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La criptoindustria batalla para encontrar el rumbo a futuro


2022-12-06

David Yaffe-Bellany | The New York Times

Poco después del fracaso de varios bancos de Wall Street en 2008, un documento de nueve páginas circuló en una misteriosa lista de correo. En él, se proponía un nuevo tipo de sistema financiero que no dependiera de ningún “tercero de confianza”.

El documento fue el punto de partida para lo que hoy conocemos como la industria de las criptomonedas. Con frases dramáticas e idealistas, sus partidarios se comprometieron a hacer negocios con total igualdad y transparencia y a eliminar las prácticas de alto riesgo del puñado de firmas financieras poderosas que causaron la Gran Recesión.

Por desgracia, el mes pasado, las acciones de una sola criptoempresa, la casa de cambio de 32,000 millones de dólares FTX, sumió a la industria emergente en su propia versión de la crisis de 2008. FTX, otrora considerada un mercado seguro para la compraventa de monedas virtuales, se declaró en quiebra después de sufrir el equivalente a un pánico bancario en el criptomundo, situación que enfrentó a ejecutivos, inversionistas y entusiastas de la industria con una dura realidad: la tecnología que habían diseñado para corregir los defectos del sistema financiero tradicional terminó por emularlo.

Ejecutivos que tan solo hace un año se deleitaban en el crecimiento aparentemente imbatible del criptomundo ahora intentan garantizar que pueden aprender de los errores y adoptar de nuevo los ideales iniciales de la industria. Binance, la mayor casa de cambio del mundo, anunció el mes pasado que dará a conocer más información sobre sus finanzas y contratará auditores independientes para verificar la información divulgada. Coinbase, la mayor casa de cambio de criptomonedas en Estados Unidos, proclamó su compromiso con un “sistema descentralizado en el que no es necesario que confíen en nosotros”.

Muchos convencidos de la criptoindustria ejercen presión para que se realicen reformas más drásticas e instan a los inversionistas a no guardar sus activos digitales con grandes empresas, sino optar por plataformas más experimentales operadas solo con código.

Pero a pesar de todas esas promesas de cambio, el derrumbe de FTX deja al descubierto cuán lejos está la criptoindustria de lograr sus metas originales y gozar de una aceptación generalizada. La desconfianza de los consumidores ha aumentado este año debido a varios problemas, como enormes pérdidas financieras, investigaciones de carácter penal y un clima de cada vez mayor escepticismo en cuanto a la regulación en Washington. En una conferencia celebrada el mes pasado, Changpeng Zhao, director ejecutivo de Binance, comentó que la implosión de FTX le costaría a la industria un retroceso de varios años.

La quiebra de la casa de cambio agravó una situación de por sí difícil tras meses de pérdidas en el mercado de las monedas virtuales que comenzaron con una devastadora caída en la primavera por una retirada más generalizada de los activos riesgosos. Esta agitación llevó a la quiebra a algunas distinguidas criptofirmas. Bitcoin, la criptomoneda original y la más popular, se ha vendido a menos de 17,000 dólares, una baja de alrededor del 75 por ciento con respecto a su valor más alto, de casi 70,000 dólares, hace casi exactamente un año.

“Empiezas a atravesar estos problemas, que surgen uno tras otro tras otro”, se lamentó John Reed Stark, antiguo funcionario de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC, por su sigla en inglés) que se ha convertido en un franco crítico de la criptoindustria. “Cada vez más personas se percatan de la estafa que es”.

En un principio, el principal uso de las criptomonedas era para actividades delictivas. Ladrones y traficantes de drogas utilizaban bitcoin para transferir grandes cantidades de dinero sin contar con una cuenta bancaria u otro intermediario para procesar las transacciones.

Pero con el paso de los años, las autoridades desarrollaron mejores habilidades para detectar los delitos con criptomonedas y la tecnología evolucionó de tal forma que hizo posibles aplicaciones financieras más sofisticadas, como tomar y otorgar préstamos. Algunas personas cuya carrera comenzó en Wall Street, como el fundador de FTX, Sam Bankman-Fried, que trabajó un tiempo en la empresa de operaciones de activos Jane Street, incursionaron en la industria naciente con la intención de aprovechar la tecnología en su beneficio.

Conforme creció la industria, comenzó a exhibir algunas de las mismas características que las instituciones de Wall Street que había prometido remplazar. Las operaciones con criptomonedas comenzaron a centralizarse y un gran número de transacciones se realizaban en solo unas cuantas casas de cambio grandes, como Binance, FTX y Coinbase. En los meses previos al colapso de FTX, el volumen de negociación de las criptomonedas tan solo en Binance llegó a superar el total combinado de sus siete competidoras más cercanas, según una empresa dedicada a recopilar datos de esa industria.

La versión original de la criptoindustria “se planteó el objetivo de reescribir las normas financieras a nivel global”, aseveró Charley Cooper, director de la compañía de cadenas de bloque R3. “Y aquí estamos de nuevo… con una industria incluso más centralizada que la bancaria”.

Las criptomonedas aumentaron muchísimo de valor el año pasado y a principios de 2022, hasta mayo. Fue cuando fracasó una popular criptomoneda llamada luna y arrastró la criptoeconomía en una espiral en picada. Dos importantes empresas que otorgaban préstamos, Celsius Network y Voyager Digital, se declararon en quiebra. Los partidarios se lamentaron por el “criptoinvierno” de precios a la baja y decreciente entusiasmo.

En plena crisis, FTX se consideraba una fuerza relativamente confiable. Con oficinas en las Bahamas, la empresa operaba como un mercado para la compraventa de criptomonedas, que ofrecía opciones de negociación de alto riesgo, pero populares, que son ilícitas en Estados Unidos. Bankman-Fried, de 30 años, que había logrado convertir a FTX en una empresa de 32,000 millones de dólares, rescató a firmas en dificultades y se ganó la reputación de ser un personaje benevolente dispuesto a tenderles la mano a sus colegas.

Entonces, el mes pasado, un retiro en pánico de depósitos dejó al descubierto un hueco de 8000 millones de dólares en las cuentas de FTX. La empresa se declaró en quiebra en solo una semana. La SEC y el Departamento de Justicia abrieron investigaciones para determinar si FTX actuó de manera ilícita cuando le prestó fondos de sus usuarios a Alameda Research, un fondo de cobertura del criptomundo que también había fundado Bankman-Fried y del que era propietario.

Binance opera en esencia el mismo tipo de negocio que FTX, pero Zhao, el director ejecutivo, últimamente ha puesto especial empeño en poner distancia con Bankman-Fried: ha calificado de mentiroso a su antiguo rival y criticado las prácticas más peligrosas de FTX. El 25 de noviembre, Binance anunció un nuevo “sistema de comprobación de reservas” y se comprometió a mantener informados a los usuarios de la cantidad de criptomonedas que conserve en sus cuentas, además de disipar temores de que sea vulnerable al tipo de pánico con los depósitos que destruyó a FTX (eso sí, los planes de Binance fueron blanco de muchas críticas por la falta de información clave).

Coinbase también intentó calmar cualquier inquietud en torno a un posible colapso con una publicación en un blog en la que indicó que siempre conserva la misma cantidad de dinero que depositan los clientes. “No puede haber ‘pánico bancario’ en Coinbase”, rezaba la publicación.

De cualquier manera, la mera existencia de grandes empresas como Binance, Coinbase y FTX es antitética a los ideales de las criptomonedas, en opinión de algunos expertos de la industria. Desde el colapso de FTX, algunos fanáticos de las criptomonedas han emigrado a empresas más pequeñas del campo experimental de finanzas descentralizadas (llamado DeFi), que les permite a los inversionistas realizar transacciones y otorgar y pedir préstamos sin necesidad de un banco o intermediario, pues, en su lugar, emplea un sistema regido por código abierto al público.

No obstante, DeFi tiene sus propios problemas, como la vulnerabilidad a ciberdelincuentes, que han vaciado miles de millones de dólares este año de los proyectos experimentales.

“Basan todo en tecnología inadecuada que resulta muy ineficaz”, explicó Hilary Allen, experta en finanzas de la Universidad Americana. “Son muy frágiles en cuanto a sus operaciones”.
 



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