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La muerte de la reina abre un dilema para antiguas colonias
Por CARA ANNA, DANICA COTO y RODNEY MUHUMUZA NAIROBI, Kenia (AP) — Cuando ascendió al trono en 1952, la reina Isabel II heredó millones de súbditos en todo el mundo, muchos de ellos contra su voluntad. Hoy, en las antiguas colonias del Imperio Británico, su muerte provoca sentimientos encontrados, incluida la ira. Más allá de las condolencias oficiales que elogiaban el servicio y la longevidad de la reina, en África, Asia, el Caribe y otros lugares había algo de amargura sobre el pasado. La conversación giraba en torno al legado del colonialismo, desde la esclavitud y los castigos corporales en escuelas africanas a antigüedades saqueadas que permanecen en instituciones británicas. Para muchos, la reina llegó a simbolizar todo eso durante sus siete décadas en el trono. En Kenia, donde hace décadas una joven Isabel se enteró de la muerte de su padre y su enorme nueva tarea como reina, una abogada llamada Alice Mugo compartió en internet un ajado documento de 1956. Se emitió en el cuarto año de reinado de la monarca, en plena respuesta británica a la Rebelión Mau Mau contra el gobierno colonial. “Permiso de movimiento”, indicaba el documento. Mientras más de 100,000 keniatas eran recluidos en campos en penosas condiciones, otros, como la abuela de Mugo, se veían obligados a pedir permiso a las autoridades británicas para ir de un sitio a otro. “La mayoría de nuestros abuelos fueron oprimidos”, tuiteó Mugo en las horas tras la muerte de la reina el jueves, indicando que “no podía” llorar su deceso. Pero el presidente saliente de Kenia, Uhuru Kenyatta, hijo de Jomo Kenyatta, que fue encarcelado durante el reinado de Isabel antes de convertirse en el primer presidente del país en 1964, no mencionó los problemas del pasado, al igual que otros jefes de estado africanos. Uhuru Kenyatta la describió como “la persona más emblemática de los siglos XX y XXI”. El enojo llegó de la gente corriente. Algunos exigieron disculpas por abusos del pasado como la esclavitud, otros reclamaron algo más tangible. “Esta mancomunidad de naciones, esa riqueza pertenece a Inglaterra. Esa riqueza es algo que nunca fue compartido”, dijo Bert Samuels, miembro del Consejo Nacional de Reparaciones en Jamaica. El reinado de Isabel coincidió con peleados procesos de independencia en países africanos, desde Ghana a Zimbabue, así como islas caribeñas y países junto a la Península Arábiga. Algunos historiadores veían en ella una monarca que ayudó a supervisar la transición en su mayoría pacífica de imperio a Mancomunidad, una asociación voluntaria de 56 países con lazos históricos y lingüísticos. Pero también era un símbolo de un país que a menudo aplastó a personas que vivían bajo su dominio. Había pocos signos de duelo o incluso de interés por su muerte en Oriente Medio, donde muchos aún responsabilizan a Gran Bretaña por medidas coloniales que trazaron buena parte de las fronteras de la región y sentaron las bases para muchos de sus conflictos modernos. El grupo Hamas, que gobierna Gaza, pidió el sábado al rey Carlos III que “corrija” las decisiones británicas que según dijeron oprimieron a los palestinos. En Chipre, una isla dividida por líneas étnicas, muchos chipriotas griegos recordaban los cuatro años de lucha de guerrillas librada a finales de la década de 1950 contra el régimen colonial y la impresión de indiferencia de la reina por el destino de nueve personas a las que las autoridades británicas ejecutaron en la horca. Yiannis Spanos, presidente de la Asociación de la Organización Nacional de Combatientes Chipriotas, dijo que muchos “consideraban responsable” a la reina por las tragedias de la isla. Ahora, tras su muerte, había nuevos esfuerzos de abordar el pasado colonial o de ocultarlo. India reanudó los esfuerzos del primer ministro, Narendra Modi, de retirar nombres y símbolos coloniales. El país ha pasado página en su mayor parte e incluso ha superado a la economía británica en volumen. “No creo que tengamos ningún espacio para reyes y reinas en el mundo de hoy, porque somos el país democrático más grande del mundo”, dijo Dhiren Singh, una empresaria de 57 años en Nueva Delhi. Sólo había algo de empatía por Isabel y las circunstancias en las que nació y a las que se vio sujeta. En la capital de Kenia, Nairobi, el vecino Max Kahindi recordó la Rebelión Mau Mau “con mucha amargura” y recordó cómo algunos ancianos fueron detenidos o asesinados. Sin embargo, señaló que la reina era “muy joven” en ese momento y que él creía que otra persona dirigía los asuntos británicos. “No podemos culpar a la reina por todo el sufrimiento que tuvimos en ese momento concreto”, dijo Kahindi. Timothy Kalyegira, analista político en Uganda, dijo que aún había una “conexión espiritual” en algunos países africanos asociada a la experiencia colonial y más tarde a la Mancomunidad. “Es un momento de dolor, un momento de nostalgia”, dijo. La dignidad personal y la edad de la monarca, así como la preeminencia del idioma inglés en asuntos internacionales, eran los bastante poderosos como para mitigar algunas críticas, señaló Kalyegira. “Se la ve más como a la madre del mundo”, dijo. También había sentimientos encontrados en el Caribe, donde algunos países están eliminando al monarca británico como su jefe de Estado. “Hay posiciones contradictorias”, dijo Maziki Thame, profesor de estudios de desarrollo en la Universidad de las Indias Occidentales en Jamaica. El primer ministro jamaicano anunció durante la visita este año del príncipe Guillermo, que ahora es heredero al trono, y Catalina, que la isla pretende volverse totalmente independiente. La generación más joven de la familia real parece tener más sensibilidad hacia las implicaciones del colonialismo, dijo Thame. Durante la visita, Guillermo expresó su “profundo pesar” por la esclavitud. La activista Nadeen Spence dijo que el aprecio por Isabel entre los jamaicanos mayores no es sorprendente, dado que fue presentada por los británicos como “esa reina benevolente que siempre ha mirado por nosotros”, aunque los jóvenes no se veían impresionados por la familia real. “Lo único en lo que me fijé en la muerte de la reina es en que murió y nunca se disculpó por la esclavitud”, dijo Spence. “Debería haberse disculpado”. JMRS |
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