|
Formato de impresión |
La Misericordia en nuestras vidas
Por: Fernando Morales González ¿Qué necesita el hombre para ser feliz?, dejarse amar por Cristo, eso y no más. ¡Qué dulce es vivir en la gracia de la Misericordia! La humanidad necesita dejarse envolver en el amor de Cristo, sólo así podrá encontrar la felicidad. Una vida confortada en el amor de Cristo experimenta el consuelo, la paz y la santidad que Él mismo brinda a un alma confiada. La tristeza y amargura de un corazón se dispersan bajo su potestad Divina y trinitaria, cuando con gran esperanza en la tribulación decimos: Jesús, en ti confío. La misericordia de Cristo es representada como un pozo de agua viva en medio del desierto, donde todas las almas tienen sed y cansadas de tanto andar, se arrojan al pozo para saciarse ¡Qué deleite más hermoso experimentan las almas, pues no quisieran salir de ahí jamás! Tan sólo dejarse empapar de delicias estremece el alma. Pero, el hombre es quien no quiere refrescar su lengua, prefiere vagar perdido y confundido bajo el sufrimiento, agotado de sol a sol ¡Pobres hombres pareciera que no ven a pesar de tener ojos! Jesús hace brotar de su corazón los manantiales de la Misericordia día a día. Tanto es su amor que nunca desampara a sus hijos, siempre tan fraterno desea socorrerles y sacarlos del desierto agotador para así, poder guiarlos por los caminos de la salvación, recordando siempre que Él es amor y misericordia. Es el círculo infinito de la creación, por amor crea a su criatura y por misericordia le da la salvación. Si tan sólo más almas conocieran su misericordia no se perderían tantas de ellas. El alma, hasta ahora enamorada de Cristo, comienza a trabajar en la humildad, viendo a Dios en todas las cosas aún en las más pequeñas de la vida y de forma muy especial en sus hermanos ¿Qué necesita el hombre para ser feliz?, dejarse amar por Cristo, eso y no más. Dejarse guiar por su voluntad Divina lo es todo, porque Él lo puede todo. Cristo ha tendido su mano colmada de Misericordia, es cuando para tomarla no sea que al retirarla la vuelva colmada de justicia, entonces clamarán misericordia y ya no habrá. El alma cuyo deleite es el Señor, proclama con gran voz jubilosa ¡Oh Señor Jesús, soy tan feliz desde el día aquel en que me redimiste con tu Divina Misericordia! Por eso, confío en ti, Dios oculto en el Sagrario. aranza |
|
� Copyright ElPeriodicodeMexico.com |