Vuelta al Mundo

El gabinete de Alberto Fernández

2019-12-11

El 6 de diciembre, a días de jurar su cargo, el presidente electo anunció la...

MARÍA LAURA EBERHARDT | Política Exterior

En Argentina, país presidencial, el poder ejecutivo es unipersonal, compuesto por un presidente elegido por el pueblo. Una de sus primeras (y centrales) funciones es la de nombrar (y remover) a los integrantes de su gabinete, que estarán al frente de los principales departamentos o áreas de gobierno. Desde la reforma constitucional de 1994, el gabinete cuenta además con un líder, el jefe de Gabinete de Ministros, figura ideada para atenuar el poder del primer mandatario que, lejos de haber cumplido con la misión, subsiste como un arma o fusible en manos del titular del ejecutivo, listo para saltar en caso de grave crisis institucional y política.

Desde el 10 de diciembre, Alberto Fernández asume la máxima conducción del país por la coalición Frente de Todos, compuesta por diversas fuerzas políticas de orientación popular: el Partido Justicialista (peronista), el kirchnerismo de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK), el Frente Renovador del exdiputado Sergio Massa, a lo que hay que sumar agrupaciones menores como el Movimiento Evita, Proyecto Sur y Nuevo Encuentro, entre otras. La fórmula presidencial vencedora de esta coalición fue armada por su vicepresidenta, CFK. Hay que recordar que en su día, CFK, después de apenas seis meses de gestión, aceptó la renuncia del propio Fernández en 2008, hasta entonces jefe de su gabinete.

El 6 de diciembre, a días de jurar su cargo, el presidente electo anunció la conformación de su equipo de mando que, según sus propias palabras, “refleja la unidad sobre la que se construyó su coalición”, ya que incluye representantes de las diversas líneas internas que la componen.

Un poco de historia: ¿cuántos y qué ministerios?

Antes de revisar algunos de los más destacados y polémicos nombres del nuevo gabinete, conviene hacer un breve repaso respecto de cuántos y qué ministerios lo conforman, y de cómo se definen ambas variables, un aspecto clave a la hora de reflejar las áreas críticas y las prioridades de cada gobierno.

En los comienzos del Estado argentino, la Constitución de 1853 fijaba el número (cinco) y las ramas de los ministerios (Interior, Relaciones Exteriores, Hacienda, Justicia, Culto e Instrucción Pública, Guerra y Marina). La reforma de 1898 elevó la cantidad de ministerios a ocho, la que siguió siendo fija, pero delegó en una ley especial la definición de sus ramas. Los cinco ministerios originales se convirtieron por ley en seis, al separarse Guerra de Marina, y se sumaron las carteras de Agricultura y Obras Públicas.

Tras algunas idas y venidas (la Constitución de 1949, luego derogada por la reforma de facto de 1957), el Estatuto Fundamental de 1972, aprobado por los militares, eliminó la restricción constitucional sobre el número de ministerios y encomendó su definición (y la de sus ramas) a la ley correspondiente. Esta flexibilización normativa, ratificada en la reforma constitucional de 1994, daría en adelante a los presidentes un amplio margen de maniobra a la hora de sentar las bases de la estructura necesaria para llevar a cabo su programa político.

Los gabinetes de Macri: las idas y venidas

En lo que hace a dicha libertad de acción respecto de la conformación del gabinete, basta comenzar por observar los vaivenes de la gestión de Mauricio Macri en sus cuatro años de gobierno. Este presidente recibió en 2015 un Estado con 16 ministerios: durante su mandato, CFK había aumentado en seis unidades los 10 ministerios entregados por su marido, Néstor Kirchner.

Una de las primeras medidas de Macri, en contraste con su perfil neoliberal y con los masivos despidos de empleados públicos que ejecutó en sus primeros meses de gobierno, fue la de crear cinco nuevas carteras: Ambiente y Desarrollo Sustentable, Comunicaciones, Energía y Minería, Modernización, y Transporte; al tiempo que eliminó una de las preexistentes (Planificación Federal). Tras separar Hacienda de Finanzas en 2017 (siendo la economía la preocupación central con que asumió este presidente), el total de ministerios creció a 21: el mayor número registrado desde la restauración democrática.

Sin embargo, en 2018 esta cifra fue drásticamente recortada, acorde con los vientos de ajuste. Si austeridad se exigía, era bueno predicar con el ejemplo. Al final de su mandato, Macri habrá entregado 11 ministerios, luego de asumir el alto costo de degradar ámbitos claves para el bienestar social como Trabajo, Salud, y Ciencia y Tecnología.

El gabinete de los Fernández

A cuatro días de asumir su mandato, Fernández anunció importantes cambios en la estructura del gabinete y presentó a sus próximos integrantes. En primer lugar, restablecerá la categoría de ministerio a varias de las áreas recientemente rebajadas a secretarías: Trabajo, Salud, Agricultura, Transporte, y Ciencia y Tecnología. Asimismo, creará dos nuevas carteras, hasta ahora inéditas: Mujer, Género y Diversidad; y Desarrollo Territorial y Hábitat, dando señales de apertura a cuestiones sensibles como la violencia contra la mujer, la desigualdad de género, la discriminación por orientación sexual, la falta de vivienda.

Todas estas modificaciones lo hicieron merecedor del récord en la creación yo restitución de carteras (nueve), aumentando el gabinete recibido en un 80%, y ubicándose en cantidad de departamentos (20, más el jefe de gabinete) inmediatamente detrás del pico de 21 marcado por Macri.

El ministerio que más expectativa ha generado en el actual contexto crítico es el de Economía, que sigue mostrándose como una pieza sensible y fundamental a la hora de definir la dirección política. A su cabeza estará Martín Guzmán, especialista en crisis macroeconómicas y deuda pública, en cuya designación prevaleció, de modo excepcional, el criterio de la excelencia en su formación y actuación profesional y académica, por encima de la militancia política. Pero incluso más allá de esta cartera destaca la de Desarrollo Productivo, a cargo de Matías Kulfas, que tendrá como meta el crecimiento del empleo, la industria y las pequeñas y medianas empresas. Ambas áreas conformarán el corazón del nuevo gabinete.

A diferencia del anterior gobierno, para el cual el criterio de selección de sus colaboradores se sustentó primordialmente en la expertise técnica, la experiencia y la relación directa del titular con el área del departamento –que le valió el mote de ser el equipo de los CEO, uno de los cuales, por cierto, ha sido procesado por negociaciones privadas incompatibles con su función pública–, Fernández prefirió convertir la coalición electoral en coalición de gobierno, a fin de afianzar sus apoyos políticos, los que le resultarán imprescindibles para atravesar la tormenta.

Esta conformación multisectorial no solo se evidencia en el reparto de ministerios, sino también en el de las principales secretarías y organismos públicos. Por ejemplo, a su jefe de gabinete, Santiago Cafiero, y a su ministro de Educación, Nicolás Trotta, ambos del Partido Justicialista, se suman Agustín Rossi del Frente para la Victoria, Malena Galmarini y Mario Meoni del sector de de Sergio Massa, Wado de Pedro de La Cámpora, Victoria Donda de Somos, Gustavo Béliz alejado (como el propio Fernández) del Frente para la Victoria, Marco Lavagna por el espacio liderado por su padre Roberto, entre otros.

En cuanto a la composición de género del gabinete, este se encuentra lejos de alcanzar la paridad. Apenas serán cuatro las mujeres a cargo de ministerios: Desarrollo y Hábitat; Seguridad; Mujer, Género y Diversidad, y Justicia. Esto es, el 19% de los 21 puestos (poco más que el 18% representado por las féminas a cargo de solo dos de los 11 ministerios dejados por Macri). No obstante, varias mujeres ocuparán otros puestos claves de la administración pública: la Secretaría Legal y Técnica, la agencia recaudadora AFIP, la empresa estatal de aguas AySA, la obra social de jubilados PAMI.

Finalmente, la obra pública ha quedado dividida en tres departamentos: Obras Públicas, Interior, y Hábitat. El objetivo es evitar la peligrosa concentración de atribuciones y de fondos para infraestructura en un solo funcionario, lo que, tiempo atrás, le valió graves causas de corrupción al gobierno de la futura vicepresidenta.



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