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Las manifestaciones en China contra la estrategia 'cero covid' llegan después de meses de dificultades económicas


2022-11-30

Daisuke Wakabayashi, Olivia Wang and Joy Dong | The New York Times

Los estragos de la dura estrategia de China en la lucha contra la COVID-19 se han sentido durante meses en la segunda economía más grande del mundo: el desempleo juvenil alcanzó un récord del 20 por ciento, las ganancias corporativas se desplomaron y el crecimiento económico cayó muy por debajo de las proyecciones de Pekín.

Las dificultades económicas han intensificado la presión para flexibilizar las restricciones pandémicas con el fin de salvar la débil economía y regresar a algo que parezca una vida normal. La frustración por la estrategia gubernamental de tolerancia cero frente a la COVID-19, la cual no ha evitado un gran aumento en el número de casos, se incrementó durante el fin de semana cuando estallaron las protestas porque la población está harta de los confinamientos imprevisibles, las cuarentenas prolongadas y las pruebas masivas. El lunes siguieron las manifestaciones, pero más pequeñas y dispersas.

El brote actual de COVID-19, el más extendido desde el inicio de la pandemia en 2020, ha acorralado a Xi Jinping, el presidente de China, que se ha negado a ceder en la estricta estrategia gubernamental contra la enfermedad. Si Xi relaja las restricciones y las infecciones se disparan, existe el riesgo de que haya muertes masivas y un sistema de salud desbordado. No obstante, si se mantienen las políticas actuales y se limitan los contagios con confinamientos generalizados, se infligiría un daño mayor a una economía que ya está desacelerada.

“El gobierno no tiene buenas opciones en este momento”, dijo Mark Williams, economista jefe para Asia de la firma de investigación Capital Economics. “Haga lo que haga, es complicado que no imponga restricciones significativas en grandes zonas del país, lo cual va a tener un gran impacto en el debilitamiento de la economía”.

Más de 80 ciudades chinas están luchando contra las infecciones en comparación con las 50 ciudades que lo hicieron durante la primavera, cuando un aumento menor de los contagios provocó un cierre de ocho semanas en Shanghái y sumió el crecimiento anual de la economía en el ritmo más lento en décadas. Estas ciudades representan la mitad de la actividad económica de China y el 90 por ciento de sus exportaciones, según Capital Economics.

Este mes, China anunció planes para relajar algunas políticas pandémicas, lo cual impulsó la especulación de que comenzaban eliminar su política “cero covid”, para deleite de los inversionistas que provocaron el aumento en el valor de las acciones de las empresas chinas. Sin embargo, conforme se incrementó el número de infecciones, el gobierno volvió a su manual habitual y se mantuvo firme en lo que ha dicho todo el tiempo: China está intentando erradicar la COVID-19, no quiere aprender a vivir con ella.

En una serie de editoriales que comenzaron a publicarse el domingo en los medios del Estado, Pekín señaló que China todavía necesitaba “mantener el enfoque estratégico” en la lucha contra la COVID-19, pero instó a las autoridades de todo el país a evitar medidas extremas como bloquear las salidas de emergencia u obstruir entradas durante las cuarentenas. Pekín enfatizó la necesidad de que las autoridades locales se adhirieran a las modificaciones de las políticas destinadas a “optimizar” las políticas existentes contra la COVID-19 y a limitar las interrupciones de la vida personal y comercial.

A pesar de esto, el lunes por la noche, las autoridades desplegaron más seguridad para desalentar otra noche de protestas.

El creciente descontento ha amenazado la reputación que a China tanto le costó ganarse de ser la fábrica del mundo. La semana pasada, trabajadores molestos porque no les habían pagado los bonos por la COVID-19 y por los deficientes protocolos de cuarentena organizaron disturbios y se enfrentaron con la policía en una fábrica china donde el fabricante taiwanés Foxconn produce más de la mitad de los iPhone del mundo.

Andrew Fennell, analista que supervisa las calificaciones crediticias del gobierno de China para Fitch, comentó que el enfoque inflexible del país ha “pesado mucho en la economía y ha elevado las tensiones sociales”. Fennell mencionó que espera que, en 2023, Pekín relaje las medidas más restrictivas de su estrategia de tolerancia cero, como los confinamientos de ciudades enteras, pero que muchas restricciones seguirán en vigor pues las tasas de vacunación han sido relativamente bajas entre las personas mayores de China.

Como reflejo de esas tasas bajas, China señaló el martes que aumentaría los esfuerzos para vacunar a sus ciudadanos de la tercera edad, una medida que los expertos consideran un precursor crucial para reabrir la economía.

En una nota publicada el lunes, Goldman Sachs estimó que había un 30 por ciento de posibilidades de que China abandone la estrategia “cero covid” antes de abril, pues el gobierno central está obligado a “elegir entre más confinamientos y más brotes de COVID-19”.

Después del brote inicial de COVID-19 en 2020, la economía china se recuperó rápidamente. Mientras el resto del mundo permanecía confinado, el enfoque inflexible de China para mantener bajo control a la COVID-19 funcionó bien y su economía resucitó. En particular, las exportaciones fueron un punto a destacar, ya que las fábricas chinas fabricaban muchos de los productos que el resto del mundo compró en línea durante el aislamiento. El año pasado, la economía china creció un impresionante ocho por ciento.

Esto cambió con los confinamientos estrictos que llegaron con los últimos brotes de COVID-19 y los disturbios recientes podrían ralentizar todavía más la producción de componentes esenciales como los chips de computadora y las partes de maquinaria, lo cual añade un nuevo elemento de incertidumbre a las perspectivas económicas mundiales. También podría provocar que las empresas de Estados Unidos y Europa busquen desvincularse de China y diversificar sus cadenas de suministro, según los analistas.

En la actualidad, muchos de los principales socios comerciales de China se enfrentan a una posible recesión debido a una inflación desbocada, al aumento de las tasas de interés y a la guerra en Ucrania. A nivel nacional, los pilares habitualmente confiables del sector inmobiliario y de la alta tecnología han pasado apuros económicos y la concesión de más créditos a las empresas no ha servido para reactivar la economía.

El éxito inicial de China para contener la COVID-19 comenzó a desmoronarse este año con la propagación de ómicron, una variante más infecciosa. En marzo, el gobierno proyectó un crecimiento modesto del 5,5 por ciento para 2022, varias semanas antes de que un aumento dramático de las infecciones confinara a Shanghái y paralizara la economía. Una serie posterior de brotes de menor envergadura sigue poniendo a prueba los límites de la estrategia de tolerancia cero de China, por lo cual el objetivo de crecimiento económico del gobierno ha quedado fuera de su alcance.

El lunes, Nomura, una firma japonesa de corretaje, redujo su perspectiva de crecimiento económico para el cuarto trimestre a un 2,4 por ciento en contraste con un estimado anterior del 2,8 por ciento, para lo cual citó “un camino lento, doloroso y lleno de baches hacia la reapertura”. También redujo a 4 por ciento su predicción de aumento del producto interno bruto para 2023 de un estimado previo del 4,3 por ciento.

Una desaceleración de la economía ya es evidente para Emma Wang, quien tiene 39 años y es propietaria de una tienda de bolsos y maletas en un centro comercial de Langzhong, una ciudad de la provincia de Sichuan donde se han registrado algunas infecciones.

Cuando Wang abrió su tienda hace dos años, el negocio era estable y rentable. Sin embargo, en los últimos días la gente ha dejado de ir a los centros comerciales, aunque la ciudad no esté en confinamiento. Wang está considerando trasladar su negocio a internet para rematar su inventario.

“En la pandemia, no hay clientes”, mencionó Wang. “Es difícil vender incluso una bolsa”.

Para agravar los problemas de esta madre de dos hijos, el empleador de su marido, quien trabaja para un fabricante de alimentos cuyo negocio también se ha visto interrumpido, lleva meses sin pagarle.

“Tenemos una hipoteca y préstamos de tarjetas de crédito”, comentó. “La situación no mejora y eso me molesta mucho”.



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