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La espectacular derrota de Bolsonaro debería brindarle un destello de esperanza a la humanidad


2022-11-02

Paul Waldman, Greg Sargent, The Washington Post

Una de las peores patologías en la política global en este momento es la extraña conexión entre el negacionismo climático y el autoritarismo de derecha. Con algunas excepciones, los políticos autoritarios son los más propensos a promover teorías de conspiración y mentiras sobre el cambio climático mientras se resisten a la transición hacia un futuro de energía verde.

Es por eso que la espectacular derrota de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de Brasil en un importante evento mundial. Debería brindarnos un momento de esperanza que, dadas las circunstancias, podría parecer algo ingenuo o incluso atrevido.

Se ha señalado ampliamente que la estrecha victoria del político de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva es una buena noticia para la lucha contra el cambio climático. Lula se ha comprometido a preservar la Amazonía y a revertir las políticas de deforestación de Bolsonaro, lo cual podría influir de manera drástica en la cantidad de dióxido de carbono que calienta el planeta que la selva tropical más grande del mundo podría almacenar, o liberar a la atmósfera.

Pero este momento debe verse en un contexto más amplio. Esta es solo la señal más reciente de que las democracias se están movilizando para hacer retroceder ese nexo internacional tóxico y destructivo entre el autoritarismo de derecha y el negacionismo climático.

La derrota de Bolsonaro se produce tras otros dos grandes eventos mundiales. Este año, el Congreso de Estados Unidos aprobó una respuesta históricamente grande al cambio climático. Los demócratas lograron superar la intransigente oposición del Partido Republicano, el cual está plagado de negaciones de la amenaza a largo plazo que representa el cambio climático para la civilización humana.

Mientras tanto, el líder ruso Vladimir Putin ha tratado de utilizar su petrodictadura para imponerle retos energéticos a las democracias occidentales, para que debiliten su apoyo a la resistencia de Ucrania. Pero esta estrategia está fallando en su mayoría, y está inspirando un impulso más fuerte hacia un futuro de energía verde.

Estas tres acciones —Lula, esperamos, reorientando la trayectoria de la Amazonía, Estados Unidos aprobando una respuesta masiva sobre el clima, y el fracaso del chantaje energético de Putin— pueden verse como parte de una historia. Jesse Jenkins, experto climático y de energía de la Universidad de Princeton, afirma que, en conjunto, su influencia en nuestro futuro energético podría resultar ser “realmente enorme”.

“Tenemos a los dos bloques más grandes y ricos del mundo —Estados Unidos y Europa— redoblando esfuerzos por la transición a la energía limpia”, nos dijo Jenkins.

Si a eso le agregamos una nueva dirección para el administrador más grande de la Amazonía, el potencial colectivo de estas tendencias es alentador, afirmó Jenkins.

Siendo presidente de Brasil, Bolsonaro nombró como ministro de Relaciones Exteriores a un negacionista climático que calificó las preocupaciones sobre el calentamiento global como un complot de los “marxistas culturales” para fortalecer la ventaja de China contra Occidente. Bolsonaro descartó los datos de las agencias de su propio gobierno y los calificó de mentiras, además de burlarse y llamar “psicosis ambiental” a las preocupaciones climáticas.

Bolsonaro también recortó fondos para la aplicación de leyes ambientales, y la deforestación se disparó durante su mandato. En contraste, el periodo presidencial previo de Lula tuvo una disminución dramática en la deforestación.

Durante esta campaña, Lula propuso un ambicioso plan ecológico para trabajar hacia la “deforestación neta cero”, además de promover la agricultura sostenible y la reducción del uso de combustibles fósiles. Aunque Lula enfrentará obstáculos en el Congreso, puede lograr avances significativos si aplica de forma enérgica las leyes ambientales existentes en Brasil.

Al mismo tiempo, Putin ha utilizado el suministro ruso de energía a Europa, en particular gas natural, como un sistema tipo “zanahoria y palo”. Cortó el suministro a países individuales, limitó el suministro a otros y luego prometió reanudar la distribución, todo en aras de romper las alianzas que apoyan a Ucrania.

Pero eso ha sido contraproducente. Europa se ha apresurado a encontrar alternativas a corto plazo para el gas natural ruso, y la Unión Europea (UE) redujo drásticamente lo que obtenía de Rusia. Además, la UE ha anunciado que acelerará su transición a las energías limpias, y ha vinculado eso con la necesidad de permanecer unidos contra Putin.

En Estados Unidos, es muy probable que la Ley para la Reducción de la Inflación nos acerque mucho más al objetivo de reducir las emisiones que generan calentamiento global a la mitad de sus niveles de 2005, para el 2030. Como bien detalla Robinson Meyer en The Atlantic, la nueva ley podría transformar nuestra economía a través de un gasto fuerte en el impulso del crecimiento de las industrias de energía verde, para convertirlas en las manufactureras del futuro.

Ese último punto es importante. La transición hacia la energía limpia requerirá demostrarle a los electores occidentales que este cambio no requiere necesariamente un sacrificio económico de suma cero y que contiene las semillas de una oportunidad económica a largo plazo.

Esto es esencial para definir la batalla como una que se puede ganar. A los políticos de derecha les gusta promocionar el “desarrollo económico basado en la extracción de fósiles y la deforestación” que promete un éxito político “a muy corto plazo”, afirma Jenkins.

Contra ese argumento hay actores democráticos que presionan hacia la otra dirección, señala Jenkins, quienes tienen una “estrategia que sabemos requerirá de inversiones por adelantado” pero que dará sus frutos a medida que se haga visible la “evidencia tangible de oportunidades económicas” en la transición verde.

Eso podría hacer que la transición parezca más viable, no solo a nivel económico sino también político. Estamos viendo esto en la actualidad, ya que esta transición ha comenzado a contar con el apoyo de las mayorías democráticas.

En este sentido, hay destellos de esperanza en todos estos desarrollos. El escritor sobre negocios James Murray señala en un hilo de Twitter: “Hay una historia positiva (con numerosas reservas) que contar”.

Lula ganó con una estrecha mayoría y prometió un nuevo rumbo para la Amazonía que rechaza el cortoplacismo de la derecha. Estados Unidos se resistió al movimiento negacionista climático para invertir de forma masiva en la transición hacia un futuro verde. Europa está interpretando la imposición de dificultades energéticas de Putin como evidencia de la necesidad de acelerar esa transición también.

“Los movimientos progresistas de todo Occidente están respondiéndole a autoritarios y negacionistas climáticos a través de la aceleración del impulso hacia un futuro tecnológico verde”, nos dijo Nils Gilman, quien escribe extensamente sobre ecologismo y políticas de extrema derecha.

“La urgencia no ha parado de crecer, pero soy cautelosamente optimista de que las democracias se están moviendo hacia la dirección correcta”, concluyó Gilman.



Jamileth


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