Mensajería

Cuando la enfermedad abre el corazón

2018-03-07

Entre los efectos, que dependen de las reacciones de cada uno, hay uno que tiene gran valor:...

Por: P.Fernando Pascual, L.C. 


Cuando llega una enfermedad a la propia vida, los resultados pueden ser muy variados. Hay quien se entristece, o quien se angustia, o quien cambia de ritmo, o quien la afronta estoicamente, o quien la ofrece por los demás.

Entre los efectos, que dependen de las reacciones de cada uno, hay uno que tiene gran valor: despertar la sensibilidad para percibir de un modo nuevo, solidario, cercano, la enfermedad de otros.

Hay ocasiones en las que las semanas y los meses transcurren en la normalidad. La salud brilla. Las fuerzas están a disposición. Hay planes, acciones, resultados. Todo marcha sobre ruedas.

Pero esa normalidad, si no estamos atentos, puede secar la sensibilidad hasta el punto de no dar la importancia debida (a veces ni siquiera se percibe) a lo que pasa a nuestro alrededor, especialmente en tantas personas que sufren en su cuerpo y en su alma.

Por eso, al llegar a uno mismo el freno de una fiebre, dolor de garganta, tos molesta, daños en los ojos, incapacidad para concentrarse, desgana, problemas a la hora de comer, el corazón puede abrirse a los sufrimientos de otros que hasta ahora parecían casi insignificantes.

Desde la enfermedad nos damos un poco cuenta de lo que siente quien visita continuamente médicos y hospitales, de quien depende de medicinas, de quien siente un cansancio crónico, de quien está incapacitado por daños físicos irreversibles, de quien sufre a causa de miedos psíquicos duraderos.

Estos días de cama, o de dolores, o de visitas a médicos, pueden esponjar el corazón y permitirnos entrar en el mundo inabarcable del sufrimiento humano. Entonces habrá una mayor sensibilidad para percibir lo que ocurre en los otros.

Con las fuerzas que siguen a nuestra disposición, habrá también un deseo sincero por aliviar el dolor ajeno, como buenos samaritanos. Pediremos por ellos a Dios, y buscaremos compartir nuestro tiempo y nuestro corazón al estar al lado de tantas personas que viven, cada día, esas experiencias tan humanas de la enfermedad y el sufrimiento.



regina

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