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La fidelidad del amor conyugal


2022-10-06

Por | Mons. José Rafael Palma Capetillo 

Tomando conciencia y apoyándonos mutuamente podemos aprender el camino del amor y la fidelidad.

La unión estable y duradera, expresada en “atarse para toda la vida”, es una exigencia que pide la naturaleza del matrimonio y es también exigido por Dios, ya que, al casarse, fundan los esposos un nuevo hogar, en el cual comparten todo y que está abierto a la vida con el bien de los hijos, como regalo de Dios. La cultura que se va dando de lo fácil, lo rápido, lo desechable y lo más cómodo, va dejando la impresión de que es más dificultosa o imposible vivir la fidelidad. Sin embargo, el Catecismo presenta el amor conyugal como inviolable y auténtico, porque se apoya en la alianza de Cristo con su esposa, la Iglesia. ¿Por qué vale la pena unirse para toda la vida?

El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos que los esposos se hacen mutuamente. El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero. Así lo señala el Concilio Vaticano II, diciendo que esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos personas, como el bien de los hijos exige la fidelidad de los cónyuges y urge su indisoluble unidad.

Su motivo más profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza y de Cristo a su Iglesia. Por el sacramento del matrimonio los esposos son capacitados para representar y testimoniar esta fidelidad. Por el sacramento, la indisolubilidad de matrimonio adquiere un sentido nuevo y más profundo. Dios es siempre fiel a sus promesas, a su palabra y a su amor. Cada uno de nosotros tenemos que aprender de la fidelidad de Dios, para que nada ni nadie nos desanime jamás. La perseverancia (o fidelidad) es uno de los dones más importantes del Espíritu Santo a cada uno de nosotros.

Puede parecer muy difícil, incluso imposible, atarse para toda la vida a un ser humano. Por ello es tanto más importante anunciar la buena nueva de que Dios nos ama con un amor definitivo e irrevocable, de que los esposos participan de este amor, que les conforta y mantiene, y de que por su fidelidad se convierten en testigos del amor fiel de Dios. Los esposos que, con la gracia de Dios, dan este testimonio, con frecuencia en condiciones muy difíciles, merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial.

Los jóvenes, cuando se preparan al matrimonio –influidos fuertemente por las tendencias actuales–, corren el peligro de hacer a un lado el ‘para siempre’ del compromiso matrimonial –señala recientemente el Dicasterio para los laicos, la familia y la vida. Tomando conciencia y apoyándonos mutuamente podemos aprender el camino del amor y la fidelidad al que Dios nos llama a todos.



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