Vuelta al Mundo

“Quiero que toda Europa sepa que Estados Unidos está ahí”: Joe biden

2021-06-14

La anexión de Crimea por parte de Rusia es uno de los frentes abiertos con el Kremlin, que...

Amanda Mars | El País

Estados Unidos ha protagonizado este lunes en Bruselas un regreso de hijo pródigo que, en esta versión de la parábola, vuelve con la intención de convertirse en cabeza de familia. El presidente Joe Biden ha desembarcado en la cumbre de los 30 jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN para reforzar el compromiso de Washington con la Alianza Atlántica tras el tempestuoso mandato de Donald Trump, que cuestionó el tratado, y también para impulsar un frente contra los dos países que centran las preocupaciones de la primera potencia: Rusia y, sobre todo, China.

El régimen de Xi Jinping es visto en Europa con más recelos que hace unos años y la OTAN ha acordado en esta cita una declaración destacando los “riesgos sistémicos” que crea el avance militar de Pekín, lo que constituye toda una victoria política para el norteamericano, pero no todos los países miembros abrazan la idea de este pulso con la misma intensidad.

Nada más pisar el cuartel general de la OTAN y saludar a su secretario general, Jens Stoltenberg, Biden resaltó la lealtad de Washington al tratado firmado tras la Segunda Guerra Mundial, compromiso que con su predecesor republicano dejó de resultar una obviedad. “Quiero que toda Europa sepa que Estados Unidos está ahí”, dijo el demócrata. “Nos tomamos el artículo V como una obligación sagrada”, añadió.

Biden compareció ante la prensa a las nueve y media de la noche, más de dos horas después de lo previsto, después de una larga jornada de reuniones. Insistió en ese regreso de Estados Unidos, pero tuvo que responder a una pregunta difícil que ha planeado por Europa durante esta gira del presidente y tiene que ver con la política doméstica: cómo pueden los aliados tradicionales confiar en las promesas de Washington teniendo en cuenta la influencia que Trump aún demuestra entre los votantes republicanos, el intento de revertir su victoria electoral y la posibilidad de que en 2024 vuelva a instalarse en la Casa Blanca un líder rupturista con los consensos alcanzados ahora.

El mandatario respondió subrayando los valores de la sociedad estadounidense, más allá de los líderes. “No estoy prometiendo [al resto de líderes] nada que no pueda cumplir”, comenzó. “Los líderes con los que trato conocen nuestra historia reciente y también cómo es el pueblo americano, saben que somos una nación honrada”, añadió, y recalcó que el pueblo americano no va a respaldar ciertos comportamientos. “Cuando dije que íbamos a vencer el virus”, puso como ejemplo, “lo dije seguro porque conozco a los estadounidenses”.

Trump señaló a la OTAN como una organización de países que, poco más o menos, se aprovechaban de las grandes inversiones de Estados Unidos en defensa, al tiempo que incumplían la meta de gastar el 2% de su producto interior bruto (PIB) y presionó de forma bronca para que elevasen la inversión, amagando con desentenderse del artículo V del tratado. Este artículo, pilar fundacional de la organización transatlántica, solo ha sido activado una vez en la historia, precisamente cuando Estados Unidos fue atacado en los atentados del 11-S en 2001. Biden lo recordó ayer en su saludo y recalcó que la OTAN es “esencial para Estados Unidos”.

No hubo empujones esta vez en Bruselas, al menos en sentido literal, como el que Trump dio al primer ministro de Montenegro en 2017 para colocarse en la foto. Tampoco hubo amenazas de abandonar la alianza ni acusaciones públicas a Alemania, principal potencia de la Unión Europea, de ser “cautiva de Rusia” por su dependencia energética, como hizo en 2018. Nadie llamó “desagradable” al presidente francés, Emmanuel Macron, como también hizo el expresidente estadounidense en la cumbre de 2019.

Con Biden, la diplomacia tradicional ha vuelto, o más bien, la diplomacia a secas. Y Estados Unidos, como dice el propio presidente, también ha regresado. Lo que falta por comprobar es si Europa se encuentra en el mismo punto donde la dejó Washington hace cuatro años o en el punto donde la nueva Casa Blanca desea que esté. Bruselas, por ejemplo, está apostando cada vez más por su propio fondo de defensa. Este primer viaje por Europa como mandatario lo contempla como una oportunidad de ponerse a la cabeza del bloque de las democracias liberales ante la escalada autoritaria de Pekín y Moscú. En un artículo publicado en The Washington Post antes de comenzar la gira, señaló que Estados Unidos “debe liderar el mundo desde una posición de fortaleza” ante los nuevos desafíos que afrontan sus ciudadanos: la pandemia, la crisis climática o “las actividades dañinas de los Gobiernos de China y Rusia”.

De momento, el estadounidense logró una importante victoria diplomática al conseguir que la declaración final de la OTAN calificara a China de “riesgo sistémico” para las democracias occidentales. La referencia supone un cambio de calado. No fue hasta diciembre de 2019, hace menos de dos años, cuando la Alianza Atlántica asumió el ascenso del gigante asiático como un desafío colectivo. Antes de la cumbre, en la mañana de este lunes, Biden destacó que a lo largo de los dos últimos años “ha habido un reconocimiento creciente de que nos enfrentamos a nuevos retos”. “Tenemos Rusia, que no está actuando del modo que esperábamos, al igual que China”, señaló.

La OTAN comparte la esencia del planteamiento. China “pronto tendrá la mayor economía del mundo, ya dispone del segundo mayor presupuesto militar y está invirtiendo en capacidades militares, y no comparte nuestros valores, lo vemos en cómo liquida las protestas democráticas en Hong Kong, en cómo trata a las minorías como los uigures, o cómo amenaza a Taiwán”, dijo Stoltenberg la semana pasada en Washington.

Rusia también ha planeado por Bruselas. Biden se reunirá con el presidente, Vladímir Putin, este miércoles en la ciudad de Ginebra (Suiza) en un momento de alta tensión por las hostilidades en Ucrania, los ciberataques informáticos que Washington atribuye al Kremlin y la escalada de sanciones. En la rueda de prensa, el presidente estadounidense insistió en que no busca conflicto con el líder ruso, pero que responderá a las agresiones. “Le voy a dejar claro que hay áreas en las que podemos cooperar si lo elige”, señaló Biden, y que, al mismo tiempo, “hay líneas rojas para esas áreas en las que no estemos de acuerdo”. El estadounidense calificó a Putin de  adversario “duro” y “brillante”. Biden advirtió de que la muerte del líder opositor Alexéi Navalni, cuya salud se ha resentido por una huelga de hambre en protesta por su encarcelamiento, “sería una tragedia que perjudicaría las relaciones de Rusia con el resto del mundo”. 

Sobre una posible entrada de Ucrania en la OTAN, Biden señaló que el Gobierno de Kiev aún tiene que demostrar que ha logrado “luchar” contra la corrupción para cumplir con los criterios de ingreso. “Mientras tanto, haremos todo lo que podamos para poner a Ucrania en una posición que pueda resistir una agresión de Rusia”, explicó. En 2014, como vicepresidente de la Administración de Barack Obama, el demócrata se implicó mucho en el país y trabajó con otras figuras internacionales para apuntalar al Gobierno surgido tras la conocida como revolución del Maidán, una movilización social europeísta y anticorrupción que desalojó del poder al presidente a Víktor Yanukóvich, aliado de Rusia.  La anexión de Crimea por parte de Rusia es uno de los frentes abiertos con el Kremlin, que supuso la expulsión de Rusia del grupo del entonces llamado grupo de G-8.



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