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Petro necesita más que discursos para que las conversaciones con Maduro den frutos
Luz Mely Reyes | The Washington Post Finalmente el 1 de noviembre se produjo en Caracas el encuentro entre el presidente colombiano, Gustavo Petro, y su par venezolano, Nicolás Maduro. Decir que esta reunión ha sido muy esperada en el marco del restablecimiento de las relaciones bilaterales queda corto. Por primera vez, los gobiernos de ambos países tienen afinidades ideológicas, especialmente considerando que las relaciones han sido inexistentes desde 2019, cuando el expresidente colombiano Iván Duque desconoció al gobierno de Maduro. Sin embargo, más allá de la agenda comercial y diplomática entre ambos países, lo realmente importante es si el mandatario colombiano puede incidir en que Venezuela avance hacia una democratización o, al menos, que no continúe afianzando el autoritarismo. Durante el encuentro, Petro dio un primer paso al reiterar la petición a Maduro para que el país retorne al Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Desde el Palacio de Miraflores en Caracas, Petro dijo que este sistema interamericano es, en la práctica, la democracia liberal. Este es un concepto con el cual el chavismo no se ha sentido cómodo. En 2012, el gobierno de Venezuela —entonces en la administración de Hugo Chávez— se autoexcluyó tanto de la Corte como de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ambos mecanismos de la Organización de Estados Americanos, encargada de “asegurar la promoción y protección de los derechos humanos en el continente americano”. Sin embargo, la solicitud de Petro quedó fuera de la declaración oficial que emitieron ambos mandatarios luego del encuentro. Desde su cuenta de Twitter, el mandatario colombiano escribió: “Queremos invitar a Chile, Ecuador, Bolivia y Perú a que acepten el reintegro de Venezuela en la Comunidad Andina con todos los poderes, derechos y deberes. Igualmente, hemos solicitado que Venezuela pueda integrarse al Sistema Interamericano de Derechos Humanos”. Sin embargo, en el comunicado oficial de los mandatarios, consistente en 11 puntos, no se menciona el tema. No obstante, en el punto 10 de esta declaración conjunta se sostiene que “el presidente Gustavo Petro augura el mayor de los éxitos en la reanudación de la mesa de diálogo entre el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y la oposición venezolana, para lo cual estamos a su disposición”. Esta sería la confirmación oficial del regreso del proceso de negociación que ambos grupos iniciaron el año pasado en México. En los últimos días han circulado versiones de prensa que insisten en que este reinicio es inminente. He consultado con fuentes conocedoras de estos acercamientos, especialmente en Washington, y me aseguran que es cierto. Sin embargo aún no hay información oficial. Lo que sí ha quedado claro por parte de Maduro es su intención de que Venezuela regrese a la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el bloque regional integrado por Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú y del cual Venezuela formaba parte hasta 2006. Aquel año, el entonces presidente Hugo Chávez decidió separarse, alegando que la plataforma era una gran mentira y estaba “herida de muerte y hoy puedo decir que está muerta. La mataron. No existe”, en alusión a la firma de los tratados de libre comercio de Colombia y Perú con Estados Unidos. La reanudación de relaciones con Colombia y la intención de Maduro de volver a la CAN muestran que el tablero del gobierno chavista se está moviendo rápidamente en el campo económico, no así aún en lo político, y menos en la valoración de los derechos humanos. En el terreno político hay mucho por hacer. Uno de los temas importantes es la celebración de un proceso electoral íntegro. Sin embargo, alcanzar un acuerdo en este sentido va a requerir mucha discusión. El gobierno de Maduro se ha estabilizado y tiene varias opciones a la mano. Este no es el caso de la oposición venezolana, que se ha debilitado. ¿Qué quiere decir entonces Petro al declarar que está a la disposición ante una eventual retorno al diálogo entre el gobierno de Maduro y la oposición? Aún sigue siendo válido el planteamiento de que una salida pacífica en Venezuela debe contar con el apoyo de la comunidad internacional. Aunque no es responsabilidad de gobiernos extranjeros que Venezuela retome la senda democrática, otros países pueden contribuir a este encauzamiento. La oferta expresada por Petro de estar a la disposición en caso de que se reanude este diálogo es una cuerda salvavidas que la oposición venezolana podría tomar. Pero en el campo de derechos humanos, es recomendable que el mandatario colombiano abra canales de conversación con grupos que los defienden y que explore conversaciones con líderes de la sociedad civil venezolana, porque son ellos quienes han mantenido la lucha por preservar derechos fundamentales en ese país. El problema, en realidad, es que Venezuela siempre puede estar peor. Los ejemplos de Nicaragua y Cuba están al alcance de la mano. Esta es una carta que el madurismo parece dispuesta a usar, aunque sea discursivamente, como ocurrió cuando el gobierno de Maduro buscó que no se ratificara el mandato de la Misión Independiente de Determinación de Hechos de la ONU que investiga las violaciones de derechos humanos en el país sudamericano. El tema del respeto a los derechos humanos debe ser fundamental. El mismo día que Maduro y Petro se reunieron, el fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, solicitó una autorización para reanudar las investigaciones sobre la presunta comisión de crímenes de lesa humanidad en Venezuela. Khan señaló que los esfuerzos hechos por el Estado venezolano con algunas reformas judiciales “siguen siendo de alcance insuficiente o aún no han tenido un impacto concreto en los procedimientos potencialmente relevantes”. El retorno al Sistema Interamericano sería conveniente para todos los involucrados. De allí que la petición de Petro luce plausible. Queda por ver si el gobierno de Maduro realmente está dispuesto a someterse a este mecanismo. Pero un exhorto como el que ha hecho Petro no puede tomarse como un mero “saludo a la bandera”, algo inocuo que Maduro se ha mostrado dispuesto a tolerar porque el bien mayor para él es la reanudación de las relaciones bilaterales y los buenos oficios que puede hacer Petro para los planes comerciales del gobierno chavista. Durante su visita a Caracas, Petro dijo que América Latina es un faro de la democracia. Esto no es cierto. Él sabe que al lado de Colombia hay un país cuyo gobierno no es democrático. Sin embargo, el mandatario colombiano puede hacer aún mucho a favor de que Venezuela deje de cerrar su espacio cívico. Puede ser la bisagra necesaria con los líderes de gobiernos progresistas latinoamericanos, el gobierno de Maduro y Estados Unidos. En este momento, Gustavo Petro se lleva bien con todos. Si algo se necesita para que avance un proceso de apertura en Venezuela y se camine a la democratización es alguien que tienda puentes entre todas estas partes. Le tocaría hilar muy fino, pero esta posibilidad encajaría muy bien en su visión de liderazgo regional. aranza |
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