilidad de hacer cumplir la Carta de la ONU y los valores que representa. N
 



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