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En este Mundial, la nacionalidad es un concepto fluido


2022-11-25

Rory Smith | The New York Times

Más de 130 jugadores de la Copa del Mundo representan a un país distinto al de su nacimiento. Algunos de ellos se comprometieron solamente unos meses antes del Mundial.

Bryan Mbeumo no sabía, no con certeza, por qué había recibido la invitación, pero sabía que no era del tipo que se rechaza. La oportunidad de conversar con Samuel Eto’o, uno de los mejores delanteros de su generación y uno de los mejores jugadores africanos en la historia del fútbol, no llega todos los días.

Mbeumo es un delantero de 23 años que se está revelando como una fuerza para el Brentford, una especie de peso pluma de los clubes de Inglaterra que de alguna manera está brillando entre los pesos pesados de la Liga Premier. En contraste, Eto’o es una “leyenda del fútbol en general”, dijo Mbeumo. Cuando se juntaron para cenar en Londres este año, Mbeumo estaba nervioso.

Resulta que Eto’o era el que necesitaba dejar una buena impresión. Hacía poco había ganado las elecciones para ser el presidente de la federación de fútbol de Camerún y estaba de gira por Europa para intentar persuadir a los jugadores de ascendencia camerunesa para que su lealtad en el fútbol fuera para la selección nacional del país. Mbeumo, quien cumplía los requisitos por su padre, estaba en lo más alto de su lista.

“Cuando se me acercó al inicio, no sabía si iba a ir o no”, dijo Mbeumo. “Pero, después de hablar con él, me explicó el proyecto y me gustó. Me dio tiempo para pensarlo antes de darle mi decisión y luego decidí jugar para la selección”.

El caso de Mbeumo —nacido en Avallon, en el corazón de Francia— no es excepcional. Hay más de 130 jugadores en la Copa del Mundo que representan a un país distinto del que nacieron, un ejemplo de la creciente complejidad para definir la nacionalidad y la identidad en un mundo cada vez más interconectado y trasplantado.

Hay jugadores que nacieron en un país y se mudaron a otro cuando eran pequeños, como Raheem Sterling, quien pasó sus primeros años en Jamaica, pero hace mucho decidió representar a Inglaterra a nivel internacional. Hay quienes, como Xherdan Shaqiri de Suiza, se reubicaron como refugiados y optaron por jugar para el país donde construyeron sus vidas.

Hay otros, como Nicola Zalewski de Polonia, que nacieron en un lugar —Italia, en este caso— con padres que se habían mudado de otra parte. Y hay muchos, como Mbeumo, que pueden rastrear sus orígenes a través de un solo padre o incluso un abuelo y para quienes la nacionalidad que eligieron funciona como una conexión con generaciones anteriores.

El caso de Mbeumo es un poco menos común por el tiempo. Mbeumo debutó con Camerún en septiembre. Apenas unas semanas después, Rigobert Song, el entrenador de la selección nacional del país, lo convocó para su equipo del Mundial, uno de una media decena de binacionales recién acuñados cuyas carreras internacionales empezaron tan solo unos meses antes del torneo.

En este tipo de instancias, suele haber un aroma persistente a “oportunismo”, dijo Raoul Savoy, un entrenador nacido en Suiza que ha pasado dos décadas trabajando en África. “De pronto, algunos jugadores dicen que un país está en su corazón, aunque nunca lo hubieran mencionado antes”, denunció Savoy, quien está a cargo de la selección nacional de la República Centroafricana. “Es un tema que puede causar divisiones”.

No es menos delicado para los futbolistas, no solo para los que han pasado intentando llegar a la Copa del Mundo tan solo para encontrarse de último momento con una avalancha de sustitutos potenciales, sino también para los mismos sustitutos, quienes tienen la tarea de mezclarse en una escuadra de posibles compañeros, pero rivales inmediatos.

“Puede ser peligroso tener nuevos jugadores”, opinó Otto Addo, el entrenador de Ghana. “En especial si los jugadores que ya estaban ahí consiguieron algo muy bueno. Hay una dinámica de grupo que no quieres romper”.

Como Camerún, Ghana ha visto cómo sus filas se han llenado de importaciones a lo largo del último año: cinco miembros del equipo de Addo en Catar —entre ellos el defensa del Brighton Tariq Lamptey e Iñaki Williams del Athletic de Bilbao— nacieron en otra parte, pero decidieron, en meses recientes, comprometer sus carreras internacionales al país natal de uno o ambos padres.

Por supuesto que ha habido dudas en relación con la pureza de sus motivos. “Conozco personas que dicen que han venido por el Mundial, pero, si soy sincero, nunca lo sabremos”, dijo André Ayew, el capitán de Ghana. “Pero, si tienen la actitud correcta, la determinación correcta para morir por el equipo, abriremos todas las puertas que tenemos para hacerlos sentir cómodos”.

Asamoah Gyan, delantero nacido en Acra, Ghana, y que representó al país en el Mundial de 2010, se preguntó qué vendrá después del torneo. “Después, deberían seguir estando disponibles, porque esta no es una selección que se dedique a un solo torneo”, dijo. “Una vez que se han naturalizado en Ghana, deberían estar totalmente comprometidos”.

Los mismos jugadores han hecho lo posible por mitigar esas dudas. Lamptey, nacido en Inglaterra de padres ghaneses, ha creado una fundación que trabaja con niños en Nuaso, al norte de Acra. Williams, cuyos padres salieron de Ghana mientras su madre estaba embarazada de él, pasó tiempo con sus abuelos en el país durante el verano.

Esos esfuerzos sirvieron para persuadir a los aficionados de que su afinidad es genuina. Han tenido que adoptar otros métodos para calmar a sus compañeros de equipo. Cuando llegó a la escuadra de Ghana por primera vez para un amistoso contra Brasil en septiembre, Williams se apoyó mucho en el puñado de amigos que había hecho.

La posibilidad de representar a Ghana, dijo Williams, era una “oportunidad que no podía dejar escapar”. Aunque ha estado toda su vida en España —al grado de que su hermano menor, Nico, también está en Catar, pero enfundado en la roja española en vez de la blanca ghanesa—, sentía una conexión con el país, no solo por medio de sus padres, sino también de sus abuelos.

“Ghana y África son importantes para mí”, dijo después de debutar con el país como sustituto en el juego contra Brasil. Según Williams, se acordó de sus parientes en Ghana cuando entró al campo, con un orgullo no tanto por lo que significaba para él, sino por lo que significaría para ellos.

Sin embargo, sabía que lo más probable era que su “gran oportunidad” fuera la pérdida de alguien más. “No puedo olvidar toda la gente que puso a Ghana en lo más alto”, opinó. “Dio todo para que Ghana estuviera en el Mundial”. Para él, su trabajo consiste en construir a partir de eso.

Los futbolistas que conocía antes de llegar al equipo de Addo sirvieron para superar esa tensión, ese sentido de que era un perturbador, un intruso. Williams conocía a Thomas Partey y Joseph Aidoo de la liga local de España. “Me ayudaron a aclimatarme”, dijo. Asimismo, sabían cuánto significaba Ghana para él.

No obstante, nada de eso sirvió para que pudiera escapar de la versión moderna del antiguo ritual de iniciación en el fútbol: tener que actuar una especie de teatro de revista frente a sus compañeros y que los resultados cubrieran de inmediato las redes sociales. “Bailé para ellos”, dijo, con una gran sonrisa.

Esos momentos, admitió su entrenador, suavizaron lo que puede ser un proceso tenso. “Tenemos un grupo exitoso”, dijo Addo. “No es fácil integrar a los nuevos jugadores. Solo han estado unos días juntos en el campo, pero todos lo han hecho muy bien. Se llevan bien entre ellos. Y muchos de ellos no son desconocidos”.

Pero lo más importante, según Ayew, el capitán de Ghana, es una forma más profunda de historia compartida. Él también nació en Francia. En realidad, nunca tuvo otra opción que jugar con Ghana, dado que su padre, Abedi Pelé, fue el mejor jugador del país. Sabe que, independientemente del momento en que un jugador decida su filiación internacional, lo que más importa es su sinceridad.

“El hecho de que se consideren ghaneses, de que estén dispuestos a jugar con Ghana”, dijo sobre Williams, Lamptey y los demás, “significa que son bienvenidos”.



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