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Donald Trump está de vuelta en Twitter, pero no hay razones para temer

2022-11-25

Tampoco —y esto es crucial para el Partido Republicano— logra que mucha gente quiera...

Paul Waldman, The Washington Post

Ha pasado menos de un mes desde que Elon Musk compró Twitter por 44,000 millones de dólares. Ya ha creado un caos con una purga de empleados que amenaza con destruir el sitio. Ahora, ha devuelto al expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, a la plataforma de la cual fue suspendido tras fomentar la insurrección del 6 de enero de 2021 y violar los términos del servicio de Twitter de incontables maneras.

Dado el papel central que desempeñó Twitter en la campaña electoral de 2016 de Trump y en su presidencia, es natural temer que esta decisión sea peligrosa para el país. Pero, ¡no entremos en pánico! puede que Trump haya inyectado una marca especial de virulencia en Twitter durante su primera arremetida, pero tanto los lectores promedio como los medios de comunicación han —esperemos— desarrollado los anticuerpos necesarios para protegernos de un daño mayor.

Para empezar, Trump tiene la obligación contractual de publicar primero cualquier misiva en su red de nicho Truth Social; luego de varias horas, puede replicarlas en otros sitios. El sábado, Trump declaró que no tenía planes de volver a Twitter. Pero aunque lo hiciera, un vistazo a su feed de Truth Social ilustra el atractivo limitado que podría tener allí.

Sus “verdades” (intenta decir eso sin reírte) son, casi en su totalidad, lloriqueos y quejas: sobre las diversas investigaciones respecto a sus comportamientos inadecuados, sobre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sobre otros demócratas, sobre cualquiera que no lo elogie con suficiente vigor. Al igual que el discurso que pronunció al anunciar su candidatura para las elecciones presidenciales de 2024, ya todo suena a lo mismo de siempre: nada de lo que dice tiene el brío de su primera candidatura, la cual trajo consigo una sensación de imprevisibilidad que emocionó a sus seguidores y conmocionó a todos los demás.

Por estos días, Trump sigue siendo tan mezquino y vengativo como siempre, pero no parece estarse divirtiendo. En pocas palabras: es aburrido.

Si bien es posible que en los medios no hayamos descifrado exactamente cómo lidiar con Trump, ese tipo de cobertura atónita que le permitió usarnos como megáfono es mucho menos común de lo que fue hace siete años. Nadie reaccionará ante una nueva teoría conspirativa o un tuit repulsivamente intolerante con “¡Dios mío! ¿¡puedes creer que haya dicho eso?!”. Ya lo creemos, porque ya lo hemos visto innumerables veces antes. Y esta vez estamos preparados para ser mucho más cuidadosos con lo que merece nuestra atención.

Ese fue el objetivo principal de la relación previa de Trump con Twitter: durante la campaña de 2016 y su presidencia, Trump usó la red social como una palanca para obtener atención. Comprendió que lo importante no era cuántas personas estaban en Twitter sino quiénes estaban allí: los periodistas.

Hay más de una docena de plataformas con mayor cantidad de usuarios, pero Twitter es el lugar donde los periodistas monitorean las noticias del día, promocionan sus historias y conversan entre ellos. Cada vez que Trump tuiteaba algo escandaloso, sabía que los periodistas lo verían y escribirían al respecto, lo que le permitió moldear la agenda noticiosa y lograr que todos hablaran de él.

La estrategia fue notablemente efectiva. Como me dijo una experta en medios justo después de que Trump fuera suspendido de Twitter en 2021: según su investigación, 65% de los tuits de Trump durante su presidencia terminó en noticias, en comparación con solo 3% de los de Barack Obama en su segundo mandato. Eso ya no será así.

Esto no quiere decir que algunos tuits de Trump no merecerán ser discutidos. Pero pocas personas creen que es de vital importancia monitorear y examinar cada una de sus emisiones.

También hay buenas razones para creer que cualquier atención que obtenga Trump —en Twitter o en cualquier otro lugar— solo perjudicará su potencial candidatura y la buena fortuna de su partido. A pesar de lo entusiasta que es su base, solo abarca una minoría del electorado. Para la mayoría de los estadounidenses a los que no les gusta Trump, ver más de él no los hará mejorar su percepción.

Tampoco —y esto es crucial para el Partido Republicano— logra que mucha gente quiera votar por los candidatos que expresan más fervientemente su lealtad a Trump. Basta con preguntarle a Kari Lake, Blake Masters, Mehmet Oz, Adam Laxalt o cualquiera de los otros trumpistas que perdieron en las elecciones de medio mandato.

Para el momento en que se escribió este artículo, Trump todavía no había tuiteado nada nuevo desde que Musk restauró su cuenta. Pero ahora que su archivo está nuevamente visible, podemos ver en qué se quedó cuando fue suspendido. El último tuit, con su tono característico petulante, dice: “Para todos los que me han preguntado, no iré al acto de investidura presidencial el 20 de enero”. Si sigues desplazando hacia abajo, recordarás todo lo que lo convirtió en una fuerza tan maligna para la vida estadounidense.

Trump no ha terminado de envenenar nuestra política, ni mucho menos. Todavía podría ganar la candidatura de su partido, y volver a ser presidente. Pero si eso sucede, será solo porque una serie terrible de eventos lo hizo posible. No porque Trump recuperó su cuenta de Twitter.



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