Cartas Abiertas

Carta anual de Bill y Melinda Gates: el año en que la salud global se volvió local

2021-01-27

Su liderazgo nos ayudará a superar esta pandemia y por ellos debemos recuperarnos y...

Por Bill Gates, Melinda Gates | El País

Estamos escribiendo esta carta tras un año como ningún otro en nuestras vidas.

Hace dos décadas creamos una fundación centrada en la salud mundial porque queríamos utilizar los beneficios generados con Microsoft para mejorar la vida del mayor número posible de personas. La salud es la piedra angular de cualquier sociedad próspera. Si la salud de uno está comprometida —o si uno teme contraer alguna enfermedad mortal— es difícil concentrarse en otra cosa. Mantenerse en vida y en buena salud se vuelve una prioridad con detrimento necesariamente de todo lo demás.
   
Este ultimo año muchos de nosotros hemos vivido en carne propia esta realidad por primera vez. Ahora nos planteamos las cosas de forma diferente al tomar cualquier decisión y nos preguntamos cómo minimizar el riesgo de contraer o contagiar la covid-19.

Es probable que haya epidemiólogos que estén leyendo esta carta, pero pensamos que la mayor parte de las personas este último año se han visto obligadas a reorientar sus vidas en torno a conceptos totalmente nuevos como el “distanciamiento social”, el “aplanamiento de la curva” o el “R0” de un virus. (Y dirigiéndonos al epidemiólogo que esté leyendo estas líneas, apostamos que nadie está más sorprendido que usted de vivir en un mundo en el que su compañero Anthony Fauci aparece en la portada de la revista InStyle).

Cuando redactamos nuestra última Carta Anual, el mundo estaba apenas empezando a comprender lo grave que podía volverse una nueva pandemia de coronavirus. Si bien nuestra fundación se había visto concernida desde hace tiempo por el espectro de una pandemia —sobre todo después de la epidemia de ébola en África occidental— nos asombró sobremanera ver cuán drásticamente la covid-19 ha trastocado las economías, los empleos, la enseñanza y el bienestar en todo el mundo.

Tan solo pocas semanas después de haber oído por primera vez la palabra “covid-19” cerrábamos las oficinas de nuestra fundación y nos uníamos a miles de millones de personas por todo el planeta, adaptándonos a formas de vivir radicalmente diferentes a las que conocíamos. Nuestros días se transformaron en una confusión de videoconferencias, noticias preocupantes y comidas que recalentábamos en el microondas.

Sin embargo, esos ajustes que ambos hemos realizado no son nada comparadas con el impacto que la pandemia ha tenido en la existencia de otros. La covid-19 se ha cobrado vidas, enfermado a millones de personas y llevado a la economía mundial a una devastadora recesión. 1,500 millones de niños han perdido tiempo de escolaridad y puede que algunos nunca vuelvan a las aulas. Los trabajadores esenciales están haciendo trabajos imposibles corriendo y haciendo correr a sus familiares grandes riesgos. El estrés y el aislamiento han provocado impactos de amplio alcance en la salud mental. Las familias en todos los países han tenido que renunciar a tantos momentos trascendentales de la vida: graduaciones, bodas, incluso funerales. (Cuando el padre de Bill falleció el pasado septiembre, se hizo aún más doloroso por el hecho de que no pudimos reunirnos todos para llorar su pérdida).

Quedarán grabados en la historia estos últimos dos meses como los momentos más dolorosos de toda la pandemia. Pero brilla un rayo de esperanza en el horizonte. Si bien nos queda mucho camino por recorrer hasta que logremos recuperarnos, el mundo ha logrado grandes victorias frente el virus al poner a punto nuevas pruebas, tratamientos y vacunas. Estamos convencidos de que estas nuevas herramientas pronto empezarán a flexionar la curva de forma rotunda.

El momento en el que nos encontramos nos recuerda una frase de Winston Churchill. En el otoño de 1942, pronunció un famoso discurso que marcó una victoria militar que creía que sería un punto de inflexión en la guerra contra la Alemania nazi. “Esto no es el final”, advirtió. “Ni siquiera es el principio del final. Pero quizás sea el final del principio”.

Por lo que a la covid-19 se refiere, somos optimistas y pensamos que se está acercando el final del principio. También somos realistas y sabemos lo que se ha necesitado para llegar aquí: se ha desplegado el mayor esfuerzo de la historia de la humanidad en materia de salud pública, en el que se han visto involucrados legisladores, investigadores, trabajadores de la salud, líderes empresariales, organizadores comunitarios, comunidades religiosas, y muchos más actores que cooperan de manera novedosa.
   
Ese tipo de esfuerzo compartido es importante, porque en una crisis global como la actual, uno no quiere que las empresas tomen decisiones impulsadas por un afán de lucro o que los gobiernos actúen con el objetivo limitado de proteger únicamente a sus propios ciudadanos. Se necesita a muchas personas y que haya una conjunción de intereses obrando de buena voluntad para que toda la humanidad se vea beneficiada.

La filantropía puede ayudar a facilitar esa cooperación. En la medida en que nuestra fundación lleva décadas trabajando sobre enfermedades infecciosas, tenemos relaciones sólidas y duraderas con la Organización Mundial de la Salud, con expertos, con gobiernos y con el sector privado. Y como nuestra fundación se centra específicamente en los desafíos que enfrentan las personas más desfavorecidas del mundo, también comprendemos la importancia de garantizar que el mundo también tome en consideración las necesidades específicas de los países de bajos ingresos.

Hasta la fecha, nuestra fundación ha invertido 1,750 millones de dólares en la lucha contra la covid-19. La mayor parte de esa financiación se ha destinado a producir y adquirir suministros médicos esenciales. Por ejemplo, apoyamos a los investigadores que desarrollan nuevos tratamientos contra la covid-19, incluidos los anticuerpos monoclonales y trabajamos con socios para garantizar que estos medicamentos se formulen en formatos fáciles de transportar y usar en los lugares más pobres del mundo con el fin de que todo el mundo en todas partes pueda beneficiarse de ellos.

También venimos apoyando los esfuerzos para encontrar y distribuir vacunas seguras y efectivas contra el virus. Durante las últimas dos décadas, nuestros recursos respaldaron el desarrollo de 11 vacunas que han sido certificadas como seguras y efectivas, y nuestros socios aplican las lecciones que hemos aprendido al desarrollo de vacunas contra la covid-19.

Es posible que en el momento en que lea usted esta carta, usted mismo o alguien que conoce ya haya recibido la vacuna contra la covid-19. El que éstas ya estén disponibles es para nosotros algo bastante remarcable, sobre todo si se toma en cuenta el hecho de que el virus de la covid-19 era un patógeno prácticamente desconocido a principios de 2020 y si se considera lo riguroso que es el proceso para demostrar la seguridad y eficacia de una vacuna. Es importante que las personas comprendan que, si bien estas vacunas han sido desarrolladas en un plazo muy reducido, tenían que cumplir no obstante con unas pautas estrictas antes de ser aprobadas.

Ningún país o empresa podría haber logrado esto solo. Los financiadores de todo el mundo juntaron recursos, los competidores compartieron los resultados de la investigación y todos los involucrados tuvieron una ventaja gracias a muchos años de inversión global en tecnologías que han ayudado a abrir una nueva era en el desarrollo de vacunas. Si el nuevo coronavirus hubiera aparecido en 2009 en vez de en 2019, el camino hacia una vacuna habría sido mucho más largo.

Por supuesto, crear vacunas seguras y efectivas en un laboratorio es solo el comienzo de la historia. El mundo necesita miles de millones de dosis para proteger a todas las personas amenazadas por esta enfermedad, por ello ayudamos a los socios a plantearse la fabricación de vacunas a la vez que se realizaba su desarrollo (un proceso que generalmente ocurre de forma secuencial).

Ahora, el mundo tiene que hacer llegar esas dosis a todas las personas que las necesitan, empezando por los trabajadores sanitarios de primera línea y otros grupos de alto riesgo. Nuestra fundación ha trabajado en el pasado con fabricantes y socios para entregar otras vacunas a bajo costo y a gran escala (incluyendo a 822 millones de niños en países de bajos ingresos a través de Gavi, la alianza para la vacunación), y estamos haciendo lo mismo con la covid-19.

Nuestra fundación y sus socios se han adaptado también para enfrentar los desafíos de la covid-19 de otras maneras. Cuando nuestro amigo Warren Buffett donó prácticamente toda su fortuna para duplicar los recursos de nuestra fundación en 2006, nos instó a mantenernos enfocados en los problemas que desde siempre han sido la base de nuestra misión. Abordar la covid-19 fue una parte esencial de cualquier trabajo de salud mundial en 2020, pero no ha sido nuestro único objetivo durante el último año. Nuestros colegas siguen progresando en todas las áreas de nuestro programa.

El equipo encargado de la malaria ha tenido que repensar cómo distribuir mosquiteros en un momento en que ya no es seguro organizar un evento masivo para entregarlos a un gran número de personas al mismo tiempo. Estamos ayudando a los socios a comprender el impacto que la covid-19 tiene en las mujeres embarazadas y en los bebés y nos aseguramos de que siguen recibiendo servicios de salud esenciales. Nuestros socios educativos están ayudando a los profesores a adaptarse a un mundo donde su ordenador portátil se ha transformado en su aula. Dicho de otra forma, seguimos capacitados y apuntando al mismo objetivo que venimos persiguiendo desde la creación de nuestra fundación: asegurarnos de que todos los habitantes del planeta tengan la oportunidad de vivir una vida saludable y productiva.

Hay un motivo por el que somos optimistas en cuanto a la vida después de la pandemia y es este: si bien la pandemia ha obligado a muchas personas a asimilar un nuevo vocabulario, también ha aportado un nuevo significado a términos antiguos como “salud global”.

En el pasado el término “salud global” rara vez se usaba para referirse a la salud de todos, en todas partes del mundo. En la práctica, la gente de los países desarrollados usaba esta expresión para referirse a la salud de las personas de los países pobres. Un término más exacto probablemente habría sido “salud de los países en desarrollo”.

El año pasado, sin embargo, esto cambió. En 2020 la salud mundial se volvió local. Las distinciones artificiales entre países ricos y países pobres se derrumbaron ante un virus para el cual las fronteras y la geografía no existen.

Todos vimos con nuestros propios ojos lo rápido que una enfermedad de la que nunca has oído hablar en un lugar en el que quizá nunca hayas estado se convirtió en una emergencia de salud pública en nuestra propia casa. Los virus como el que causa la covid-19 nos recuerdan que, a pesar de todas nuestras diferencias, en el mundo en que vivimos todos estamos conectados biológicamente por una red microscópica de gérmenes y partículas, y que, nos guste o no, estamos todos en el mismo barco.

Esperamos que la experiencia vivida por todos nosotros el año pasado genere un cambio a largo plazo en la manera en que las personas se plantean la salud global —y ayude a la gente de los países ricos a darse cuenta de que las inversiones en la salud mundial benefician no solo a los países de bajos ingresos sino a todos. Nos emocionó ver que los Estados Unidos inyectaron 4 mil millones de dólares en GAVI dentro de su último paquete de ayuda para luchar contra la covid-19. Inversiones de este tipo nos permitirán estar mejor armados para superar los próximos desafíos globales.

Así como la Segunda Guerra Mundial fue el evento que definió a la generación de nuestros padres, la pandemia de coronavirus que nos azota actualmente definirá la nuestra. Y así como la Segunda Guerra Mundial sentó las bases para una mayor cooperación entre los países con el fin de proteger la paz y priorizar el bien común, pensamos que el mundo tiene ahora ante sí una gran oportunidad para convertir las lecciones aprendidas a la fuerza con esta pandemia, en un futuro más saludable y equitativo para todos.

En el resto de esta carta, escribimos sobre dos áreas que consideramos esenciales para construir ese futuro mejor: priorizar la igualdad y prepararnos para la próxima pandemia.

¿Podemos salir de esta pandemia con un mayor nivel de equidad que el que teníamos antes de ella?

A menudo me pregunto qué percepción tienen ellas de la pandemia y cómo la están enfrentando. Cuando hablo con expertos y líderes mundiales por videoconferencia, trato de imaginar cómo van a afectar a estas mujeres y a sus familias las decisiones que se toman en el marco de estas conversaciones. Me recuerdan día tras día la importancia de garantizar que la respuesta mundial a la covid-19 no deje a nadie por el camino.

Desde el sida hasta el zika y el ébola, los brotes de enfermedades tienden a seguir un patrón sombrío. Lastiman a algunas personas más que a otras y no es por azar. A medida que infectan a las sociedades, explotan las desigualdades preexistentes.

Lo mismo ocurre con la covid-19. Para las personas más desfavorecidas la situación es peor que para las más pudientes. Los trabajadores esenciales se enfrentan a mayores riesgos que los que pueden realizar teletrabajo. Los estudiantes que no tienen acceso a Internet se están quedando a la zaga con relación a aquellos que siguen sus clases a distancia. En los Estados Unidos, las comunidades de color tienen más probabilidades de enfermarse y morir que otros estadounidenses. Y en todo el mundo, las mujeres que llevan tiempo luchando para empoderarse y tener influencia sobre sus vidas ven ahora cómo décadas de frágil progreso se hacen añicos en cuestión de meses.

En los Estados Unidos, muchos de nuestros esfuerzos de lucha contra el coronavirus se superponen con nuestro trabajo sobre la equidad racial. Por ejemplo, según las estadísticas, los estadounidenses negros tienen tres veces más probabilidades que los estadounidenses blancos de contraer la covid-19, y también es más probable que vivan en un área con acceso limitado a las pruebas para la covid-19. Para ayudar a satisfacer la demanda de pruebas de la comunidad local, nuestra fundación se ha asociado con colegios y universidades históricamente afroamericanos para ampliar la capacidad de realizar pruebas de diagnóstico en sus campus.

También estamos abordando desde otro enfoque el impacto desproporcionado de la pandemia en las personas de color, a través, por ejemplo, del trabajo educativo que nuestra fundación realiza en EE UU. Nos preocupa que los estudiantes se queden a la zaga en todos los niveles (cuando los colegios cerraron en la primavera pasada, el estudiante promedio perdió meses de aprendizaje). Sin embargo lo que más nos preocupa es que la covid-19 pueda exacerbar las barreras a la educación superior que existen desde hace mucho tiempo, particularmente para los estudiantes que son negros, latinos o procedentes de familias de bajos ingresos. Los ingresos medios de por vida de los graduados universitarios representan el doble de los de los graduados de el colegio secundario, de ahí la importancia de lo que está en juego para los jóvenes. Con el fin de ayudar a los estudiantes a superar los obstáculos de la covid-19, nuestra fundación amplió su asociación con tres organizaciones que tienen un historial comprobado de uso de herramientas digitales para ayudarles a seguir orientándose hacia la obtención de un título universitario. Pensamos que los modelos y enfoques que estas organizaciones están perfeccionando ahora seguirán ampliando también las oportunidades que los estudiantes podrán aprovechar después de una pandemia.

En cuanto a nuestro trabajo fuera de los Estados Unidos, yo me he centrado en hacer un llamamiento a los líderes mundiales para que pongan a las mujeres en el centro de su respuesta a la covid-19. Si los gobiernos ignoran el hecho de que la pandemia y la recesión resultante están afectando a las mujeres de manera diferente, la crisis se prolongará y se ralentizará la recuperación económica para todos.

Por ejemplo, debido a los cierres económicos del pasado año, cientos de millones de personas en países de bajos ingresos han necesitado la ayuda de su gobierno para satisfacer sus necesidades básicas. Pero la cruel ironía es que las mujeres que más necesitan estos recursos económicos tienden a ser invisibles para sus gobiernos. Es difícil enviar dinero en efectivo de forma segura y rápida a una mujer que no aparece en las listas de contribuyentes, que no tiene una identificación formal o que no posee un teléfono móvil. A menos que los sistemas financieros estén diseñados específicamente para incluir a estas mujeres, es probable que dichos sistemas las excluyan, marginalizándolas aún más de la economía. Nuestra fundación ha trabajado con el Banco Mundial para ayudar a los países a superar estos obstáculos y crear programas digitales de transferencias de efectivo tomando en consideración las necesidades de las mujeres.

De forma más general, apoyamos los esfuerzos para diseñar planes de respuesta económica dirigidos a mujeres y trabajadores con salarios bajos. En los países de ingresos bajos y medianos, las personas más pobres tienden a trabajar por cuenta propia en el sector informal como agricultores o vendedores ambulantes, por ejemplo. Los legisladores a menudo pasan por alto a estos trabajadores y las medidas de estímulo tradicionales no satisfacen sus necesidades. Las reducciones de impuestos en realidad no ayudan a las personas que no pagan impuestos; ¿quién paga por la baja remunerada de una persona si dicha persona trabaja por su cuenta? Nuestra fundación ayudó a financiar la investigación sobre cómo los gobiernos pueden reparar estos agujeros en la red de seguridad dando prioridad a medidas como subvenciones en efectivo, ayuda alimentaria y moratorias sobre el alquiler y los servicios públicos.

El año pasado ha puesto de manifiesto también el trabajo no remunerado de las mujeres, tema que ya he abordado anteriormente en esta carta. Con miles de millones de personas que ahora se quedan en casa, la demanda de servicios de cuidado no remunerado —cocinar, hacer la limpieza y cuidar de los niños— ha aumentado. Las mujeres ya hacían alrededor de las tres cuartas partes de este trabajo. Ahora, durante la pandemia, están asumiendo una parte aún mayor de estos servicios. Si bien se trata de un trabajo no remunerado su coste es sin embargo enorme: a nivel mundial, un aumento de dos horas la prestación de cuidados no remunerada de las mujeres se correlaciona con una disminución de 10 puntos porcentuales en la participación de la mujer en la vida laboral. A medida que los gobiernos reconstruyen sus economías, es hora de comenzar a tratar el cuidado infantil como una infraestructura esencial, tan digna de financiación como las carreteras y los cables de fibra óptica. A largo plazo, esto ayudará a crear economías post-pandémicas más productivas e inclusivas.

No obstante, Bill y yo estamos profundamente preocupados por el hecho de que, además de poner de manifiesto tantas viejas injusticias, la pandemia desate una nueva: la desigualdad en la inmunidad, un futuro donde las personas más ricas tengan acceso a una vacuna contra la covid-19, mientras que el resto del mundo no pueda acceder a la misma.

Las naciones ricas ya llevan meses comprando con antelación dosis de vacunas para empezar a inmunizar a su población en cuanto dichas vacunas sean aprobadas. Pero habida cuenta de la situación actual, los países de ingresos bajos y medianos solo podrán vacunar a aproximadamente una de cada cinco personas que dichos países durante el próximo año. En un mundo donde la salud mundial es local, eso debería preocuparnos a todos.

Desde el comienzo de la pandemia, hemos instado a las naciones ricas a recordar que cuando la covid-19 afecta a un lugar cualquiera es una amenaza en todos los lugares. Hasta que las vacunas lleguen a todo el mundo, seguirán apareciendo nuevos focos de la enfermedad que irán creciendo y extendiéndose. Los colegios y oficinas cerrarán nuevamente. El ciclo de desigualdad continuará. Todo depende de que todo el mundo aúne sus esfuerzos para garantizar que la ciencia que salva vidas desarrollada en 2020 salve tantas vidas cuantas sea posible en 2021.

Crisis existenciales como estas arrasan todas las áreas de nuestra vida. Sin embargo las soluciones que son dignas de estos momentos históricos también tienen repercusiones. Exigir una respuesta inclusiva salvará vidas y medios de subsistencia ahora —y sentará las bases para un mundo post-pandémico más fuerte, más equitativo y más resiliente.

No es demasiado pronto para empezar a pensar en la próxima pandemia

BILL: Una de las preguntas que más me hacen es cuándo creo que el mundo volverá a la normalidad. Entiendo por qué. Todos queremos volver a la vida pre-covid-19. Sin embargo, hay un lugar al que espero no volver nunca: nuestra complacencia con las pandemias.

La triste realidad es que la covid-19 podría no ser la última pandemia. No sabemos cuándo llegará la próxima, si será una gripe, un coronavirus o alguna enfermedad que aún no conocemos. Sin embargo, lo que sí sabemos es que no podemos permitirnos que nos tome por sorpresa. La amenaza de la próxima pandemia seguirá cerniéndose sobre nuestras cabezas, a menos que el mundo tome medidas para prevenirla.

La buena noticia es que podemos adelantarnos a los brotes de enfermedades infecciosas. Aunque el mundo no haya logrado de muchas formas prepararse para hacer frente a la covid-19, todavía nos beneficiamos de las acciones tomadas en respuesta a brotes pasados. Por ejemplo, la epidemia de ébola dejó claro que necesitábamos acelerar el desarrollo de nuevas vacunas. Así es que nuestra fundación se asoció con gobiernos y otros patrocinadores para crear la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias. CEPI ayudó a financiar una serie de vacunas candidatas contra la covid-19, incluidas las de Moderna y Oxford AstraZeneca, y está fuertemente involucrado en el trabajo sobre el acceso equitativo a las vacunas, tema sobre el que escribió Melinda.

Para evitar que se repitan las dificultades de este último año, la preparación ante una pandemia debe tomarse tan en serio como una amenaza de guerra. El mundo necesita duplicar las inversiones en I+D así como en organizaciones como CEPI que han demostrado ser invaluables en el marco de la covid-19. También necesitamos desarrollar capacidades completamente nuevas que aún no existen.

Detener la próxima pandemia requerirá gastar decenas de miles de millones de dólares por año —una gran inversión, pero recuerde que se estima que la pandemia de la covid-19 le costará al mundo 28 billones de dólares. El mundo necesita gastar miles de millones para ahorrar billones (y prevenir millones de muertes). Yo considero esto como la mejor y más rentable póliza de seguro que el mundo podría comprar.

La mayor parte de esta inversión debe provenir de países ricos. Los países de ingresos bajos y medios y las fundaciones como la nuestra tienen un papel que desempeñar, pero los gobiernos de los países de ingresos elevados deben encabezar la marcha aquí porque los beneficios para ellos son enormes. Si uno vive en un país rico, le conviene que su gobierno despliegue grandes esfuerzos para prepararse a la irrupción de una pandemia en todo el mundo. Melinda escribió que la covid-19 en cualquier lugar es una amenaza para la salud en todas partes; lo mismo se aplica a la próxima posible pandemia. Las herramientas y los sistemas creados para detener el avance de los patógenos deben abarcar todo el mundo, incluso a los países de ingresos bajos y medianos.

En primer lugar los gobiernos deben seguir invirtiendo en las herramientas científicas que nos están ayudando a superar la actual pandemia —incluso una vez que la pandemia haya pasado. Los nuevos avances nos darán una ventaja la próxima vez que surja una nueva enfermedad. Se necesitaron meses para disponer de la suficiente capacidad para realizar pruebas de la covid-19 en los Estados Unidos. Pero es posible crear diagnósticos cuya implementación puede ser muy rápida. Para la próxima pandemia, tengo la esperanza de que tengamos lo que yo llamo plataformas de megadiagnóstico que podrían hacer pruebas hasta al 20 por ciento de la población mundial cada semana.

Estoy convencido de que también dispondremos de mejores tratamientos la próxima vez. Una de las terapias anti covid-19 más prometedoras son los anticuerpos monoclonales. Si un paciente los recibe con la suficiente antelación su tasa de muerte puede reducirse hasta en un 80%.

Nuestra fundación ha financiado la investigación sobre anticuerpos monoclonales como posible tratamiento contra la gripe y la malaria durante más de una década. Estos anticuerpos se pueden utilizar para tratar diversas enfermedades. El inconveniente que presentan es la duración del plazo necesario para su desarrollo y fabricación. Es probable que se necesiten otros cinco años para perfeccionar la tecnología antes de que podamos producirlos rápidamente en respuesta a nuevos patógenos.

También espero que veamos grandes avances en los próximos cinco años en nuestra capacidad para desarrollar nuevas vacunas, merced, en gran parte, al éxito de las vacunas de ARNm contra la covid-19. Escribí extensamente sobre este tema en mi Resumen del Año, pero para decirlo en unas cuantas palabras, las vacunas de ARNm son un nuevo tipo de vacuna que facilitan instrucciones a nuestro cuerpo para que éste pueda combatir un patógeno. Aunque nuestra fundación financia desde 2014 la investigación de esta nueva plataforma, no se había aprobado el uso de alguna vacuna de ARNm antes del mes pasado. Esta pandemia ha acelerado enormemente el proceso de desarrollo de la plataforma.

De la misma forma que creo que veremos enormes mejoras en el diagnóstico y los anticuerpos monoclonales, predigo que las vacunas de ARNm se desarrollarán más rápido, será más fácil multiplicar su número y serán más estables con lo cual se almacenarán mejor durante los próximos cinco a diez años. Esto sería un gran avance tanto para futuras pandemias como para otros desafíos de salud mundial. Las vacunas de ARNm son una plataforma prometedora para enfermedades como la provocada por el VIH o la tuberculosis y la malaria. Los progresos en I+D realizados como resultado de la covid-19 podrían algún día proporcionarnos las herramientas que necesitamos para terminar de una vez por todas con estas enfermedades mortales.

En cuanto a la prevención de pandemias, las herramientas científicas por sí solas no son suficientes. El mundo también necesita capacidades sobre el terreno que realicen un monitoreo constante de los patógenos problemáticos y que puedan desplegarse en cuanto se necesiten. Aún quedan muchos flecos por ultimar, como por ejemplo definir dónde se alojarían estas capacidades y cómo se estructurarían exactamente. Pero he aquí el fruto de mi reflexión general:

En primer lugar debemos detectar los brotes de enfermedades tan pronto como ocurren, donde sea que ocurran. Eso requerirá un sistema de alerta global, que actualmente no tenemos a gran escala. El elemento vertebrador de este sistema serían las pruebas de diagnóstico. Supongamos que es usted enfermera en una clínica de salud rural. Observa que aparecen más pacientes con tos de los que cabría esperar en esta época del año, o incluso que mueren más personas de lo normal. Entonces, realiza pruebas para detectar los patógenos comunes. Si ninguno de ellos da positivo, se envía su muestra a otro lugar para que sea secuenciada y para profundizar la investigación.

Si en su muestra se detecta un patógeno súper infeccioso o completamente nuevo, entra en acción un grupo de socorristas de primera línea para las enfermedades infecciosas. Piense en este cuerpo como un escuadrón de bomberos que interviene contra una pandemia. Al igual que los bomberos, son profesionales completamente capacitados que están listos para responder a posibles crisis en cualquier momento. Cuando no están respondiendo activamente a un brote, mantienen ágiles sus habilidades trabajando sobre enfermedades como la malaria y la polio. Calculo que necesitamos alrededor de 3,000 socorristas en todo el mundo.

Para aprender cómo sacar el mejor provecho de estos equipos de primera intervención, el mundo necesita ejecutar regularmente juegos con gérmenes — simulaciones que nos permitan practicar, analizar y mejorar nuestra respuesta frente a los brotes de enfermedades, al igual que los juegos de guerra permiten que los militares se preparen para la guerra en la vida real. La velocidad tiene su importancia en una pandemia. Cuanto más rápido se actúe, más rápido se detiene el crecimiento exponencial del virus. Los lugares que recientemente lidiaron con brotes de infecciones respiratorias —como Taiwán con el SARS y Corea del Sur con el MERS— respondieron a la covid-19 más rápidamente que otros lugares porque ya sabían cómo actuar. La ejecución de simulaciones garantizará que todos estemos listos para actuar rápidamente la próxima vez.

En última instancia, lo que me hace sentir más optimista en cuanto a nuestra capacidad de estar preparados la próxima vez es de lo más sencillo: el mundo ahora comprende cuán seriamente debemos tomarnos las pandemias. Nadie necesita que se le convenza de que una enfermedad infecciosa podría matar a millones de personas o cerrar la economía mundial. El dolor que se ha padecido el año pasado quedará grabado en las mentes de las personas durante una generación. Espero que se apoyen los esfuerzos que nos garantizan mantenernos fuera de las dificultades que hemos experimentado. Ya estamos viendo aparecer nuevas estrategias de preparación para una pandemia, incluso desde el G7 de este año liderado por el Reino Unido, y espero ver aparecer más estrategias en los meses y años venideros.

El mundo no estaba preparado para la pandemia de la covid-19. Creo que la próxima vez será diferente.

Un futuro más saludable y esperanzador para todos

Por muy difícil que sea imaginarlo actualmente, cuando aún sigue habiendo tantas personas afectadas por la covid-19, esta pandemia llegará a su fin algún día. Tal momento, será testimonio de la impresionante labor de los líderes surgidos durante el último año para guiarnos a través de esta crisis.

Cuando decimos “líderes”, no nos referimos únicamente a los responsables políticos y a los representantes electos que están a cargo de la respuesta oficial del gobierno. Nos referimos también a los trabajadores sanitarios que están en primera línea sobrellevando traumas inimaginables. Los profesores, padres y madres y cuidadores que redoblan esfuerzos para asegurarse de que los niños no se retrasen en el colegio. Los científicos e investigadores que trabajan incansablemente para detener este virus. Incluso los vecinos que están cocinando comidas adicionales para asegurarse de que nadie pase hambre en su barrio.

Su liderazgo nos ayudará a superar esta pandemia y por ellos debemos recuperarnos y volvernos más fuertes y mejor preparados para el próximo desafío. El año pasado una amenaza global afectó a casi todas las personas del planeta. De aquí al próximo año, esperamos que una respuesta a la covid-19 equitativa y efectiva también haya llegado a todo el mundo.

Esperamos que usted y los suyos se mantengan a salvo y en buena salud en estos tiempos difíciles.



maria-jose