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Curar las cegueras del alma
Por: P. Fernando Pascual | LC Son muchas las cegueras del alma. Desde perezas, cobardías, orgullos y egoísmos y los ojos dejan de ver la luz. A base de pequeñas traiciones a la conciencia, el corazón puede endurecerse. Poco a poco inicia una ceguera que dificulta ver el bien, la verdad, la justicia. Entonces alma queda encarcelada entre caprichos y pecados que destruyen y que ahogan. Son muchas las cegueras del alma. Desde perezas y cobardías, desde ambiciones y envidias, desde lujurias y odios, desde orgullos y egoísmos, los ojos dejan de ver la luz y quedan prisioneros de las tinieblas. Como enseña san Juan, “quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos” (1Jn 2,11). San Pablo ofrece un análisis más detallado del camino que lleva a la oscuridad y al pecado: ¿Cómo salir de ese estado de ceguera? ¿Cómo recuperar nuevamente la vista? Si nos dejamos curar por Cristo, si le permitimos tocar nuestros párpados y humedecer nuestras pupilas, volveremos a ver la luz (cf. Jn 9; Ap 3,18). “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo” (Ef 5,14b). Con el Maestro podemos salir de las cegueras del alma. Entonces todo quedará iluminado de una manera distinta, y nuestros ojos percibirán, gracias a la misericordia que cura, un horizonte maravilloso de bondad y de belleza. Seremos así capaces de vivir la plenitud de la Ley: amaremos a Dios y a los hermanos (cf. Mt 22,36-39). aranza |
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