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No me voy a ir de Twitter


2022-12-05

Karen Attiah, The Washington Post

Abandonar o no el Twitter de Elon Musk, he ahí el dilema.

Desde que el multimillonario compró la red de medios sociales, los anunciantes han huido y varios usuarios de alto perfil han informado que van a cerrar sus cuentas. Es fácil entender por qué. Como un dios del inframundo que libera monstruos de las profundidades del Tártaro, Musk ha reactivado las cuentas de racistas y antisemitas, incluidos Donald Trump y Kanye West. El mismo Musk promueve con regularidad teorías conspirativas y puntos de vista de extrema derecha bajo el pretexto de la libertad de expresión.

Una de las personas que abandonó Twitter es Jelani Cobb, escritor de la revista New Yorker y decano de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, quien recientemente explicó la razón por la que dejaba la plataforma tras 14 años.

“El restablecimiento de la cuenta de Donald Trump hizo que permanecer en la plataforma fuera completamente insostenible”, declaró Cobb. Además, argumentó que ahora que Twitter es una empresa privada, cualquiera que tuitee es, en esencia, un empleado. “Twitter es lo que siempre fue: una empresa para hacer dinero, solo que ahora es más descarada”, escribió Cobb. “Ahora además subsidia a un multimillonario que considera que la libertad de expresión es sinónimo de tener el derecho a abusar de los demás”.

He conversado con muchos amigos liberales bien intencionados que, al igual que Cobb, quieren protestar contra Musk con su ausencia. Es por eso que están abandonando lo que creen es una cloaca cada vez más profunda por los suburbios digitales seguros y cerrados de Mastodon o Post News.

Con gusto abriré cuentas allí también. Pero no me voy a ir de Twitter.

Si hay un grupo que debería estar huyendo de Twitter, uno pensaría que sería el de las mujeres negras. Un análisis realizado por Amnistía Internacional y Element AI reveló que las mujeres negras tenían 84% más probabilidades que las mujeres blancas de recibir tuits abusivos y llenos de odio. En este punto de mi carrera, me han amenazado con violarme y me han proferido insultos racistas más veces de las que puedo contar. Gobiernos autoritarios y otros supuestamente liberales me han atacado en línea. Y eso sin contar los tuits de figuras profesionales verificadas con su marca azul que han sido condescendientes conmigo y han menospreciado mi trabajo o experiencia.

Twitter siempre ha sido un nido de serpientes que satisface los peores impulsos humanos. Recompensa los puntos de vista más extremos. Además, ha reforzado las divisiones de raza y género de nuestra sociedad, y ha hecho que el espacio sea más seguro para las personas blancas que están en la cima (en especial hombres) y más hostil para las personas de las comunidades negras, LGBTQ+ y de color que se encuentran abajo.

Sin embargo, últimamente, los que han acudido en masa a lugares como Mastodon para escapar de Musk son en su mayoría inmigrantes blancos de Twitter.

Esto es lo que sucede: en la vida real, las mujeres negras no han tenido el privilegio de retirarse cada vez que las cosas se ponen difíciles o nuestros espacios son ocupados por insoportables hombres blancos millonarios. Durante años, vía Twitter, las mujeres negras han hecho sonar la alarma de que somos potenciales víctimas de ataques. Hemos protestado, hemos resistido. Sin embargo, fue necesario que apareciera Musk, el auge del antisemitismo flagrante y que los hombres de la élite se sintieran incómodos para que finalmente se detonaran protestas más generales y, ahora, un éxodo.

Estoy de acuerdo en que permanecer en Twitter para pelear con troles no es “resistencia”. Pero construir una comunidad y movilizar recursos sí lo es.

Twitter es probablemente la única plataforma digital global donde instituciones de élite e individuos poderosos comparten espacio con personas marginadas, incluidas de las clases bajas y trabajadoras. Tiene el poder de enfocar con rapidez una enorme cantidad de atención en temas cruciales.

He visto a personas utilizar Twitter para recaudar fondos para grupos de apoyo mutuo y de recuperación ante desastres. Las personas con discapacidades han llamado a Twitter un salvavidas de redes de contactos y apoyo. Y recientemente, el caso de Shanquella Robinson, quien fue asesinada en México durante un viaje con amigos, no habría llamado la atención del público general si no hubiera sido por la comunidad negra de Twitter.

Los hashtags de Twitter se han utilizado para organizar, movilizar y amplificar los movimientos de resistencia pacífica más grandes del planeta. Estos son movimientos que, según las cifras, han eclipsado las manifestaciones de supremacistas blancos y la multitud enfurecida de la insurrección del 6 de enero de 2021.

Twitter también ha sido una herramienta poderosa para la rendición de cuentas, en especial para las voces negras que desafían las narrativas dañinas que salen de las principales instituciones de medios. Y en una pequeña escala personal, puede llegar a ser revolucionario, ya que le permite a los individuos entablar relaciones vitales con personas que de otro modo jamás habrían conocido.

Sé que Twitter no es un sustituto del activismo de calle ni de la interacción profunda con los problemas graves. Siempre es un riesgo volverse dependiente de una plataforma que le pertenece a otro. Pero a medida que los tiempos que se avecinan se vuelven más complicados, lo último que deberían hacer los liberales es abandonar las potentes herramientas que tienen a su disposición, aunque esas herramientas no sean perfectas.

La gente de derecha sabe bien cómo explotar todos los instrumentos del poder social y cultural. Lamentablemente, la izquierda pareciera no haber descifrado eso todavía. La inacción y la retirada liberal no son un buen augurio para la alianza o la “resistencia” antirracista.

Así que sí, me hundiré con este barco de Twitter. No estoy interesada en concentrarme demasiado en las payasadas de un hombre millonario. En su lugar, centraré mi atención en la energía, la creatividad y la belleza de las comunidades que han hecho de Twitter mi hogar digital durante la última década. Los racistas, fascistas y troles no me han detenido en el pasado. No debemos dejar que nos detengan ahora.
 



aranza


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