Del Dicho al Hecho

Proceso, baluarte de las libertades

2018-11-19

Umberto Eco, en una polémica con Carlo María Martini sobre cuestiones de...

Por Mauro González Luna, Proceso

La portada última de Proceso, donde aparece la fotografía del Ejecutivo entrante con el mensaje de los fantasmas del fracaso, desató la furia morena en las redes sociales y en los comentarios de articulistas e intelectuales ahora orgánicos.

Por otro lado, casi simultáneamente se publicó en un diario de circulación nacional un artículo titulado: “Plumas Perfumadas”. Ambos hechos: la reacción furiosa y el fondo de tal artículo, revelan intolerancia, insolencia y desdén por la libertad. Analicemos los dos hechos.

El contenido de “Plumas Perfumadas” desacredita la opinión de tres lúcidos articulistas de dos medios escritos de prestigio, porque osaron disentir al criticar fundadamente la llamada consulta sobre el NAIM. Desacredita y hiere al utilizar tal título con fines peyorativos para elogiar las redes sociales y denostar el prestigio de plumas reconocidas. Desacredita por la disonancia en un país que emula la uniformidad del pensamiento único que prevalece en el mundo.

Umberto Eco, en una polémica con Carlo María Martini sobre cuestiones de ética, afirmó que una de las facetas del “ur fascismo” es la exigencia de uniformidad. Sumisa uniformidad. Tras la misma está la sumisión, el “buscar con tierna mirada de can” el favor del amo, en palabras típicas de Ortega y Gasset, que resbala al hablar de tiempos de cobardía. En tales tiempos se pierde el afecto por la libertad, se busca con desesperación la seguridad para aferrarse a ella como a una cadena.

Ese título de “Plumas Perfumadas” hace recordar aquello dicho por Platón de que el hombre es, entre otras cosas, un “bípedo implume”. Pero partamos, como Diógenes, de que esa definición no es acertada. Hablemos pues de plumajes.

Los hay entonces perfumados, que emiten críticas pensantes, basadas en razonamientos de calibre y no en calificativos hirientes. Los hay también dóciles, domesticados, “bien portados”, que con imaginación acomodaticia ven grande lo mediano y lo pequeño, y esperan peras del olmo; es el plumaje de los grandes empresarios que ahora trabajarán para Santa Lucía al mando de los emergentes líderes neoliberales que arropan al poder político; empresarios aquellos que hace unos días eran estigmatizados por los convocantes de la consulta. La docilidad rinde frutos a cambio de tocar las tristes puertas del claudicar. Esto me orilla a citar el verso del poeta Longfellow, donde insta al hombre a no ser ganado arreado, sino héroe en la batalla:

Prohibido disentir, prohibido pensar, son las consignas de la uniformidad. El elogio de las plumas dóciles a las redes sociales olvida que “pensar no es una categoría propia de lo digital”, como bien dice Chul Han, el filósofo migrante que hoy busca nueva patria, y olvida asimismo tal elogio que en el mundo masificado del “Big Data” no hay ciudadanos pensantes, sino consumidores pasivos que se sumergen en “el mar informe de las irresponsabilidades” que es la masa, no el pueblo.

La masa descalifica sin rubor, nunca razona porque carece de personalidad, de humanidad. Cualquier disonancia es desaprobada descarnadamente: disfruta la derrota de la personalidad, el yerro o el acierto del sabio. La democracia del mero número es inepta, torpe para salvaguardar las libertades, intolerante, irracional al servicio del mito, de la irrealidad magnificada por los aduladores.

Esa furia contra el que disiente explica la furibunda reacción a la portada del último número de Proceso. Son reaccionarios porque le temen a la libertad, porque se amparan en el número y, ante la advertencia del “vértigo de los derrumbes”, se rasgan las vestiduras en lugar de asimilar la lección con grandeza de ánimo, con generosa, magnánima y osada humildad en la victoria efímera como todo lo humano.

La respuesta editorial de Proceso ante los calificativos denostadores es serena, ejemplar, llamando al diálogo. Defiende la libertad entendiendo que ello siempre representa un riesgo. Se acierta o se yerra en libertad porque se asume la responsabilidad, sin obedecer consignas, sin doblegarse nunca como designio, como destino de una voz iniciada por Julio Scherer García, baluarte, centinela que hace guardia junto a los grandes idos pero presentes por la libertad. Por ella, se aventura todo, sin ella, se pierde todo: decoro, honor, alma, conciencia, concordia, 


 



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