Vox Dei

“Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador"

2019-05-22

"Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se...

Evangelio, Juan 15, 1-8

"Permanezcan en mí y yo en ustedes"

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.

Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.

Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”.

Reflexión

S.S. Papa Francisco

"Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes,
pidan lo que quieran y se les concederá"

Ver una viña en tiempo de cosecha es un espectáculo natural que nos hace pensar en este Evangelio. Los racimos están pesados y jugosos, las uvas, al ser arrancadas, dejan la mano llena de dulce néctar. Al mismo tiempo, es una triste panorámica el ver, por esos mismos días, las viñas que han sido descuidadas. Están secas, llenas de hierbas; lo que estaba destinado a ser un fruto no llega a ser ni siquiera un intento de pasa.

Nuestro Señor es el viñador, y Él prepara la tierra, la riega, la cuida de las malas hierbas y las plagas; también es la vid. Una planta vigorosa, fresca, lista para dar todo el fruto. Pero también nos dice que nosotros somos los sarmientos, y de esos sarmientos es de donde sale el fruto por la alimentación que recibe de la vid. Si recibimos todo del Señor, ¿qué nos impide dar fruto? Pero Dios respeta nuestra libertad. En eso reconocemos que somos creados a su imagen y semejanza. A pesar de tener todos los medios para alimentarnos para la santidad como el agua del bautismo, la poda de la confesión, el alimento de la Eucaristía, sin nuestra libertad Dios no nos va a obligar a dar fruto. Sin embargo, si atendemos a la fuerza de la gracia y además ponemos de nuestra parte, el fruto va a ser abundante, jugoso y dulce. Todo para la mayor gloria de Dios. En esto reconocerán que somos sus hijos.

«Además, el “Pan de cada día”, no lo olvidemos, es Jesús. Sin él no podemos hacer nada. Él es el alimento primordial para vivir bien. Sin embargo, a veces lo reducimos a una guarnición. Pero si él no es el alimento de nuestra vida, el centro de nuestros días, el respiro de nuestra cotidianidad, nada vale, todo es guarnición. Pidiendo el pan suplicamos al Padre y nos decimos cada día: sencillez de vida, cuidado del que está a nuestro alrededor, Jesús sobre todo y, antes de nada.»



JMRS