Divagaciones de Merlín

Los cambios sociales en México que vivió mi Padre

2018-10-17

En el informe presidencial del 1 de septiembre de 1923, Álvaro Obregón indica que se...

Víctor Manuel Peralta Martínez

El 28 de febrero de este año, acudí a la ciudad de Puebla a festejar el aniversario número 90 de mi padre, nació en 1928 en ese estado. Con problemas de salud, principalmente por la diabetes, la presión arterial y la edad, que lo ha obligado a continuas idas al hospital, en donde recibe tratamientos que lo mantienen relativamente bien: aunque algunas veces taciturno, triste y desanimado con la vida, otras con ánimos, alegre y ganas de seguir haciendo sus labores cotidianas.

Nació en el seno de un hogar católico, su primer acto público fue su presentación en la iglesia para bautizarlo con el nombre de Néstor Eladio Peralta Jiménez. Los primeros años transcurrieron entre juegos y pequeñas labores hogareñas. Como la situación económica de sus padres era difícil, se trasladaron del pueblo donde nació a la ciudad de Puebla con el fin de prosperar. Los siguientes años transcurrieron en un ambiente tranquilo y feliz, aunque con muchas restricciones, que fue sorteando.

Los años treinta inicia un cambio en la educación en México, la Educación Socialista, que originó la modificación de los planes de estudios, métodos y libros de texto, se buscaba el mejoramiento de las condiciones del pueblo rural, la igualdad social entre hombres y mujeres, alfabetización y productividad entre otros temas. La enseñanza primaria y secundaria tendrían una orientación social, científica, pedagógica y laica.

Esta visión choca con la educación tradicional, sobre todo en lo laico, pero lo que más afectó fue el método que emplearon para la enseñanza, los profesores atacaban a la religión católica, consideraban que el atraso y oscurantismo se debía a ella, se desato cierta persecución hacia ella desde las aulas. Mis abuelos, muy católicos, sobre todo mi abuela, no entendía esta orientación, motivo suficiente para que no asistiera a la escuela mi padre y quedó sin preparación básica en su niñez. Mi padre tampoco entendió porque no asistir a clases, cuando la mayoría de los niños lo hacían, pero no estaba en posición de exigir, así que acepto el hecho, aunque su interior estaba ávido de conocimientos.       

Mi abuelo, preocupado por la falta de su instrucción, decidió darle clase; con la cascara de una naranja elaboró una letra, y continuo hasta tener el abecedario y los números, empezó a enseñarle a enlazar las letras para formar silabas que terminaron en palabras, después palabras que formaban una frase hasta lograr leer, también aprendió las operaciones básicas, como suma, resta, multiplicar y dividir, ese fue el método de enseñanza que recibió mi padre, rústica, pero eficaz. Con estos conocimientos, su avidez por el conocimiento se despertó y empezó a leer todo libro que se encontraba, hasta que se le formó el buen habito de la lectura, considera que ha leído más de 100 libros en su vida.  

Mi abuelo tenía sus objetivos, regresar a su pueblo con dinero y comprar terrenos que le permitieran obtener el sustento para su familia, y lo logró, después de un tiempo que laboró como obrero en una fábrica textil, reunió lo suficiente para comprar dos terrenos en su tierra. Así que su familia regreso al pueblo y empezó a trabajar sus tierras.

La juventud de mi padre empieza a transcurrir en la tierra que lo vio nacer, sus actividades diarias estaban relacionadas al campo y su producción, que podían ser desde preparar el terreno para sembrar, regar, desyerbar o cosechar los productos. su trabajo, aunque satisfactorio, no era de su agrado, pensaba en que podía realizar otros tipos de trabajos, de mayor responsabilidad y mejor remunerados.

Aprendió la peluquería, sastrería y a matar y procesar cerdos en la carnicería de su padre y con esas habilidades un buen día de 1953 se casó con mi madre. Después de unos meses se dio cuenta que lo que ganaba era insuficiente para mantener a una familia, siendo responsable, de pocas palabras, pero respetuoso, empezó a pensar que trabajo podría resolver su situación económica.

Una noche llegó al pueblo un funcionario de la Secretaría de Educación Pública (SEP) a supervisar a un grupo de Misiones Culturales que laboran en el pueblo. Por azares del destino, el funcionario ceno en la casa de sus padres, mi padre se encontraba con ellos y también estaba su suegro, quien aprovecho la ocasión y le dijo al funcionario que mi padre era deportista y que podía ser un candidato para ocupar un puesto; el funcionario, con el agrado de la cena y tomando en cuenta los comentarios, lo cito en la Secretaría, en la ciudad de México y gracias a que su padre le enseño a leer, logró tener un conocimiento de diferentes áreas y sobre todo de la historia mundial y nacional, conocimientos que le permitieron responder a las preguntas que le formularon, logrando un puesto como aspirante, lo asignaron al pueblo de San José del Chilar, en el estado de Oaxaca.

Las Misiones Culturales fueron un proyecto que surgió (1922) como parte de la gran “cruzada contra la ignorancia” desde la SEP, buscaba incorporar a los indígenas y campesinos al Proyecto de Nación Civilizada, difundir en ellos un pensamiento racional y práctico para terminar con el fanatismo religiosos, los hábitos viciosos y llegar a un saneamiento corporal y doméstico, así que el objetivo era llegar a todos las comunidades rurales e indígenas.

Inicia con el maestro rural ambulante, en la búsqueda de centros indígenas para establecer lo que sería una Misión Cultural, establecer relaciones con la comunidad y localizar maestros a los que instruía sobre los conocimientos que debían impartir, conocimientos que debían ser homogéneos en todo el país.

En el mismo año las labores de los misioneros cambian a una forma más formal, se realiza el primer curso de orientación para maestros rurales, en donde se define la orientación que tendrían las Misiones Culturales. La instrucción estaba dirigida hacía las labores manuales como la agricultura y la pequeña industria, la lechería, conservación de frutas, curtiduría, carpintería, etc. Debido al impulso e interés que este tipo de trabajos generaron con respecto a la educación, se propuso en el Congreso de la Unión, que 60 0 70% de presupuesto para educación se destinara a la creación de escuelas rurales.

En el informe presidencial del 1 de septiembre de 1923, Álvaro Obregón indica que se contaba con 102 maestros misioneros y que el número de alumnos que asistían a escuelas rurales había aumentado de 17,000 a más de 34,000 en ese año. El día 17 del mismo mes y año, se expide el Plan de las Misiones Federales de Educación.  ´

Estas Misiones tuvieron un éxito real y mediático, permitiendo continuar con el proyecto. En 1958 mi padre se desempeñó como misionero de cultura por un periodo de tres meses como prueba. Después de ese tiempo se ganó el puesto, que se llamaba “Renovación y Ocupación del Tiempo Libre” y entre sus funciones estaban las actividades cívicas en fechas históricas; convencer e interesar a la población adulta en los deportes y juegos de mesa para alejarlos de los vicios que proliferaba entre el campesinado.

Como buen deportista que era, jugaba basquetbol, promovió la construcción de canchas de basquetbol en las diferentes poblaciones en donde trabajo, la labor fue titánica; Ya con la idea en su mente, primero tuvo que convencer al jefe de la misión y después ambos al presidente municipal o agente en su caso, conseguir los recursos económicos y la mano de obra, esta última persuadiendo a la gente del pueblo, mi padre ponía el ejemplo con la pala en la mano para hacer la mezcla o desyerbar el terreno, eso hacía que la gente participara de manera voluntaria. De la misma manera promovió la construcción de parques infantiles, acciones que le fueron reconocidas por los habitantes del lugar.

En sus servicios en Misiones Culturales recorrió los estados de Oaxaca, Morelos e Hidalgo, en Santiago Dominguillo, Oaxaca, pintó en los bajos de la Agencia Municipal “La Gran Tenochtitlan”. también realizó otras pinturas en distintas poblaciones, con el paso del tiempo han sufrido deterioros, no sabe si todavía existen o no.

Con una buena reputación por su trabajo durante su gestión, en 1974 deja Misiones Culturales por presentársele otras oportunidades de trabajo, pero más que nada, por querer establecerse en un solo lugar, en 16 años de trabajo realizó lo que siempre deseo, enseñar a otras personas, aquellas que por las circunstancias del destino no pueden tener una formación educativa formal u oficial.

A mi padre le toco vivir una época de grandes cambios, inicia en la década de los treintas, etapa de la Gran Recesión, una afectación mundial de la que ninguna nación puede escapar, esta crisis obliga a todos los países a sacar adelante la economía, México aprovecha y ve la posibilidad de proporcionar también una mejor educación, se crea el modelo de educación socialista que choca grandemente con la enseñanza tradicional, este choque deja sin estudios básicos a mi padre, quien tiene que aprender didácticamente durante toda su vida para poder subsistir en una sociedad cada vez más competitiva, su tenacidad, responsabilidad y autoestima lo impulsan a prepararse, no sabe para qué, ni como, pero lo hace.

Años después, esos cambios en el país, que lo obligaron a prepararse individualmente, le permitieron obtener un puesto desde donde colaboró a enseñar a gente que, como él, no tienen posibilidades de una instrucción formal, pero que les trasmite el mensaje de la superación personal, siempre hay una forma de estudiar cuando se quiere o se tiene el aliciente para hacerlo.

Ahora vive de sus recuerdos en misiones culturales y en los diferentes trabajos en los que se desempeñó, en donde dejo muchos amigos con los cuales todavía mantiene comunicación; su ánimo no decae y lo impulsando su amor a la vida, a luchar contra sus males y la edad, se siente a gusto con lo que tiene y su frase es, “cada uno es el arquitecto de su propio destino”. 



JMRS