Vidas Ejemplares

San Pedro

2020-07-01

La dinámica del seguimiento, según el final del Evangelio de san Juan, es primero la...

Ángel Moreno 

Proceso en el seguimiento

“Dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas». Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas.” (Jn 21, 15-17)

Reflexión

Que una persona importante te muestre su confianza es algo favorable. Que alguien famoso te pida tu colaboración, es positivo. Si un personaje te muestra su amistad, sin que signifique afán de dominio, es un regalo.

Jesús declara al discípulo su deseo de amistad. Se pude decir que a todos nos mendiga nuestro amor. Nos pide que vayamos con Él, detrás de Él, y sin duda para un creyente es un don, un regalo impagable sentir que el mismo Jesús te invita a seguirlo. El Maestro se proyecta en el discípulo y siente su gozo en que le siga y sobre todo que actúe según su enseñanza. Jesús encuentra en el discípulo la posibilidad de llevar a cabo su obra, y lo ve no como asalariado, sino como amigo que actúa por amor. Así se lo declara al decirles: “Vosotros sois mis amigos”.

La dinámica del seguimiento, según el final del Evangelio de san Juan, es primero la confesión de amor y después la misión de seguir detrás del Maestro. Cuando la misión se desarrolla sin amor es como la del pastor asalariado. Jesús pregunta a Simón Pedro si le ama, y solo después de la respuesta positiva del discípulo, le encomienda la tarea de apacentar y de pastorear. Curiosamente, le manda el oficio que Él mismo ha desempeñado como Buen Pastor, como quien cuida por amor a sus ovejas, y no como el ladrón, ni como el que trabaja a jornal.

Si al principio del Evangelio el seguimiento se pudo interpretar como una llamada radical, que implicaba abandonar casa, familia, trabajo y tierras, al final, el Maestro no encomienda la tarea sin recibir antes la confesión de amor del discípulo.

El relato evangélico está estructurado en forma de cuestiones, preguntas y respuestas directas. En una interpretación sapiencial del relato, la pregunta no se queda circunscrita a la relación entre Jesús y Pedro, sino que el lector debe percibir como dirigida él la solicitud de amor. ¿Me amas? Esta pregunta no sólo significa solicitud de Jesús, sino más bien declaración de su amor por cada uno, personalmente.

Jesus no pregunta “¿Me amáis?”, de manera colectiva e impersonal, sino que lo hace dirigiéndose cada uno de tú a tú, lo que impide eludir la contestación: “¿Me amas?” “¿Me quieres?” La respuesta debe ser personal, como la misión que se recibe y la invitación que consagra: “Sígueme”. Las llamadas al seguimiento no son colectivas, ni las respuestas deben ser mancomunadas. Otra cosa es que, una vez que cada uno responde de manera afirmativa al Señor y recibe personalmente la misión, se encuentre asociado al grupo de los que van detrás del Maestro.

A ti, y a cada uno, el Señor, de manera insoslayable, nos hace la pregunta: “¿me amas?”. Pregunta, que como espada que penetra hasta la médula, exige respuesta personal. Pedro respondió: “Señor, tu sabes que te quiero”. Entonces, el Maestro le dijo: “Pastorea”.



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