Panorama Norteamericano

Incesantes matanzas

2019-08-12

El inicio del mes de agosto de 2019 pasará a la historia de los tiroteos masivos que...

Por Bernardo González Solano | Revista Siempre

Los problemas de EU son innumerables aunque hay todavía quienes lo consideran como paradigma de la nación más poderosa de la Tierra. La Unión Americana cuenta con el 3,9 por ciento (327.2  millones de habitantes) de la población mundial: 6,000 millones de personas; y, como gran paradoja, el 46 por ciento de las armas de fuego en manos de civiles de todo el planeta. Lo más grave del caso es que desde principios del siglo XXI el gran imperio sufre una descontrolada explosión de violencia fuera de toda proporción incluso para sus propios estándares. Para efectos prácticos, a pesar de que los tiroteos masivos son tal vez la parte más conocida de la violencia con armas en EU, suponen solo el 1.2 por ciento de las muertes por este medio. En 2016, el 59 por ciento de los fallecimientos por armas de fuego fueron suicidios. La Unión Americana es el país con la tasa más alta del mundo. Problemas vitales.

De tal suerte, del mes de enero del presente año a la fecha, han tenido lugar 253 tiroteos masivos en el país que (des) controla el presidente Donald John Trump, debido, especialmente, a que en el «último imperio» de cada mil habitantes, 889 poseen armas (de todo tipo y calibre) y 36,338 pierden la vida por su uso intencional, de los cuales 22 mil son por suicidio, y el resto por homicidio. Nada más, nada menos.

El inicio del mes de agosto de 2019 pasará a la historia de los tiroteos masivos que cíclicamente aterrorizan a la sociedad estadounidense. En plena canícula –una de las más calientes en los anales de la climatología mundial y no sólo en el país vecino del norte–, se soltó el diablo en varios estados de la Unión, sobre todo en Texas, en Ohio y en Chicago. La matanza del centro comercial Walmart, de la ciudad fronteriza El Paso, Texas (correspondiente a Ciudad Juárez del lado mexicano), en donde el sábado 3 de agosto murieron 20 personas –ocho de ellas mexicanos– y resultaron heridas otras 26, a manos de un solo tirador, fue la décima octava masacre con más de nueve víctimas mortales en EU los últimos veinte años. El de Dayton, Ohio es el décimo noveno. Por cierto, aunque usted no lo recuerde, esta ciudad del norteño estado fue sede de la firma de los Acuerdos de Paz que puso fin a la guerra de Bosnia en 1965. Simple breviario cultural. El balance de la jornada sangrienta en 13 horas tan solo en dos matanzas, fue de treinta y un muertos, una de ellas motivada por razones xenófobas y racistas, según los datos que hasta el momento se conocen. Crímenes de odio les llaman los especialistas. Esto no es mera casualidad, las agencias de seguridad estadounidenses tienen detectados 1,300 centros de odio en todo el país.

La sangrienta jornada empezó a la 10 horas del sábado 3 de agosto, hora local. El joven Patrick Crusius, hombre blanco de 21 años de edad, y 1.80 metros de estatura, entró en el centro comercial de la cadena Walmart –posiblemente la mayor empresa privada del mundo en su género–, que los mexicanos juarenses consideran como su «tiendita particular» casi cotidianamente, con un rifle militar automático y auriculares en los oídos para protegerse del ruido que causaban los disparos, pues es de oídos delicados. Su objetivo era, como declaró a la policía tras ser arrestado «matar al mayor número de mexicanos». Ese día el local estaba atiborrado de familias de los dos países que hacían las compras por el inminente inicio del curso escolar. Antes de que la policía lo aprehendiera Patrick asesinó, a mansalva, a 21 personas. Todavía algunos heridos pueden morir pues su estado es crítico.

Greg Allen, jefe de la policía de El Paso, declaró a los medios: «Ahora mismo tenemos un manifiesto de este individuo que indica un posible crimen de odio». El documento –que es investigado por la FBI–, apareció en la Internet19 minutos antes de la primera llamada al servicio de emergencias hecha por los clientes del supermercado. Asimismo, la legisladora demócrata Verónica Escobar, que representa al distrito de El Paso en el Congreso, afirmó que la «narrativa del manifiesto está alimentado por el odio, el racismo, la intolerancia y la división». Por su parte, el fiscal del distrito, Jaime Esparza, a su vez declaró: «Puedo decirles desde el principio que el cargo del Estado es asesinato capital y también que él es elegible para la pena de muerte…Pediremos la pena de muerte».

Y, John Bash, fiscal federal para el distrito oeste de Texas incidió en el tema: «Estamos tratando esto como un caso de terrorismo doméstico y vamos a hacer lo que hacemos a los terroristas en este país, que es ofrecer una justicia rápida y segura».

Por su parte, el gobierno de México –comprometido en estos momentos con el problema de los emigrantes centroamericanos bajo las premisas extremistas dictadas por el presidente Donald Trump, lo que medra los principios tradicionales de México de asilo a todo mundo y la «filosofía humanitaria» de Andrés Manuel López Obrador–, anunció, por medio de un comunicado de Marcelo Ebrard Casaubón, titular de Relaciones Exteriores, que se «se solicitaría la extradición del autor de la matanza en El Paso», en la que murieron ocho mexicanos y seis más resultaron heridos. Dice el comunicado: «Consideramos este un acto de terrorismo contra la comunidad méxico-norteamericana y de nacionales de México en Estados Unidos. México está indignado, pero ni proponemos odio contra odio. Actuaremos con la razón, apego a la ley y firmeza». Y, el presidente Andrés Manuel López Obrador, como si fuera pastor de una grey religiosa, reconvino que los problemas sociales «no se resuelven con la violencia ni la xenofobia», por lo que se debe «buscar la fraternidad universal». Respecto a la facilidad de la venta y el uso de las armas en EU, ni el presidente López Obrador  ni ningún otro funcionario federal mexicano fue más allá de exponer «con firmeza» que las autoridades estadounidenses mejoraran el sistema de control de las mismas. Al parecer, para el gobierno lopezobradorista, en este sentido Donald Trump es «intocable», aunque en la Unión Americana el mandatario es el centro de acusaciones por «promover el supremacismo blanco y el racismo contra los mexicanos y otras comunidades extranjeras». El actual ocupante de la Casa Blanca inició su campaña electoral en junio de 2015 acusando a los «mexicanos de ser violadores, asesinos y, algunos, supongo que buena gente». Y, en una rueda de prensa el 15 de febrero pasado, en la residencia presidencial, Trump declaró que la llegada de inmigrantes ilegales era «una invasión de nuestro país», afirmación que después ha repetido ad infinitum. Esto por si acaso en México a alguien que reside en Palacio Nacional se le ha olvidado.

Y, por coincidencia, la segunda frase del manifiesto –titulado «Una incómoda verdad», en el que se vierten elogios a los atentados de Christchurch, Nueva Zelanda, del 15 de marzo de este año, cometidos por Brenton Terrent–  que la policía de Texas atribuye al joven asesino Patrick Crusius en El Paso, dice: «Este ataque es una respuesta a la invasión de Texas por los hispanos». En este sentido, varios personajes demócratas han responsabilizado en estos días a Donald Trump y su discurso racista por el auge de la violencia racista y xenófoba en muchos sitios de la Unión Americana. Por ejemplo, el ex congresista texano aspirante a la Casa Blanca, Beto O´Rourke, dijo: «Trump es un racista y aviva el racismo en este país, y no sólo ofende nuestra sensibilidad, fundamentalmente cambia el carácter de este país y lleva a la violencia».

Después de lo sucedido en El Paso, el mismo sábado 3, en la madrugada, en Dayton, Connor Betts, joven blanco de 24 años de edad, asesinó a nueve personas (entre ellas su propia hermana) e hirió a 27 parroquianos más, a la entrada del bar Ned Peppers, en un barrio de centros nocturnos. Si los guardias hubieran permitido la entrada a Connor, la cifra de muertos hubiera sido mucho mayor, el local estaba abarrotado. El atacante fue abatido por la policía «un minuto después de abrir fuego», según explicó la alcaldesa de la ciudad, Nan Whaley a la prensa.

Y, en la misma madrugada del sábado 3 de agosto, en el parque Douglas, del West Side de Chicago, Illinois, el conductor de un auto Camaro negro, disparó hiriendo a tres mujeres y cuatro hombres. El atacante escapó. Jornada negra en la Unión Americana. Secuela de una larga cadena de tiroteos masivos.

Matanzas

De julio de 2012, al 31 de mayo del año en curso, once masacres son las más relevantes por el número de víctimas. La primera tuvo lugar en un cine en Aurora, Denver, Colorado, cuando un joven bien pertrechado, James Holmes, lanzó una bomba lacrimógena a la sala de proyección y abrió fuego indiscriminadamente contra el público que veía, a la medianoche, el filme Batman, la leyenda renace. El balance fue de 12 muertos y 70 personas heridas. El culpable está condenado a cadena perpetua.

El 14  de diciembre de 2012, en la Escuela Sandy Hook, de Newtown, Connecticut, Adam Lanza, de 20 años de edad, en solitario –sin motivos aparentes–, abrió fuego ocasionado la muerte de 28 personas, de las cuales 20 eran niños entre seis y siete años de edad. Lanza se suicidó sin mayores explicaciones.

Tres años más tarde, el 2 de diciembre de 2015, en una oficina de servicios sociales en San Bernardino, California, tuvo lugar otra tragedia, en el Inland Regional Center para discapacitados mentales, donde dos musulmanes, Tashfeen Malik, de 27 años de edad, y Syed Farook, de 28, dispararon en una fiesta de Navidad. El ataque causó 14 muertos y 21 heridos. Los atacantes escaparon, pero la policía los abatió. Los motivos nunca se supieron.

El 12 de junio de 2016, el joven estadounidense hijo de padres afganos, Omar Siddique Mateen, de 29 años de edad, armado con una pistola y un rifle de asalto, llegó en la madrugada a un Club Gay en Orlando, Florida, donde había más de 300 clientes. En la entrada mató a una persona y después a otras 49 más. En el ataque resultaron heridos 53 personas, hombres y mujeres. Después de la matanza fue abatido por la policía. Anteriormente Siddique se declaró militante del grupo terrorista Estado Islámico. Y, su padre, dijo que a Omar le causaban repulsión los homosexuales.

En una noche de locura, el 1 de octubre de 2017, el estadounidense blanco Stephen Paddock, de 64 años de edad, disparó más de 1,600 disparos en contra una multitud de aproximadamente 22,00 personas que asistían a un concierto de música country, desde su habitación en el piso 32 del Hotel Mandalay Bay en Las Vegas, Nevada, causando 58 muertos y más de 500 heridos. La policía encontró en la habitación 10 rifles de asalto. Aunque la organización terrorista Estado Islámico se atribuyó la autoría del asalto, no se encontraron pruebas de que Paddock perteneciera a la organización islámica. El hombre se suicidó.

Devin P. Kelley, de 26 años de edad, vestido todo de negro, y armado con un rifle semiautomático Ruger AR, y dos pistolas de grueso calibre al cinto, irrumpió el 5 de noviembre de 2017 en una misa que se oficiaba en el templo de la Primera Iglesia Bautista en la comunidad rural de Sutherland Springs, Texas, y empezó a disparar indiscriminadamente. Un niño recibió hasta cuatro balas. En total hubo 26 muertos y 20 heridos. Se escapó a bordo del automóvil que lo condujo a la iglesia y fue perseguido por varios de los feligreses. Uno de ellos le disparó, hiriéndolo. Estrelló su vehículo pero al parecer se suicidó. La policía lo encontró muerto. Al parecer, la matanza obedeció a que Devin había teñido problemas domésticos con los padres de su pareja que eran parroquianos del templo. Ese día no asistieron a los servicios religiosos.

Nicolás Cruz, de 19 años de edad, había sido expulsado de la escuela de educación secundaria Marjory Stoneman Douglas de Parkland, Florida, entre otros motivos porque sus compañeros de clase lo consideraban «racista» y «psicópata», además de que había amenazado a varios de sus maestros por lo que le habían prohibido que llevará una maleta a la escuela. Cruz, había sido adoptada por una pareja que ya había fallecido. El 14 de febrero de 2018 llegó al local con un rifle Smith&Wesson M&P15 y una pistola. Disparó contra los alumnos y los maestros, causando 17 muertos y 14 heridos. El jovenzuelo era miembro de la organización Supremacía Blanca de la República de Florida. Está en la cárcel y fue acusado de 17 cargos de asesinato premeditado. Su juicio todavía no termina, pero puede ser sentenciado a la pena de muerte.

El 18 de mayo de 2018, un joven de 17 años de edad, Dimitrios Pagourtzis, que ese día vestía una camiseta con la inscripción «Born To Kill» («Nacido para matar»), llegó a la escuela secundaria donde estudiaba –solo le faltaban algunos meses para terminar sus cursos–, armado con un fusil y una pistola calibre .38, que pertenecían a su padre,  mismos que utilizó para asesinar a 10 personas, nueve condiscípulos y un maestro. Algunos de sus compañeros dicen que sufría bullying por parte de maestros y alumnos. Al ser capturado dijo que eligió a sus víctimas entre los que «le caían bien o mal». A los primeros les perdonó la vida para que contarán la historia. Pensaba suicidarse, pero al final no tuvo coraje para hacerlo. Está acusado de asesinato premeditado y puede ser condenado a la pena capital.

Cuando los fieles de la sinagoga Árbol de la Vida, de Pittsburgh, se aprestaban a celebrar el Sabbat, Robert Bowers, de 46 años de edad, con un largo historial antijudío, irrumpió en el templo con un rifle de asalto AR-15 y tres pistolas. Sin mediar palabras, empezó a disparar, matando a 11 personas. Otras seis resultaron heridas, incluyendo cuatro policías. Bowers se entregó aunque resultó herido. Está acusado de 44 cargos federales, 32 de los cuales son punibles con la pena de muerte.

En fin, el 7 de noviembre de 2018, Ian Long, ex soldado fichado por la policía por problemas siquiátricos, disparó en un bar que estaba completamente lleno en Thousand Oaks, en las cercanías de Los Ángeles, California y mató a 12 personas, incluyendo a un policía que acudió a atender el ataque. Long se suicidó.

Y la lista continuará, desgraciadamente. ¿Hasta cuándo? Eso, como dice el tango, «solo Dios sabrá».



Jamileth