Vox Populi

El agandaye

2019-09-17

El término agandayar, en la acepción que es común en México, significa...

Por Elisur Arteaga Nava | Revista Siempre

Esta colaboración comienza con algunas preguntas ¿la Cuarta Transformación no comprende la jubilación de la casta política? ¿los actuales miembros de la clase política no saben otra cosa que vivir del presupuesto?

Para evitar el parasitismo político ¿sería factible establecer el imperativo de que nadie puede ocupar por más determinado número de años cargos públicos, sin importar que sean o no de elección popular? ¿La práctica de recurrir a las leyes para impedir a los adversarios políticos acceder a los cargos públicos es inherente al ejercicio del poder en México? ¿la Cuarta Transformación significa más de lo mismo? o ¿implica un abandono de viejos vicios, el combate de prácticas nocivas y la instauración de una nueva forma de ejercer el poder? ¿El agandayar seguirá siendo el sello distintivo del político mexicano, sin importar el partido político? Esta colaboración termina con otras preguntas.

El término agandayar, en la acepción que es común en México, significa el hacerse  de algo a las malas o en contra de lo que disponen las leyes o las buenas costumbres. Pudiera provenir del término gandaya, por la redecilla que usaban los bandoleros; es factible, también, que derive de gandir, igual a huir o refugiarse (María Moliner, Diccionario de uso del español).

Todo lo anterior viene a cuenta por lo que pasó en la Cámara de Diputados la semana pasada. Se requiere ser un desvergonzado irredento, un cínico, para que, sin mediar justificación, se pretenda hacer ahora lo que antes se criticó. Los actuales morenistas, en el pasado, con otras siglas, criticaron a los priistas cuando agandayaban todos los puestos y recursos; que llegaron al extremo de modificar las leyes para impedir a sus adversarios políticos acceder a ellos. ¿Llega a tanto la ambición de poder que, sin importar la ideología, no se admite compartirlo con nadie? ¿tanto es su afán de monopolizar posiciones de poder que ahora olvidan que hacerlo era algo censurable?

No es admisible que quienes prometieron transformar a México, pretendan hacerlo recurriendo a las mañas, a esas malas prácticas que muchos de ellos adquirieron en su paso por el PRI o en sus luchas contra él. No va con la renovación moral el pretender retener porciones de poder, grandes o minúsculas, recurriendo al agandaye.

Es muy injusto exigir a los mismos políticos, a los que han medrado del presupuesto público desde hace cincuenta, cuarenta o menos años, lo sigan haciendo, con detrimento de su salud y mengua de su patrimonio. Por qué no pensar en dejarlos descansar y buscar una renovación total de la clase gobernante.

Ha quedado demostrado que los políticos, con tal de retener una posición o de alcanzar otra de mejor nivel, son capaces de faltar a sus principios, si existen; de traicionar ideología, cuando las hay o amigos, si son capaces de tenerlos; y de adoptar nuevos programas y desechar otros.

La capacidad que tienen nuestros políticos para legislar al vapor, de adaptar la normatividad al gusto del cliente, de establecer limitantes para que un adversario no acceda el poder o para reformar leyes existentes para perpetuarse en el poder, ¿no podría alcanzar, asimismo, para limitar sus ambiciones y para llevarlos a un descanso eterno? ¿Sería mucho pedir que, así como tienen mañas para alterar la leyes a su favor, también las hicieran para consolidar un estado democrático?

El Presidente de la República, en su primer informe, nos hizo saber que la oposición estaba moralmente derrotada. Yo le creí, pero me surgieron dudas, pequeñas, si se quiere, pero al fin dudas ¿la oposición no se pasó a Morena? ¿los supuestos derrotados, con sus mañas, no están ahora en Morena?

A esos políticos agandayeros ya se les olvidó que solos, sin su líder, no son nada y que juntos tampoco cuentan; mucho menos lo son aquellos que tienen por oficio la traición, el chaquetear, el de elogiar al gobernante en turno, sea quien sea, haga lo que haga.

Habrá que reconocer que los políticos, sin importar su supuesta ideología, al igual que la Esfinge, a la que derrotó Edipo, o los camaleones, que habitan nuestros campos, se mimetizan y toman el color de los sitios en que se hallan, lo hacen por instinto de conservación. Si esto es así, para decirlo en términos llanos y en inglés: estamos jodidos.



regina