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El voto latino no es un gigante dormido en estas elecciones intermedias


2022-11-03

Enrique Acevedo, The Washington Post

Los latinos en Estados Unidos somos muchos, pero votamos poco. La participación electoral ha sido históricamente baja y eso ha llevado a muchos a describir a los votantes latinos como un “gigante dormido”. De los 32 millones de latinos que pudieron haber participado en la elección presidencial de 2020, votaron poco más de la mitad —16.5 millones— y 34% lo hicieron por primera vez. Se trató de una cifra récord, pero todavía inferior a la participación nacional, que superó 66% del padrón electoral.

Pero aceptar la noción de que los votantes latinos no estamos interesados en participar activamente del proceso político en este país es perder de vista las barreras estructurales y culturales que limitan esa participación.

Uno de los ejemplos más claros ocurre en el estado de Texas, donde la población latina representa 40.2% de los 29.5 millones de habitantes, lo que la convierte en el mayor segmento demográfico. No obstante, tiene los niveles de participación electoral más bajos.

Esta aparente falta de entusiasmo es en realidad el resultado de una de las leyes electorales más restrictivas del país y del diseño de distritos electorales con los que se busca diluir el poder político de los latinos. Por ejemplo, la ley estatal solo permite el voto por correo a personas mayores de 65 años o con una discapacidad. Ni siquiera permitieron que la gente votara de forma remota durante la pandemia de COVID-19. Esto aumenta las filas y el tiempo de espera el día de la elección y dificulta la participación de quienes no pueden dedicar horas a votar. Algo similar ocurre con el diseño de los distritos electorales. Aunque los latinos son mayoría en el estado, en el diseño del mapa electoral el Congreso estatal —que controla el Partido Republicano— no incluyó distritos de mayoría latina. Es como si el partido empezara cinco goles a cero y luego culpáramos al equipo que va abajo en el marcador por no echarle ganas.

La noción de que estamos desconectados del proceso político ignora los impedimentos específicos para el libre ejercicio del voto. Muchos latinos no pudieron votar hasta 1975, cuando finalmente los estados fueron obligados a ofrecer boletas en español.

Las restricciones al voto no deben ser vistas solo como un problema latino, sino estadounidense. El historiador Jon Meacham ha señalado que, hasta 1968, las elecciones se llevaron a cabo bajo alguna forma de “apartheid electoral” que discriminaba a las minorías raciales. Esta historia es particularmente importante hoy, ante los esfuerzos de algunos políticos republicanos para crear barreras de votación a los electores latinos.

Esto puede cambiar. Lina Hidalgo es una inmigrante colombiana que llegó a Estados Unidos cuando tenía 15 años. En 2018 se convirtió en la primera mujer y la primera latina en gobernar el condado de Harris, el más poblado de Texas y el segundo de todo Estados Unidos. Desde entonces, una de sus prioridades ha sido fomentar la participación de los votantes latinos.

Gracias a una serie de reformas implementadas durante su administración, 2.3 millones de personas en Harris pudieron votar en la casilla electoral de su preferencia en 2020. Para lograr esto, Hidalgo asignó más de 17 millones de dólares para contratar a 12,000 trabajadores electorales, triplicó la cantidad de lugares de votación anticipada, amplió el horario de votación y proporcionó transporte gratuito a las urnas.

Como resultado, Harris —que incluye a la ciudad de Houston, con la segunda población hispana más grande en Estados Unidos después de Los Ángeles— registró niveles récord de participación.

“Llevamos a cabo las elecciones más accesibles de nuestra historia(…) Los votantes de ambos lados del espectro político respondieron a ese acceso rompiendo récords de participación. Eso fue seguido por una serie de leyes que tenían la intención de suprimir el voto y que están haciendo precisamente eso”, me dijo Hidalgo en entrevista.

Y tiene razón. Desde la elección de 2020, el gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, y el procurador general del estado, Ken Paxton, han montado una estrategia legal para tratar de desarticular las reformas que facilitaron la participación histórica de los votantes del condado Harris.

El voto latino es más importante que nunca. Desde la elección legislativa de 2018, más de 4.5 millones de latinos se han incorporado al registro electoral, esto representa 62% del total de nuevos votantes en Estados Unidos. En Texas, más de un millón de nuevos votantes se han registrado en los últimos dos años y la mayoría son hispanos jóvenes.

Para poder remediar la baja participación electoral hay que comprender mejor los temas que motivan a los latinos. Las encuestas muestran a una comunidad que comparte las mismas preocupaciones que el resto de los estadounidenses: economía, salud y educación son prioridades, pero también los temas específicamente vinculados a su identidad como religión, país de origen y el tiempo que llevan viviendo en Estados Unidos.

Por eso, en vez de impulsar sus campañas solo meses antes de cada elección, los actores políticos deben tener una presencia constante y auténtica en nuestras comunidades. Los latinos se comprometerán con el proceso político en la medida en que el proceso se comprometa con ellos. Hoy ese compromiso es muy poco y llega demasiado tarde.

“Hacer que la votación sea accesible requiere más que solo usar Google para traducir el sitio web de un candidato al español y llamando a eso alcance latino”, me dijo Antonio Arellano, quien a sus 32 años ya es un veterano del activismo por los derechos civiles con más de una década de experiencia en Estados Unidos. “Significa educar a la comunidad sobre el proceso y ayudarlos a superar las tácticas de supresión de votantes que hay en muchos distritos de mayoría latina. Hay que invertir tiempo y recursos para permitir que los latinos finalmente se sientan en casa en Estados Unidos”.

Arellano migró en los brazos de sus padres desde Michoacán, México, y se ha enfocado en la activación política de la comunidad latina desde organizaciones como Jolt y actualmente NextGen, donde trabaja como vicepresidente de comunicación. “Llevo una década trabajando con votantes como Antonio, en Houston, a quien conocí mientras hacía un sondeo puerta a puerta. Cuando le pregunté si tenía un plan para votar me dijo: ‘Mijo, eres la primera persona que ha llamado a esta puerta diciéndome que mi voto es importante’. Me rompió el corazón porque estábamos en Magnolia, uno de los vecindarios hispanos más antiguos de Houston, y su respuesta me confirmó que estas partes de la ciudad han sido ignoradas por los partidos y los políticos.”

Es el deber cívico de todo ciudadano o ciudadana votar, pero un gobierno que se dice democrático tiene que encontrar a su ciudadanía a la mitad del camino y facilitar el acceso al proceso. Si el proceso electoral no es un ejercicio inclusivo, entonces no es democrático. O todos vivimos en una democracia, o ninguno de nosotros lo hace.



Jamileth


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