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Almas encarceladas


2022-11-28

Por: P. Alejandro Cortés González-Báez 

Estos casos son tremendamente duros y difíciles, y más frecuentes de lo que podría parecer.

Con frecuencia ubicamos a la gente en categorías como altos y chaparros, ricos y pobres, jóvenes y viejos, buenos y malos, sanos y enfermos, etc. Pero es fácil perder de vista que existe otra forma de “clasificar” que tiene una gran importancia, en cuanto: libres y prisioneros.

Ahora bien, los presos pueden estar recluidos en cárceles donde deberían purgar sus condenas los delincuentes.

Pero también, existen otros prisioneros que llevan sus celdas a sus hogares, trabajos y demás ocupaciones.

Son prisioneros de vicios como el alcohol, las drogas, la pornografía, el juego… Otros, en cambio, están confinados dentro de enfermedades mentales.

Estamos asomándonos a una realidad tan compleja como terrible. Ese mundo en el que trabajan los psicólogos y los psiquiatras tratando de curar, o paliar, los sufrimientos de enfermos y sus familiares.

Si para los especialistas es difícil entender y resolver una variadísima gama de enfermedades psíquicas, para quienes no tenemos esa formación es muy fácil ser injustos al interactuar con neuróticos, psicópatas, o con personas que padecen depresiones, por mencionar algunos ejemplos.

Quienes sufren de tales padecimientos pueden ser más propensos a maltratar a su familia y demás personas, y caer en vicios de todo tipo. Dichas conductas suelen interpretarse en la sociedad como faltas de educación o de mal genio; como si se tratara de personas egoístas a las que sus padres no supieron enseñarles el respeto a los demás. Pero no se les ve como enfermos.

Quizás lo más difícil en estos temas sea poder distinguir entre los realmente enfermos, y quienes simplemente son flojos, negativos, malhumorados, y agresivos por su egocentrismo.

Desafortunadamente, aquí se cierran los círculos viciosos, pues lo que está motivando las conductas antisociales, con actuaciones negativas —muchas veces agresivas— no es algo necesariamente voluntario. No son manifestaciones de conductas libres, sino de individuos sometidos en prisiones ambulantes. Son, en definitiva, almas encarceladas, pero a las que siempre se les juzga como culpables, todo lo cual se revierte en más reacciones negativas, que terminan dañando a todos los que están cerca.

Como se puede ver, estos casos son tremendamente duros y difíciles, y más frecuentes de lo que podría parecer.
 



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