Entre la Espada y la Pared

El problema no solo es Mariana Rodríguez, son las primeras damas

2022-01-20

El problema con esto es que se crean ideas erróneas alrededor de algo tan delicado como son...

Luisa Cantú Ríos | The Washington Post

Una búsqueda rápida en Google de la frase “Primera dama niños DIF” arroja fotografías de Angélica Rivera, Tere Álvarez del Castillo de Herrera, Cinthia Chavira de Corral, Yolanda Ramírez Gutiérrez, Lupita Pérez Vázquez y Leticia Márquez Yunes —entre muchas otras— rodeadas de niñas y niños. Ellas son o fueron primeras damas de algún municipio, estado o de la república mexicana y, por lo tanto, presidentas honorarias del Sistema para el Desarrollo Integral de las Familias (DIF) en los distintos niveles de gobierno.

Básicamente de eso se trata su encargo: “Debe representar el papel de esposa leal, madre dedicada e ícono de buenos valores —le dijo el sociólogo de la UAM César Alán Castañeda a El Universal—. De ahí que sea vocera de las causas sociales, dándole un carácter humano y estable al gobierno de su marido”. Aunque yo concuerdo más con la definición de Areli Zarai Rojas, quien en su columna para Alcaldes de México, dijo que el cargo servía para “sacarse muchas fotos bonitas con niños, niñas, personas con discapacidad y personas adultas mayores”.

Ninguna se había llevado públicamente a un menor a su casa, como lo hicieron por solo un fin de semana Mariana Rodríguez, titular de la dependencia AMAR a Nuevo León —una oficina recién creada, con tareas similares a las de primera dama como atender a la niñez en situación de vulnerabilidad— y su esposo, el gobernador de ese estado, Samuel García. El hecho aparentemente no fue ilegal, dado que la figura de permiso de convivencia existe. El problema, como apuntó la Red por los Derechos de la Infancia en México, fue la sobreexposición del menor de cinco meses —quien tiene una discapacidad—y su uso para fines de autopromoción.

“¿Por qué hacer de este evento que podría ser un genuino gesto de amor algo que tiene tanto de rédito en términos mediáticos e incluso, para quienes usan estas redes sociales, en términos económicos?”, me dijo en entrevista su directora general, Tania Ramírez.

Ambos violaron la Ley General de Niñas, Niños y Adolescentes, cuyo artículo 77 dice: “Se considerará violación a la intimidad de niñas, niños o adolescentes cualquier manejo directo de su imagen, nombre, datos personales o referencias que permitan su identificación”. Tanto el DIF nacional como la Procuraduría Federal de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes ya anunciaron una investigación al respecto, que esperemos finque responsabilidades correspondientes y garantice el cumplimento de los derechos del menor. Pero, ¿no es esa una violación similar a la que hemos visto una y otra vez en revistas del corazón, notas de periódicos y eventos públicos televisados? La niñez vulnerable ha sido históricamente usada como un accesorio de las primeras damas.

El problema con esto es que se crean ideas erróneas alrededor de algo tan delicado como son las niñas y niños, cuyos derechos son negados. Por ejemplo, que atenderles es un acto de caridad o de bondad, y no una deuda que debe ser resarcida por el Estado. O como lo que pasó en Nuevo León: que cualquier persona sin responsabilidades o compromisos reales puede hacerse cargo de esa niñez. En la página de AMAR a Nuevo León el apartado de competencias de la titular, Mariana Rodríguez, está vacío.

La encuesta Mariana Rodríguez y el DIF de Nuevo León de Poligrama asegura que 66.79% de la población neolonesa encuestada cree que el acto de Rodríguez y García ayudó a que la gente “conozca la situación de los niños huérfanos y se sensibilice”.

La también influencer —con más de 2.2 millones de seguidores en Instagram— subió posteriormente un video a sus redes sociales en el que aseguró que, gracias a sus publicaciones con el menor, hay 421 familias que quieren hacer lo mismo. Aparentemente sería una buena noticia pero, ¿qué mensaje se mandó a la sociedad si una pareja pudo violar abierta y públicamente los derechos del pequeño? ¿Cómo garantizará el DIF estatal el seguimiento y cuidado de esos niños y niñas si ni siquiera tuvo control de un pequeño de cinco meses con discapacidad en manos de la familia del gobernador? ¿Se comunicó correctamente el mensaje?

Claro que hay que promover, difundir e impulsar los derechos de las infancias y la cultura de la adopción, pero hay que hacerlo sin revictimización, banalización o estereotipación, como se ha hecho por demasiado tiempo con encargos como las presidencias honorarias del DIF a cargo de las primeras damas o en este caso, una figura equivalente. Para empezar, porque pone en el centro del tema a las personas adultas y no a la niñez. También porque el cuidado de las infancias no es una responsabilidad solo de las mujeres, como esta “tradición” intenta reforzar, y tampoco es un tema que alguien sin la sensibilidad y preparación adecuada pueda asumir como causa temporal mientras su esposo gobierne. ¿Se nos ocurriría pedirle a las primeras damas que supervisen a la Secretaría de Hacienda o la de Seguridad Pública?

La erradicación de la figura de primeras damas —o equivalentes, como AMAR a Nuevo León— no debería depender de una decisión individual, como es actualmente el caso de la doctora Beatriz Gutiérrez Müller o con Martha Sahagún durante el sexenio de Vicente Fox, sino un cambio de paradigma sobre el papel de las mujeres en la vida pública y el papel del Estado en el cuidado de las niñas y niños. No olvidemos que la existencia del DIF debería ser un recordatorio constante de que hay familias que viven en situaciones de violencia, precariedad o pobreza tal que ni siquiera se pueden mantener juntas. Mariana Rodríguez y Samuel García podrían empezar a solucionar estos problemas en lugar de utilizar menores para hacerse publicidad.



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