Vuelta al Mundo

A los desafíos de Estados Unidos en América Latina se suman el retroceso democrático y el descontento social

2021-05-07

Para el gobierno del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el golpe de Bukele se suma a una...

León Krauze, TheWashington Post

El 28 de febrero el partido Nuevas Ideas del presidente salvadoreño Nayib Bukele ganó la mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa, lo que convirtió a Bukele en el líder elegido más poderoso de su país en décadas. De inmediato, los críticos expresaron tener grandes preocupaciones sobre lo que haría el joven, popular y autoritario presidente con tal poder. Bukele demostró que tenían razón.

El sábado 1 de mayo, en su primera sesión como legislatura recién instituida, la Asamblea Legislativa de El Salvador pisoteó la constitución del país. En una clara violación del debido proceso, expulsó a cinco magistrados constitucionalistas de la Corte Suprema y los reemplazó, sin un debate adecuado, con jueces que son más del agrado del gobierno. La asamblea luego procedió a destituir de forma abrupta al fiscal general Raúl Melara.

La reacción fue casi instantánea. “Bukele rompe con el Estado de derecho”, dijo José Miguel Vivanco, director de la División de las Américas de Human Rights Watch. Tanto la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris como el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, Bob Menendez (demócrata por Nueva Jersey), condenaron la toma de poder. “La gobernabilidad democrática requiere respetar la separación de poderes, por el bien de todos los salvadoreños”, tuiteó el secretario de Estado Antony Blinken.

Bukele no recibió bien las críticas. “Estamos limpiando nuestra casa… y eso no es de su incumbencia”, tuiteó. Este tipo de acciones continuarán. “Sus aliados ya anunciaron que habrá más destituciones por la misma vía legislativa”, escribió el periodista Óscar Martínez.

Para el gobierno del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el golpe de Bukele se suma a una lista cada vez más larga de desafíos complejos en América Latina.

En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha socavado la separación de poderes al utilizar su propia mayoría legislativa para extender el mandato del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, una medida ampliamente considerada como inconstitucional. Al igual que Bukele en El Salvador, López Obrador ha atacado las instituciones democráticas de México: en los últimos días su objetivo ha sido la autoridad electoral independiente del país.

Nicaragua y Honduras han sido motivo de preocupación desde hace ya un tiempo. Mientras tanto, Colombia es un polvorín. La salvaje respuesta del gobierno a la disidencia masiva contra una propuesta para aumentar los impuestos ha dejado un saldo de al menos 20 personas muertas y más de 800 heridas. Durante las protestas, las organizaciones locales no gubernamentales documentaron más de 1,000 casos de brutalidad policial, incluidos incidentes en los que se dispararon armas de fuego contra la multitud. El presidente Iván Duque ha dado marcha atrás a la reforma fiscal propuesta, pero el país continúa en tensión.

Bajo el gobierno de Jair Bolsonaro, Brasil vive una tragedia. La respuesta de Bolsonaro a la pandemia ha sido considerada como “la peor del mundo”, y con toda razón. La insolencia y crueldad del presidente de extrema derecha no tienen parangón. Bolsonaro está siendo investigado en la actualidad por su manejo de la crisis. Todo esto, mientras la deforestación de la Amazonía continúa a un ritmo desgarrador e implacable: durante el gobierno de Bolsonaro, la Amazonía perdió 10,300 kilómetros cuadrados solo entre 2019 y 2020.

Los dolores de cabeza no terminan ahí. En tan solo unas semanas, Perú realizará una segunda vuelta electoral para elegir a su próximo presidente. Las elecciones del 6 de junio enfrentarán a Keiko Fujimori, la polémica hija del exdictador Alberto Fujimori, con Pedro Castillo, un maestro rural marxista que ganó reconocimiento tras la huelga magisterial de 2017 y saltó a la relevancia nacional tras ganar de forma inesperada la primera vuelta de las elecciones en abril. Castillo, religioso y conservador, es al mismo tiempo un enigma y una figura controversial.

“En caso de que Castillo ganara la segunda vuelta sería una verdadera catástrofe para el Perú”, dijo el escritor peruano Mario Vargas Llosa. “Es muy importante que el Perú no caiga en la catástrofe que es Venezuela”. Si bien queda por ver si Perú evitará convertirse en Venezuela, parece cada vez más improbable que logre evitar el triunfo de Castillo, quien lidera las encuestas por nueve puntos.

Para el gobierno de Biden, la participación en América Latina es inevitable. Por supuesto, debe andarse con cuidado. La política exterior estadounidense ha sido a menudo negligente y a veces asesina, y ha dejado un resentimiento histórico justificado en toda la región. Aun así, en medio de la pandemia y sus secuelas, el gobierno de Estados Unidos tiene la oportunidad de tener una mayor influencia productiva.

Es probable que la responsable de liderar este esfuerzo sea Harris, quien el 4 de mayo prometió “responder” a la “medida de la asamblea salvadoreña que socava a la máxima instancia judicial de la nación”. El viernes 7 de mayo se reunirá virtualmente con el presidente de México, López Obrador.

Lo que Harris decida plantear en la reunión ofrecerá una clara señal de cómo el gobierno de Biden percibe su papel en toda la región, donde un giro hacia la autocracia, las malas gestiones, la violencia y las repercusiones del COVID-19 anticipan una mayor inestabilidad.

La estabilidad y el progreso de América Latina deben convertirse en preocupaciones urgentes para los políticos en Washington.



Jamileth