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Identificado el cadáver de Juan Arjón López, el decimocuarto periodista muerto con violencia


2022-08-16

CARMEN MORÁN BREÑA | El País

El cadáver de periodista independiente Juan Arjón López ha sido identificado por unos tatuajes. Así lo ha confirmado la Fiscalía de Sonora en rueda de prensa. El hombre, de 62 años, fue visto por última vez el 9 de agosto en su ciudad San Luis Río Colorado, pero no se había cursado ninguna denuncia por su desaparición. Llevaba un portal de noticias bajo el elocuente nombre de A qué le temes. Es el décimocuarto periodista que pierde la vida en México este año.

Este domingo pasado, brigadas de ciudadanos, algunos de ellos compañeros de la prensa, así como policías y el colectivo de Madres Buscadoras de Sonora iniciaron tareas de rastreo para localizar al periodista. Además de su portal, el hombre prestaba servicios en un local de comidas. Los compañeros vieron su coche estacionado hace unos días, pero nada se sabía de su paradero. La policía instó a poner una denuncia, algo que a fecha de hoy no se había hecho, según ha comunicado la fiscalía.

Los buscadores se internaron este domingo por parajes desérticos en busca del reportero. A pesar de que no había denuncia, las alarmas en las redes sociales impulsaron a la fiscalía a poner en marcha a los cuerpos policiales para su búsqueda de forma oficiosa. Hoy se tiene noticia de un cadáver cuyas marcas lo identifican.

Este año está rebasando las peores cifras que se conocían. En 2017 murieron violentamente 12 periodistas en México, un país que a estos efectos tiene cifras de lugar en conflicto bélico. La alarma que han generado estos crímenes ha impelido a los organismos internacionales políticos y de derechos humanos a condenar esta violencia y pedir al Gobierno que ponga cartas en el asunto. Fue el caso del Parlamento Europeo o de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

A diferencia de los países en guerra, que pueden encontrarse bajo el fuego de la batalla, el trabajo periodístico en México resulta incómodo a la corrupción y el crimen organizado. Tradicionalmente se culpa de estas muertes al narcotráfico, que no quiere ver en los medios de comunicación sus asuntos, por lo que hay territorios como Tamaulipas donde la información sobre el crimen es prácticamente nula. Pero los especialistas que se dedican a documentar estos crímenes, como la organización Artículo 19, han señalado en numerosas ocasiones que la mayoría de ellos parten de funcionarios públicos, ya sean jefes de policía o políticos. Protegen con sicarios sus corrupciones o su colusión con el narcotráfico en toda su dimensión. A todo ello hay que sumar la impunidad en que quedan estos asesinatos, el 99% sin condena, también según los datos de Artículo 19.

El último reportero de la triste lista fue Ernesto Méndez, asesinado a balazos en San Luis de la Paz (Guanajuato), el pasado 2 de agosto. Era director del medio Tu voz y estaba de fiesta con amigos en un bar cuando un grupo armado abrió fuego contra él. Como muchos otros periodistas en México, vivía bajo amenaza de muerte.

El Gobierno ha defendido su labor constante para desentrañar estos casos, pero lo cierto es que la mayoría de las veces en que hay detenidos, apenas se atrapa a los sicarios, casi nunca a los instigadores del crimen, por lo que el peligro sigue acechando a los demás. Los instigadores, políticos, empresarios, gente de poder, rara vez pasan por la justicia, por lo que las organizaciones que trabajan en esta materia creen que la corrupción y el crimen van ganando la batalla: cada vez hay más zonas de silencio informativo.

Este año no está siendo inédito solo por el número de cadáveres. También las protestas se han hecho sentir fuertes desde que comenzara enero y se sucedieran varios crímenes, algunos de ellos muy sonados, por ser reporteros de amplia trayectoria profesional. Y porque uno de los asesinatos, el de Lourdes Maldonado, en Tijuana, supuso un golpe emocional de calibre. A la mujer la pudo ver y escuchar el país entero, tiempo atrás, en una de las conferencias matutinas del presidente pidiendo ayuda porque se sentía amenazada. “Temo por mi vida”, dijo públicamente. Y el tiempo se encargó, tristemente, de darle la razón.
 



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