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El poder y la corrupción


2023-01-05

José Manuel Rodríguez Solar

No es acaso también reprobable la conducta de muchos gobernantes de este mundo que son los causantes y responsables de tantas atrocidades, asesinatos, tragedias, injusticias, guerras, pobreza y miseria, que convierten la Tierra en un infierno bajo su mal gobierno, sembrando el miedo, el terror y el pánico, enriqueciéndose y sirviendo más al imperio del demonio que a sus pueblos. ¿Cuántos nombres de mandatarios actuales tendrían que agregarse a la lista histórica del mundo en la que están registrados los más crueles de la humanidad, tales como Hitler, Nerón, Stalin o Calígula, y más recientemente Vladimir Putin, desatando una guerra inhumana en Ucrania? ¿Quiénes son los más ricos del mundo que se enriquecen de la pobreza de millones de seres? ¿Quiénes son los que viven y fincan su riqueza de la fabricación de armas, propiciando crueles y atroces guerras? ¿Quiénes los que viven de la pornografía, el narcotráfico, drogándose o corrompidos de mil maneras?

Las conductas delictivas de los gobernantes y autoridades en el poder no se juzgan graves, no se publicitan ni se difunden como debieran, ni siquiera se los menciona o se callan si son influyentes o poderosos, y, si en cambio, se ensañan contra cualquier ciudadano cuando comete un delito o un crimen, por más grande o pequeño que sea. En estos casos se prenden los reflectores y los alumbran para que todos los veamos. Aquí se ven las diferencias que hay entre ciudadanos y gobernantes o personajes influyentes.

Si el mundo anda mal y está de cabeza, viviendo calamidades y soportando atrocidades, no es por culpa de Dios, sino de aquellos que gobiernan en esta dirección. No debemos hacer a Dios responsable del mal que habita en el mundo. La Tierra era un paraíso, distinta a lo que es hoy: llena de amenazas, injusticias, tragedias, miserias, enfermedades, dolor y terror. La Tierra padece todo tipo de contaminación y calamidades. La humanidad se ha corrompido y por ello la Tierra está convulsionando. Tragedias y desgracias en todas partes. Lord Acton dijo en cierta ocasión: «El poder significa corrupción. Y poder absoluto significa corrupción absoluta». El único que tendría justificación para ser un dictador, es Dios mismo, y no lo es.

Jesús se refirió sobre la calamidad que son los gobernantes con esta frase: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder». (Marcos 10,42-43) El mundo ni la historia han cambiado, la historia se repite una y mil veces en distintas versiones y distintos personajes.

Sino fuera suficiente, aquí tenemos otro recordatorio. Jesús nos dice algo que viene a propósito de nuestra idiosincrasia, que a pesar del avance de los años esta mención evangélica y profética sigue vigente: «Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios para aferrarse a la tradición de los hombres». (Marcos 7:6-9)

Dios, sobre este particular, nos habla claro y sin disimulos, concretamente sobre nuestras calamidades, si queremos encontrar el remedio:

Si mi pueblo se humilla, rezando y buscando mi rostro, y se vuelven de sus malos caminos, Yo, entonces, los oiré desde los Cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra”. (2 Crónicas 7,14). ¿A quién se le ocurre hacerle caso a esta consideración? ¿Qué gobierno estaría dispuesto a congregar a su pueblo y pedirle perdón a Dios? ¿Acaso los judíos a Jesucristo? Esta evocación data de hace más de 3,000 años y el mundo no ha cambiado.

En una de sus tantas pronunciaciones el Papa Benedicto XVI habló del concepto de autoridad y se refirió a las dictaduras de Europa del Este y del Oeste en el siglo XX que "sembraron el terror y la muerte" y recuerdan que la autoridad cuando se ejerce sin una referencia a Dios termina inevitablemente por dirigirse contra el hombre. "Es importante -dijo- reconocer que la autoridad humana no es jamás un fin, sino un medio cuyo fin es siempre la persona creada por Dios". "Una autoridad tan intensa, que tenga como único objetivo el verdadero bien de las personas”, es una preciosa ayuda en el camino hacia la plena realización en Cristo, hacia la salvación" y está en manos de la Iglesia. La Iglesia se ocupa de ejercitar este tipo de autoridad que es un "servicio" y no la ejercita a título propio, sino en el nombre de Jesucristo, afirmó el Papa. Una vez más el Sumo Pontífice puso el dedo en la llaga y nos hace este recordatorio.



JMRS


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