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Derrota de Cheney muestra control republicano de Trump
Por LISA MASCARO WASHINGTON (AP) — La estrepitosa derrota de Liz Cheney en las elecciones primarias marca el fin de una era para el Partido Republicano y también para el legado de su familia, en lo que constituye la baja política más destacada a la fecha a medida que el partido de Lincoln se transforma en el partido de Trump. La caída de la representante de tres periodos, que ha declarado que su misión es garantizar que Donald Trump jamás regrese a la Oficina Oval, fue presagiada claramente al comenzar el año, en el primer aniversario del asalto al Capitolio del 6 de enero. Cuando la Cámara de Representes se reunía para observar un minuto de silencio, Cheney, que encabeza la pesquisa de la revuelta en su calidad de vicepresidenta de la comisión para el 6 de enero, y su padre, el exvicepresidente Dick Cheney, estaban de pie casi solos en la sección republicana de la cámara baja. Diversos legisladores demócratas estrecharon las manos de ambos. Los republicanos declinaron hacer lo mismo. “Liz Cheney representa al Partido Republicano como solía ser… Todo eso ha desaparecido ahora”, dijo Geoff Kabaservice, vicepresidente de estudios políticos en el Centro Niskanen de centro-derecha. Aún se desconoce cuál será el futuro próximo de Liz Cheney. “Ahora comienza el verdadero trabajo”, dijo la legisladora en su discurso por la noche, en el que reconoció su derrota en Wyoming y en el que invocó para su campaña contra Trump el legado tanto de Abraham Lincoln como el del sucesor de éste, Ulysses Grant, que participó en la Guerra Civil. Cheney bien podría anunciar su postulación a la candidatura republicana a la Casa Blanca, en la cual es improbable que obtenga la nominación de un Partido Republicano hostil a ella, pero al menos daría una alternativa a quienes se oponen a Trump. Durante la noche transfirió los fondos restantes de su campaña hacia una nueva iniciativa: “La Gran Tarea”, una frase del Discurso de Gettysburg. “Estaré haciendo todo lo que sea necesario para mantener a Donald Trump afuera de la Oficina Oval”, declaró Cheney el miércoles al programa “Today” de la NBC. A una pregunta, dijo que postularse a la presidencia “es algo en lo que estoy pensando y tomaré una decisión en los próximos meses”. Si lo hará o no, su creencia de que Trump representa un peligro para la democracia constituye una convicción profunda en su familia. Pero es un punto de vista que no cabe en el actual Partido Republicano. Trump está purgando el partido, quitándole a los disidentes como Cheney y otros que se atreven a desafiarlo, cambiando el panorama republicano de costa a costa y la configuración del Congreso. De los 10 representantes republicanos de la Cámara de Representantes —incluida Cheney— que votaron a favor de enjuiciar políticamente a Trump por incitar el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, sólo dos siguen siendo candidatos a la reelección. Los otros anunciaron su retiro o, al igual que Cheney, fueron derrotados por contrincantes apoyados por Trump. Si los republicanos consiguen el control de la Cámara de Representantes y el Senado en las elecciones de noviembre, el nuevo Congreso está destinado a reconfigurarse a la imagen de Trump. Sin embargo, la influencia del exmandatario podría ser un arma de dos filos: por un lado les daría de nuevo el control de la cámara baja pero les costaría el Senado si los candidatos de él no logran generar un atractivo amplio necesario para las elecciones estatales. “Es sólo un partido de los sueños febriles de Donald Trump”, dijo Mark Salter, ex colaborador republicano de mucho tiempo del finado senador John McCain. “Es sólo el club de Donald Trump”. Durante 50 años, los Cheney han tenido una influencia notable en Washington, desde la época en que Dick Cheney se postuló al Congreso por primera vez —y más adelante llegó a la vicepresidencia— hasta la llegada de su hija, elegida en 2016 a la par de la victoria de Trump para la Casa Blanca. Identificados con el ala radical del Partido Republicano en lo que respecta a defensa, los Cheney y los presidentes Bush representaron un hito en el partido en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando prosperó siendo una agrupación política a favor de un gobierno chico, impuestos bajos y política exterior enérgica. Liz Cheney nunca vaciló y fue elegida por sus colegas republicanos de la Cámara de Representantes a la misma posición que tuvo su padre, el tercer puesto en la jerarquía republicana en esa cámara, su mujer de más alto rango. Pero el asalto al Capitolio del 6 de enero cambió todo eso. Cheney fue clara y responsabilizó del ataque al presidente derrotado y sus aseveraciones falsas de que hubo fraude electoral y se trató de una elección amañada. Trump “convocó a esta turba, la reunió y encendió la llama de este ataque”, dijo Cheney en aquel momento cuando anunció su voto a favor del juicio político. “Jamás ha habido mayor traición de un presidente de Estados Unidos a su cargo y su juramento ante la Constitución”. El líder republicano de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, defendió inicialmente a Cheney, pero dio marcha atrás rápidamente luego de que los republicanos la expulsaron de la dirección partidista. Cuando la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, nombró a Cheney para que se integrara a la comisión investigadora del 6 de enero, su exilio quedó prácticamente consumado. Trump se regocijó de la derrota de Cheney en las primarias republicanas del martes en la noche, llamándola “moralista” y “boba” por declarar que las afirmaciones de él de que las elecciones estuvieron amañadas eran falsas. Trump viajó a Wyoming para apoyar a Harriet Hageman, que alguna vez lo criticó duramente pero derrotó a Cheney tras adherirse al exmandatario, respaldada por McCarthy y otros dirigentes partidistas. La derrota de Cheney sigue a la del último Bush en un cargo público, George P. Bush, hijo de Jeb, que fue derrotado por Ken Paxton en las primarias republicanas de mayo para el cargo de fiscal general de Texas. Paxton estaba respaldado por Trump. En Fox News, el escritor conservador Charlie Kirk dijo que las elecciones del martes eran un “repudio masivo” a la era Bush-Cheney-McCain. La representante Elise Stefanik, que sustituyó a Cheney en la dirección republicana en la Cámara de Representantes y apoyó a Hageman, indicó en un comunicado que le alegraba ver derrotada a la “marioneta” de Pelosi. El exsenador Alan Simpson, que fue legislador junto con Dick Cheney y conoce a Liz Cheney desde que era niña, dijo que le era imposible reconocer al partido al que se sumó y con el que emitió su primer voto presidencial a favor de Dwight Eisenhower. “Lo que le ocurrió a nuestro partido es un temor a Donald J. Trump”, dijo Simpson. Fundado a mitad del siglo XIX, los valores conservadores centrales del Partido Republicano han cambiado en la era de Trump a una corriente política más enfocada en los agravios dentro del país y al aislamiento hacia el exterior. Entre quienes se han postulado al Congreso figuran muchos legisladores republicanos que votaron en contra de certificar la victoria electoral de Joe Biden, lo que amplificó las incesantes denuncias de Trump de que hubo fraude electoral y avivó el asalto al Capitolio. Y muchos de los nuevos candidatos republicanos al Congreso también son negacionistas de aquellos comicios, a decir de los demócratas. “La Cámara de Representantes es —debería ser— la cámara del pueblo”, dijo el exrepresentante republicano Carlos Curbelo. En lugar de eso, señaló, “la controla el señor Trump”. Cheney camina sola muchos días en el Capitolio, flanqueada por policías de ese recinto vestidos de civil que la protegen en medio de una andanada de amenazas violentas. Su colega republicano Simpson dice no tener duda de cuál es el próximo capítulo para Cheney: “Montará una serie nueva de caballos y cabalgará hasta la meta”. Jamileth |
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