Ecología

Necesitamos un pacto para evitar el infierno ecológico

2019-10-14

En un informe de 2018, el IPCC concluyó que para evitar el infierno ecológico...

Jeremy Rifkin, El País

Los científicos nos dicen que el cambio climático de origen humano provocado por la combustión de combustibles fósiles ha llevado a la humanidad y a las especies que conviven con ella a la sexta extinción masiva desde que hay vida en la Tierra. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) calcula que la actividad humana ha causado un aumento de la temperatura de un grado con respecto a los niveles preindustriales y predice que si esta sobrepasa el umbral de los 1,5 grados, desencadenará unos bucles de retroalimentación desbocados y una secuencia de episodios de alteración del clima que diezmarán los ecosistemas del planeta. En un informe de 2018, el IPCC concluyó que para evitar el infierno ecológico tendríamos que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 45% con respecto a 2010, y que solo nos quedan 12 años para conseguirlo. Esto requerirá una transformación de la economía mundial, de la sociedad y de todo nuestro modo de vida sin precedentes en la historia humana. En otras palabras, el plazo con que contamos para cambiar radicalmente el rumbo de la civilización es brevísimo.

Ante la emergencia climática mundial, una joven generación nacida entre las dos últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI está liderando una movilización planetaria nunca vista en defensa de un nuevo pacto por el medio ambiente. Su objetivo es salvar la vida en la Tierra y establecer la agenda de un movimiento político firme capaz de revolucionar la sociedad.

En Estados Unidos, los principales candidatos del Partido Demócrata a las elecciones presidenciales de 2020 han anunciado su respaldo a este pacto, al igual que la Conferencia de Alcaldes de Estados Unidos. En la UE, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, también ha hecho del pacto la pieza central de la transformación de Europa en una sociedad poscarbono neutra en emisiones.

Al mismo tiempo que el green new deal (nuevo pacto verde) se ha convertido en el foco de atención de la esfera política, dentro de la comunidad empresarial está surgiendo un movimiento paralelo que sacudirá los cimientos de la economía mundial en los próximos años. Los sectores económicos clave —las tecnologías de la información y la comunicación; la energía y la electricidad; el transporte y la logística, y el sector inmobiliario— se están desvinculando rápidamente de los combustibles fósiles para favorecer la energía solar y la eólica, cada vez más baratas, así como las tecnologías limpias, las prácticas empresariales respetuosas con el medio ambiente y los procesos de circularidad y resiliencia que constituyen elementos fundamentales de una sociedad ecológica.

Los costes de las instalaciones de energía solar y eólica han caído en picado y actualmente están por debajo de los de la energía nuclear, el petróleo, el carbón y el gas natural, lo que ha dejado rezagadas a las viejas energías convencionales y a las tecnologías que las acompañan. Varios estudios recientes han dado la voz de alarma al afirmar que billones de dólares en activos bloqueados en combustibles fósiles pueden crear una burbuja de carbono que probablemente estallará en 2028, provocando el colapso de la civilización basada en esta fuente de energía. Estos “activos bloqueados” corresponden a los hidrocarburos que permanecerán en el subsuelo debido a la caída de la demanda así como al abandono de los oleoductos, las plataformas oceánicas, las instalaciones de almacenamiento, las centrales de generación de energía, las plantas eléctricas de reserva, las instalaciones de procesado petroquímico, las gasolineras, los centros de autoservicio y la miríada de empresas estrechamente vinculadas a la cultura de los hidrocarburos. Los países dependientes de los combustibles fósiles, como España, se verán afectados de lleno por la combinación del desplome de los precios de la energía solar y eólica y las consecuencias de una demanda de petróleo que superará a la oferta, así como de la acumulación de activos bloqueados en la industria petrolera. El mercado está pronunciándose, y los Gobiernos sin excepción van a tener que adaptarse rápidamente si quieren sobrevivir y prosperar.

Está claro que para llevar a cabo la transición de la civilización moribunda basada en los combustibles fósiles a otra emergente y ecológica, España y el mundo necesitan una nueva visión económica convincente y factible para las ciudades grandes y pequeñas y las comunidades rurales. Tenemos que retroceder y preguntarnos cómo se han producido los grandes cambios de paradigma económico en la historia.

Las transformaciones económicas más importantes han requerido la concurrencia de tres elementos, cada uno de los cuales interactúa con los demás para hacer posible que el sistema funcione como un todo. Estos elementos son un nuevo sistema de comunicación, una nueva fuente de energía y un nuevo mecanismo de transporte que gestione, suministre energía y mueva la actividad económica, la vida social y la gobernanza. En el siglo XIX, la imprenta a vapor y el telégrafo, el carbón en abundancia y las locomotoras que circulaban por redes ferroviarias nacionales se engranaron en una infraestructura común para gestionar, suministrar energía y mover a la sociedad, dando origen a la primera revolución industrial. En el siglo XX, la electricidad centralizada, el teléfono, la radio y la televisión, el petróleo barato y los vehículos de combustión interna que circulaban por redes de carreteras nacionales convergieron para crear la infraestructura de la segunda revolución industrial que gestionó, suministró energía y movió a la sociedad.

En Estados Unidos, los principales candidatos demócratas a las elecciones presidenciales de 2020 respaldan este pacto ecológico

Actualmente nos encontramos en la cúspide de la tercera revolución industrial. El Internet de la comunicación digitalizada de banda ancha converge con el Internet de la energía renovable digitalizada, alimentado con energía solar y eólica, y el Internet de la movilidad y la logística digitalizadas, con vehícu­los autónomos eléctricos y de pilas de combustible, alimentado por energía verde. Todos ellos se apoyan en la plataforma del Internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés), integrada en un parque inmobiliario comercial, residencial e industrial neutro en carbono, para gestionar, suministrar energía y mover a la sociedad del siglo XXI.

Los edificios —residenciales, comerciales, industriales e institucionales— se están actualizando y transformando en nodos y redes inteligentes energéticamente eficientes, resilientes y con una huella de carbono cero insertos en la matriz del Internet de las cosas. Los nodos arquitectónicos conectados a la infraestructura del IoT actuarán como centros periféricos de datos, microplantas de generación de electricidad verde, almacenes de energía y centros logísticos y de transporte para gestionar, suministrar energía y mover la actividad económica y la vida social en una España ecológica e inteligente. Los edificios ya no serán espacios privados pasivos encerrados en sus paredes, sino entidades semipúblicas activamente comprometidas que compartirán entre sí energías renovables, eficiencias energéticas, almacenamiento de energía, movilidad eléctrica y muchas otras actividades económicas en el ámbito de los bienes comunales y a discreción de sus ocupantes.

La nueva infraestructura inteligente sostenible afectará a todos los sectores e industrias y posibilitará nuevos modelos empresariales y oportunidades de empleo a gran escala característicos de la transición a una economía ecológica. Los estudios recientes muestran que la transición a las infraestructuras de la tercera revolución industrial y las nuevas prácticas empresariales conectadas con ella resultarán en un salto gigantesco en “eficiencia agregada”, al tiempo que darán lugar a una economía circular neutra en carbono ecológicamente sostenible y altamente resiliente.

La economía digital también conlleva riesgos y desafíos. Uno de los más importantes es garantizar la neutralidad de la Red para asegurarse de que todo el mundo tenga el mismo acceso a ella; salvaguardar la privacidad; proteger la seguridad de los datos, y prevenir el cibercrimen y el ciberterrorismo. ¿Cómo podemos evitar que los Estados pirateen las redes sociales de otros países y difundan informaciones falsas para influir en los resultados de las elecciones? ¿Cómo oponer resistencia a la conversión de los gigantes de Internet en monopolios que venden datos personales a terceras empresas para usos comerciales? La cara oscura de Internet exigirá una supervisión regulatoria vigilante a escala local, regional y nacional.

Millones de centros de generación de energía solar y eólica alimentarán a una red de alto voltaje inteligente y digitalizada

La construcción de una red inteligente nacional —el Internet de la energía— a lo largo y ancho del territorio español constituirá la columna vertebral de la transformación que traerá el green new deal. La red eléctrica está pasando de un sistema centralizado basado en las energías fósiles a un sistema distribuido basado en lo que posiblemente lleguen a ser millones de centros de generación de energía solar y eólica que alimentarán y se alimentarán de una red eléctrica nacional de alto voltaje inteligente y digitalizada. En el nuevo sistema, cada empresa, cada barrio y cada propietario de vivienda se convertirá en un productor de electricidad en potencia que compartirá su excedente con los demás en un Internet de la energía inteligente que está empezando a expandirse por territorios nacionales y continentales. Los Gobiernos nacionales deberán asumir la responsabilidad principal de la financiación de los entre 10 y 20 años que se tardará en desarrollar la red —el Internet de la energía—, mientras que las autonomías españolas financiarán el resto. La red eléctrica nacional inteligente, que posibilitará la interconexión digital sin interrupciones y hará posible compartir la electricidad procedente de fuentes de energía renovables entre todas las regiones del país, guarda similitudes con la expansión del Sistema Interestatal de Autopistas de Estados Unidos, que hizo posible la interconexión sin interrupciones para la movilidad a lo largo y ancho de este territorio en el siglo XX. Cuando Dwight Eisenhower llegó a la presidencia en 1953 tenía en mente un “gran plan” para un sistema interestatal de autopistas que conectaría la totalidad de la economía y la sociedad estadounidenses, cuya función sería la de proveer infraestructuras de movilidad modernizadas al auge económico que siguió a la II Guerra Mundial. A Estados Unidos le siguió España, así como otros países de todo el mundo. De la misma manera que el sistema de autopistas, el incipiente Internet de la energía a escala nacional conectará digitalmente a las empresas, los propietarios de viviendas, la sociedad civil y los servicios del Gobierno de un extremo a otro de España; incrementará de forma espectacular la eficacia agregada del país, reducirá su huella de carbono prácticamente a cero y dará lugar a una economía de alto rendimiento más sostenible y resiliente. Entre el Internet de la energía renovable de la tercera revolución industrial y el Sistema Interestatal de Autopistas hay otra similitud. En la década de 1950, la vida estaba amenazada por un posible ataque nuclear. El presidente Eisen­hower defendía que el sistema de autopistas podía acelerar las evacuaciones masivas de ciudades en caso de una guerra nuclear de consecuencias desastrosas. Hoy día las amenazas son la guerra cibernética y las catástrofes climáticas.

El aspecto positivo es que una red eléctrica nacional inteligente gestionará una infraestructura aún más diversa y compleja, compuesta literalmente por millones de actores densamente interrelacionados en plataformas en continuo cambio. Sin embargo, la propia complejidad del sistema actual lo hace cada vez más vulnerable a los ciberataques y los fenómenos climáticos. La clave de la ciberseguridad y la adaptación al clima reside en profundizar en la resiliencia, lo cual, por su parte, exige que se expanda la energía distribuida en cada comunidad. La instalación de microrredes será la primera línea de protección para España. Si en algún punto del país se produjese un ciberataque o una catástrofe climática que inutilizase la red eléctrica nacional inteligente, los propietarios de viviendas, las empresas y las comunidades en su conjunto podrían desconectarse rápidamente de esta, volver a agruparse y compartir electricidad entre barrios, lo cual permitiría que la sociedad siguiese funcionando. Además de supervisar el desarrollo de la red eléctrica inteligente nacional, el Gobierno también deberá asumir la responsabilidad de establecer códigos, normativas y estándares que habrá que legislar para acelerar la transición a una infraestructura integrada, ecológica y neutra en carbono propia de la tercera revolución industrial que abarque todas las regiones y sea uniforme en todo el país.

Si en algún lugar hubiera una catástrofe que inutilizase la red eléctrica, los barrios compartirían la suya entre sí

España tendrá que apoyarse en un sistema bancario nacional ecológico capaz de proporcionar fondos a los bancos regionales y municipales. Estos, por su parte, pueden aprovechar los fondos para asegurarse financiación suficiente mediante la emisión de bonos verdes que permitirán invertir en el desarrollo de las infraestructuras ecológicas a diferentes escalas de la tercera revolución industrial. El Gobierno también proporcionará incentivos (“zanahorias”) y órdenes (“palos”) para ayudar a las autonomías y los municipios a agilizar la financiación de la transformación de las infraestructuras. Mientras que parte de esta financiación procederá de los ingresos fiscales y el establecimiento de nuevas prioridades en los Presupuestos del Gobierno, la inversión en bonos verdes se derivará en gran medida de fondos institucionales, y en particular de fondos de pensiones públicos y privados, que en 2018 constituyeron la mayor reserva de capital del mundo. Marx jamás imaginó para el siglo XXI una realidad en la que los trabajadores fuesen los principales propietarios de capital de inversión a escala mundial a través de sus fondos de pensiones públicos y privados. Preocupados por el cambio climático y la posibilidad de que sus recursos se queden en un sector de los combustibles fósiles lastrado por los activos bloqueados, lo cual podría liquidar las jubilaciones de millones de trabajadores, los fondos de pensiones están empezando a retirarse de este sector y de los sectores relacionados, como la industria petroquímica, y a reinvertir en las oportunidades verdes que constituyen la economía inteligente de la tercera revolución industrial.

La ‘mano invisible’ no nos guiará por sí sola a la era de la resiliencia. Levantar una civilización ecológica exige respuestas colectivas

Algo que no hay que perder de vista es que el derrumbamiento de la civilización de los combustibles fósiles es inevitable por muchos esfuerzos que el sector haga para impedirlo. Las fuerzas del mercado son mucho más poderosas que las maniobras de cualquier grupo de presión de la industria de los hidrocarburos. Ya he mencionado que actualmente la energía solar y la eólica son las más baratas del mundo, y sus costes fijos van a seguir cayendo en una curva exponencial durante muchos años. A esto se añade que el coste marginal de generarlas es prácticamente cero. A diferencia de los costes de extracción y refinado del carbón, el petróleo, el gas y el uranio, el sol y el viento son gratis.

Pero la mano invisible no nos guiará por sí sola a la era de la resiliencia. Levantar una civilización ecológica nueva de las cenizas del hundimiento de una civilización de los combustibles fósiles exigirá una respuesta mucho más colectiva que una a los Gobiernos, la industria y la sociedad civil, de todos y cada uno de los municipios y las regiones. Habrá que combinar adecuadamente capital público, bursátil y social a fin de expandir rápidamente unas infraestructuras inteligentes de alcance comunitario, neutras en carbono, propias de la tercera revolución industrial, y fruto de un nuevo pacto ecológico, que sean capaces de conducir a la humanidad a una nueva era sostenible.



Jamileth
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