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La mejor forma de contrarrestar las amenazas nucleares de Putin
Carl Bildt | The Washington Post ¿El presidente ruso, Vladimir Putin, realmente va a recurrir a las armas nucleares en su esfuerzo por subyugar y dividir a Ucrania? Hace algunos meses, la mayoría de los observadores descartaron esa posibilidad y la calificaron como altamente improbable. Putin lo había insinuado, pero no existían señales concretas de preparación para el uso de armas nucleares, y parecía ser una medida irracional incluso para los estándares de lo que solíamos pensar de Putin. Hoy existen razones para tomar el asunto con mayor seriedad. El discurso que pronunció Putin el 30 de septiembre, durante una ceremonia que marcó la anexión ilegal de gran parte del territorio ucraniano, dejó en evidencia una mentalidad desprovista tanto de racionalidad como de conexión con la realidad. Atrás quedaron casi todas, excepto un par de referencias fugaces a la expansión de la OTAN, e incluso hasta Ucrania figuró solo de forma marginal. Putin ilustró un panorama claramente oscuro en el que existe una confrontación con el intento del satánico Occidente por dividir y destruir a la propia Rusia. Y ahora, como para subrayar aún más esa ira, sus fuerzas han estado realizando una serie de brutales ataques con misiles contra objetivos en su mayoría civiles en Kiev y otros lugares. Si esta es su mentalidad, no hay ninguna razón para suponer que no habla en serio cuando amenaza con usar armas nucleares. La doctrina oficial rusa permite el uso de armas nucleares cuando la propia existencia del Estado ruso está bajo amenaza y, aunque el esfuerzo ucraniano para expulsar a las fuerzas rusas de su territorio difícilmente puede describirse en estos términos, la retórica actual de Putin se acerca mucho a enmarcar la situación en términos existenciales. Ya ha descrito en ocasiones anteriores el conflicto como de “vida o muerte” para Rusia. Durante toda la Guerra Fría, la OTAN logró disuadir a la Unión Soviética de usar armas nucleares al amenazarla con responder también con armas nucleares, en una postura que se conoce como “destrucción mutua asegurada”. Sin embargo, en la actualidad Occidente pareciera estar dando el mensaje de que cualquier respuesta directa no será nuclear. Esta es una medida bastante sensata que busca evitar la escalada a una guerra nuclear total, pero al mismo tiempo corre el riesgo de debilitar el poder de disuasión. Como resultado, hoy existe la necesidad de discutir cómo se podría incrementar el esfuerzo general para disuadir a Putin de cualquier uso de armas nucleares. A continuación, presento los elementos de una política necesaria para lograrlo. En primer lugar, se debe dejar bien claro que cualquier uso de armamento nuclear debería convertir de inmediato el cambio de régimen en Rusia en el objetivo principal de la política occidental. Debe explicarse además que “cambio de régimen” significa destituir del poder a Putin —así como a todas las demás personas implicadas de forma directa en la decisión de utilizar armas nucleares— y que, al final, se les hará personalmente responsables de este crimen contra la humanidad. En segundo lugar, debe quedar muy claro que cualquier ataque nuclear ruso —incluso si Putin destruyera varias ciudades y causara decenas de miles de muertes— de ninguna manera alteraría la política fundamental de Occidente. Tal acción, por el contrario, fortalecería aún más la determinación de garantizar que Putin pierda la guerra que ha iniciado. El ingreso de Ucrania en la OTAN sería parte de la respuesta en este respecto. Ya se le ha otorgado el estatus de candidato a miembro de la Unión Europea. En tercer lugar, Occidente debería buscar movilizar de forma preventiva el apoyo internacional más amplio posible para esta política. Usar armas nucleares es cruzar la línea más grave en nuestro mundo actual, y debemos comenzar de inmediato a buscar apoyo para generar las medidas más fuertes posibles contra Rusia si esto sucede. En cuarto lugar, se debe realizar un esfuerzo especial para involucrar a las hasta ahora titubeantes China e India. Es muy probable que ambos países tengan fuertes objeciones a que Putin utilice armas nucleares, pero se les debe alentar a comunicar eso al Kremlin con anticipación, así como de preferencia también expresarlo públicamente. Debemos dejar claro que si desean preservar lazos con Occidente ya no podría ser una opción continuar con su política de tolerancia hacia el comportamiento ruso. En quinto y último lugar, se deben realizar preparativos activos y visibles para ataques convencionales creíbles contra importantes activos rusos. El país tiene numerosas vulnerabilidades críticas —como las bases de apoyo de sus flotas del mar Negro y del Báltico, o sus instalaciones de gas natural licuado en el Ártico— y aún no se sabe con certeza si sus defensas cibernéticas pueden resistir un ataque sostenido. Poner activos como estos en riesgo explícito podría ser parte una política reforzada de disuasión. Se debe diseñar una política en esta dirección con el propósito explícito de disuadir a Putin de continuar su rumbo hacia delirios peligrosos y comportamientos descabellados. Para lograr esto hay que dejarle claro a todos los que lo rodean que cualquier intento de Putin de presionar el botón nuclear tendría consecuencias catastróficas para Rusia, así como para ellos personalmente. Sin embargo, tenemos que ser realistas. Si llega a darse el peor escenario, debemos estar preparados para ejecutar estas políticas. En esa situación, habría que añadir rápidamente nuevos elementos a las medidas. Estamos en una situación potencialmente más peligrosa que la crisis de los misiles en Cuba. Nos enfrentamos a un líder en el Kremlin que en realidad podría estar hablando en serio cuando dice que esta es una lucha de “vida o muerte”. Debemos hacer todo lo posible para disuadir a Moscú —y a todos aquellos que estén en posición de influir en los acontecimientos— de la locura total. aranza |
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