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El llamado de Trump a suspender la Constitución es demasiado peligroso como para ignorarlo


2022-12-05

Ruth Marcus | The Washington Post

Hubo un tiempo, en la ingenua primavera y verano de 2015, en que consideraba a Donald Trump como una figura que no merecía mi atención y por ende me negaba a escribir sobre él. “¿Para qué ensuciarme?”, pensaba. “Seguramente se desvanecerá con el tiempo”.

Hubo un tiempo, en los meses y años cada vez más espantosos que siguieron, en el que consideré que Trump era demasiado peligroso como para ignorarlo y no pude dejar de denunciar sus interminables y crecientes atrocidades contra la democracia estadounidense: los “jueces mexicanos”, los enemigos del Estado, las “fake news”, la prohibición contra los musulmanes.

Hasta una columnista se cansa de repetirse. Fue por eso que, durante su tramo final en la presidencia en Estados Unidos y en los años posteriores, desvíe en gran parte la mirada. Denuncié a Trump en agosto pasado, cuando de manera sombría advirtió que habría “disturbios en las calles” tras el allanamiento de su residencia en Mar-a-Lago por parte del Departamento de Justicia. Y antes de eso, en diciembre de 2020, cuando publicó una queja en un video de 46 minutos atacando las elecciones presidenciales que perdió.

Pero sobre todo pensé: ¿para qué molestarse en intentarlo? Avergonzar a los objetivos y convencer a los lectores son las metas del columnista. Con Trump, nadie cambiaría de opinión ni tampoco lo haría su comportamiento.

Y, sin embargo, hay momentos en los que se debe prestar atención, aunque solo sea para colocar una marca y para que los historiadores —por grandilocuente que suene esto— comprendan: esto llegó demasiado lejos. No se puede permitir que esto no sea denunciado.

Podría haber tomado esta decisión después de la cena de Trump con los antisemitas y simpatizantes del nazismo Ye (previamente conocido como Kanye West) y Nick Fuentes. ¿Quién podría haber imaginado, en los tiempos previos a Trump, que un expresidente de Estados Unidos y candidato declarado a la presidencia se mancillaría tanto a sí mismo y al cargo?

Pero me siento en la necesidad de escribir hoy sobre la más reciente publicación de Trump en su red Truth Social, porque es al menos igual de peligrosa e incluso más insidiosa.

“Entonces, ante la revelación de un FRAUDE Y ENGAÑO MASIVO Y GENERALIZADO en la estrecha colaboración entre las grandes empresas de tecnología, el Comité Nacional Demócrata y el Partido Demócrata, ¿descartas los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 y anuncias al ganador legítimo, o realizas nuevas elecciones?”, publicó Trump. “Un Fraude masivo de este tipo y magnitud permite dejar sin efecto todas las normas, reglamentos y artículos, incluso los que se encuentran en la Constitución. ¡Nuestros grandiosos padres fundadores no querrían, ni aprobarían, elecciones falsas y fraudulentas!”.

Y siguió con: “¡UN FRAUDE SIN PRECEDENTES REQUIERE DE UNA CURA SIN PRECEDENTES!”.

Hagamos una pausa para asimilar esto. El expresidente y potencial futuro candidato ha sugerido suspender la Constitución para apoyar su perturbada noción de que ganó las elecciones y de que sus resultados están sujetos a cambios. Un hombre que hizo el juramento de “preservar, proteger y defender” la Constitución ahora secuestra a “nuestros grandiosos padres fundadores” en aras de su megalomanía.

No.

Esto es un discurso de insurrección por redes sociales. Nada —y mucho menos un “Fraude” imaginario, así lo ponga en mayúscula— “permite dejar sin efecto” las garantías constitucionales. Trump está sentando las bases para un golpe de Estado.

Podríamos descartar la publicación como la fanfarronada trumpiana más reciente, algo que nunca será capaz de implementar. Sin embargo, la mera disposición de entretener y alentar la acción extraconstitucional es alarmante viniendo de un hombre que busca regresar a la presidencia.

Esa es la razón por las que las palabras de Trump deben resaltarse y denunciarse. Ya dejé de esperar que los líderes republicanos se manifiesten. Ya sabemos que, en su mayoría, sus agallas se han desmoronado y su coraje se ha reducido al tamaño de un grano encogido.

Trump “dice muchas cosas, pero eso no significa que alguna vez vaya a suceder”, fue lo máximo que el representante David Joyce (Ohio), presidente del Republican Governance Group, pudo balbucear en respuesta a las preguntas de George Stephanopoulos, de la cadena ABC.

La Casa Blanca hizo lo correcto al increpar a Trump. “Atacar la Constitución y todo lo que representa es el anatema del alma de nuestra nación y debe ser condenado de manera universal”, afirmó el portavoz Andrew Bates a través de un comunicado. De hecho, las palabras deberían haber sido emitidas en nombre del propio presidente.

Otros tomaron decisiones más desconcertantes. Durante todo un día, The New York Times, hasta donde pude encontrar, no mencionó la publicación de Trump. Asumo que esto no fue un descuido sino una decisión deliberada para no permitir que Trump secuestrara su producto para sus propósitos antipatrióticos.

Lo entiendo, pero me alegro de que el Times haya desistido de esa estrategia con un reportaje al respecto el domingo por la tarde. El episodio ilustra la paradoja de tener que lidiar con Donald Trump. No queremos darle oxígeno, pero en ocasiones no nos atrevemos a ignorarlo. Esta es una de esas ocasiones. No debe ser excusada ni olvidada.
 



aranza


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