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Las razones del masivo apoyo popular a López Obrador van más allá del presidente
Ricardo Raphael | The Washington Post Con la marcha multitudinaria del movimiento lopezobradorista del domingo pasado ocurre lo mismo que con los resultados que mes a mes arrojan las encuestas de popularidad respecto del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO): ambos fenómenos políticos se entienden mal y los argumentos suelen ser insuficientes. Al evento de conmemoración de los cuatro años de gobierno asistieron, según el gobierno de Ciudad de México, 1.2 millones de personas. Es inverosímil que todo ese mar de gente haya acudido mediante acarreo clientelar. No se puede negar que hubo uso de recursos públicos para transportar a centenas de manifestantes, sin embargo, la asistencia masiva no se explica por ese solo argumento. Como tampoco se explica la popularidad que mantiene López Obrador, que ronda 69% de aprobación según la agencia Morning Consult, lo cual le ubica como el segundo líder de Estado en el mundo con mayor aprecio popular. Otro argumento frecuente para explicar la impresionante atracción de AMLO es descalificarlo como un líder populista que engaña a la gente. Este razonamiento implicaría que una porción muy grande de mexicanas y mexicanos están enfermos de ingenuidad. Suele haber una dosis fuerte de elitismo en esta tesis, que también es insuficiente. Primero porque hace suponer que este movimiento social comienza y se agota en la oferta política de López Obrador y lo segundo, más importante, porque pierde de vista el lado de la demanda ciudadana, de la gente que reconoce una identidad propia en este movimiento y que por lo tanto está dispuesta a apoyar de manera casi incondicional a su líder. Y si se asumiera que AMLO es un espejo inmenso en el cual se reflejan sus seguidores, ¿que se necesitaría saber sobre esas personas que escogieron a este líder como su principal causa? El lopezobradorismo se ha convertido en una cultura política a la que se adhieren millones de personas. ¿Por qué, si no es por dádivas, acarreo, clientelismo o ingenuidad, tantas personas coinciden alrededor de ella? ¿Cómo fue que el López Obrador que muchas y muchos llevaban dentro se echó a andar? Sobra decir que los líderes muy populares no habrían sido lo que fueron sin las circunstancias que los rodean y el lopezobradorismo es la respuesta política a un país muy fracturado y cada día más caótico respecto a la política y las instituciones del Estado. El académico argentino Ernesto Laclau lo dice de manera sencilla en su libro La razón populista: cuando todo es caos y fragmentación, surge la fantasía de un pueblo unificado. Este primer elemento es clave para explicar la fuerza del lopezobradorismo. Se trató de una respuesta política a una fractura que estaba ahí antes de que AMLO se convirtiera en un líder tan importante. El sistema institucional mostró demasiadas fisuras y ciertamente provocó una angustia generalizada. El alza de la violencia y la criminalidad a partir de 2008, y la incapacidad prácticamente total de los sucesivos gobiernos para pacificar al país, está en el origen de esa fractura. También lo está la impunidad y que en México van a dar a la cárcel mayoritariamente las personas de escasos recursos. Al igual que la corrupción, que también creció durante los años previos al triunfo del lopezobradorismo, en 2018. Y la indolencia de los partidos políticos, los cuales son percibidos como organizaciones sordas respecto de las demandas de las personas. Todo esto se resume en una idea principal: la elite política, económica e intelectual es el problema de todo cuanto ocurre. Se trata de una élite que solo mira hacía ella misma —es descaradamente auto referencial— y por influencia suya el Estado y sus instituciones agonizan en la debilidad. En consecuencia, los simpatizantes del lopezobradorismo descreen de las instituciones y están desencantados con la democracia como venía funcionando. Este movimiento comparte una ideología sencilla: el rechazo a cualquier forma de elitismo. Este es el lazo afectivo que sacó de cada closet personal al López Obrador interno. Se trata de un mapa mental que simplifica lo complejo. Resuelve los problemas a partir de dicotomías como “el pueblo puro” opuesto a “la élite corrupta.” Para que un fenómeno como el lopezobradorismo emerja es necesario que la demanda de reclamos —anteriores a la oferta política— se encuentre con un líder capaz de juntar esas exigencias dispersas, congregarlas y darles coherencia narrativa, tal como hizo López Obrador durante los últimos 16 años. Entre los eslabones articuladores se añadió la crítica a los poderes intermediarios, la exigencia por formas de democracia directa (referéndum, plebiscito y consulta popular) y el discurso tenaz para deslegitimar las críticas, a los adversarios y a las oposiciones. Y, por encima de todo, una capacidad tenaz para fracturar cualquier expresión del status quo previo. La conexión entre la demanda y la oferta que se dan cita en el lopezobradorismo coinciden en la propuesta de abolir las instituciones que sean percibidas al servicio de la élite. Al final de la marcha del domingo, durante el discurso en el Zócalo por su cuarto año como presidente, Andrés Manuel López Obrador ratificó que no piensa reelegirse en los comicios del 2024. En los hechos, esta declaración significa que él, como parte de la oferta lopezobradorista, se apartará del camino. Habrá quien suponga que una vez retirado el líder, el movimiento este va a diluirse. Sin embargo, atender este fenómeno político desde el lado de la demanda obliga a cuestionar una conclusión tan rápida. Si este movimiento es una cultura política que ha logrado aglutinar a tantas personas, por qué habríamos de suponer que sus causas van a esfumarse. Mientras la política siga siendo valorada como un lugar caótico, corrupto y fragmentado. Mientras la violencia y la impunidad continúen reinando. Mientras el elitismo sea ciego a las causas populares y las instituciones no sirvan para resolver las principales preocupaciones de la gente, el lopezobradorismo —aunque mutara de nombre— seguirá influyendo en la política mexicana. aranza |
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