Salud

Todos contra el COVID-19 en el mayor hospital de Barcelona

2020-04-07

La situación se estabiliza, con más equilibrio entre altas e ingresos, pero el...

AFP / Pau Barrena

Dentro del mayor hospital de Barcelona reina una extraña calma: silencio en los pasillos y tensión en las unidades de cuidados intensivos, epicentro del combate contra el coronavirus al que este enorme centro sanitario destina todo su esfuerzo.

De cubrir 50 especialidades distintas, el hospital Vall d'Hebron pasó a destinar un 90% de sus recursos a sanar esta enfermedad. Las consultas externas pararon, cirugías y trasplantes se postergaron y numerosas áreas pasaron a engrosar los batallones contra el COVID-19.

Las 56 camas de la modernísima unidad de cuidados intensivos (UCI) inaugurada en 2018 pronto se quedaron cortas y tuvieron que ganar espacio colocando camas y respiradores en una sala de hemodiálisis o una aula donde se impartían clases universitarias.

"Llegamos a tener dos días seguidos con 24 pacientes ingresados por día. Cada hora teníamos que intubar un paciente, conectarlo a un respirador e ingresarlo en UCI", explica el jefe del servicio, Ricard Ferrer.

La situación se estabiliza, con más equilibrio entre altas e ingresos, pero el trabajo continúa siendo ingente. La última noche todavía entraron doce pacientes a su unidad.

"Vienen una o dos semanas todavía muy críticas (...) La batalla de la UCI será larga", insiste este doctor frente a una gran pantalla de control que muestra al instante los datos clínicos de los pacientes ingresados en su módulo.

Los hay de todas las edades, y la evolución desde los primeros síntomas de ahogo es muy rápida. "Entre que les evaluamos por primera vez en el hospital hasta su ingreso en UCI a veces solo pasan unas horas", dice Ferrer.

- Cuando el respirador no basta -

En esta unidad de cuidados intensivos casi todos los pacientes están dormidos en los boxes cerrados que se extienden a izquierda y derecha del espacio central. Por allí, médicos y enfermeros se mueven con mascarilla quirúrgica. El preciado equipamiento de alta protección se reserva para entrar al box.

Es el turno de Antonio Álvarez, un enfermero de 33 años, que se pone la bata, protector para los zapatos, las gafas y la mascarilla de alta protección con una quirúrgica por encima.

El respirador no basta para un paciente y deben aplicarle una innovadora técnica para extraerle sangre, oxigenarla artificialmente con una máquina y devolverla al organismo.

"En vez de ponerlo en el pulmón, oxigenamos directamente la sangre", explica este enfermero, quien dice haber vivido "como un duelo" la epidemia. "He tenido mi fase de ira, de negación, vas teniendo fases".

"Ahora todavía está un poco desbordado pero va mejor. Se mueren menos pacientes y hay más extubados y con mascarilla. Al menos puedes hablar con ellos. Estos días estaban todos dormidos", señala.

- La metamorfosis de un hospital -

Desde febrero, este hospital empezó a prepararse para una epidemia entonces lejana y a la que ahora destina un 90% de sus recursos, tanto humanos como de espacio.

"Hemos transformado un hospital de 50 especialidades en un hospital monotemático en tratamiento de neumonías con COVID", explica su director asistencial, Antonio Roman.

Crearon seis nuevas zonas de cuidados intensivos y recabaron respiradores antiguos y de docencia e investigación. Ahora esperan recibir unos modelos producidos en la cercana fábrica de automóviles SEAT.

"Hemos triplicado la capacidad de camas de UCI", con unas 170 ocupadas, y podrían llegar hasta 350, explica Ferrer.

Eso implica que los consumos de equipamientos de protección y medicamentos "se han multiplicado por mucho", reconoce el jefe de UCI, hasta el punto de tener que alternar el uso de fármacos porque "algunos de ellos no los tenemos".

Entre el personal, las batas se limpian y reutilizan y las mascarillas de alta protección se esterilizan para poder alargar su duración hasta tres días.

"Falta material, pero es algo mundial. En condiciones normales sería inadmisible, pero dada la situación, hay que adaptarse y gestionar en la miseria", dice Mari Ángeles Moreno, enfermera y delegada del sindicato Comisiones Obreras en el hospital.

Tras tres semanas de confinamiento empieza a vislumbrarse una salida, opina Roman.

Hace una semana que las urgencias reciben muchos menos casos y la entrada del hospital está inusualmente calmada.

Solo algunos trabajadores transitan sus pasillos y escaleras. "Es un lugar de paz y tranquilidad como nunca se había visto", insiste el director asistencial.

Y las buenas noticias llegan también desde la UCI. Xavier Rogés, médico interno de 30 años, se pone el mono de protección para entrar en el box de uno de los pocos pacientes despiertos.

Después de haberle hecho una traqueotomía, el hombre parece más recuperado y a lo largo del día debería volver a una planta de hospitalización normal.

"Respira bien, come bien, tiene hambre... Este debería ser el proceso habitual, pero en estos tiempos es un logro", celebra.



regina

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