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Biden puede pasar a la historia como uno de los mejores presidentes de Estados Unidos


2023-01-05

Max Boot | The Washinton Post

He vivido dos cambios geopolíticos importantes en mi vida: el final de la Guerra Fría, que marcó el comienzo del “momento unipolar” de Estados Unidos, y los ataques del 11 de septiembre de 2001, que marcaron el comienzo de la guerra contra el terrorismo.

Ahora, estamos experimentando otro momento decisivo, lo que los alemanes llaman Zeitenwende (tiempos de cambio), que podría ser aún más desconcertante. El nuevo desorden mundial ha sido provocado principalmente por la invasión rusa a Ucrania, pero también por otros factores, incluido el crecimiento de China, el programa nuclear de Irán (que ahora ha producido suficiente material fisible para construir una bomba), los programas nucleares y de misiles de Corea del Norte (ha habido más pruebas de misiles en 2022 que en cualquier otro año), el declive de la globalización y el aumento del sentimiento aislacionista y proteccionista en Estados Unidos. Estamos tratando de definir el mundo posguerra incluso cuando la guerra en Ucrania continúa. El paralelo más cercano que se me ocurre es la lucha por definir el mundo tras la Segunda Guerra Mundial, a finales de la década de 1940 y principios de la de 1950.

Ese también fue un momento aterrador e inestable. La Unión Soviética de Joseph Stalin tomó el control de Europa del Este mientras adquiría un arsenal nuclear. Mao Zedong y su Partido Comunista derrocaron al gobierno nacionalista en China. Estados Unidos fue sacudido por un “temor rojo” sobre supuestos espías y subversivos comunistas.

Todo pareció llegar a un punto crítico en junio de 1950, cuando Corea del Norte, un aliado de China y la Unión Soviética, invadió Corea del Sur y las fuerzas estadounidenses se apresuraron a defender a Corea del Sur bajo la bandera de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Después de que las fuerzas de la ONU retrasaran el ataque de Corea del Norte, las tropas chinas entraron en la guerra el 25 de noviembre de 1950 y obligaron a los aliados a retroceder. El comandante estadounidense, general Douglas MacArthur, quería responder atacando a China con armas nucleares tácticas. “He luchado por la paz durante cinco años y seis meses”, escribió consternado el presidente Harry S. Truman en su diario el 9 de diciembre de 1950, “y parece que la Tercera Guerra Mundial está aquí”.

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Hoy, que todos temen que haya una guerra nuclear como resultado de otra invasión no provocada (esta vez en Ucrania), vale la pena recordar cómo se evitó lo peor hace más de 70 años. Truman hizo caso omiso de los extremistas tanto de izquierda como de derecha. Algunos (como Henry Wallace, quien se desempeñó como vicepresidente bajo el mandato de Franklin D. Roosevelt) abogaron por un acuerdo con los soviéticos; otros (incluidos muchos generales de alto rango de la Fuerza Aérea) abogaron por una guerra preventiva contra la URSS o una guerra más amplia con China.

Truman eligió prudentemente un camino intermedio al adoptar una política de contención diseñada para detener la expansión del comunismo sin arriesgarse a tener un conflicto directo con Moscú. Respondió al bloqueo soviético de Berlín Occidental en 1948 no enviando fuerzas terrestres estadounidenses para abrirse paso hasta la ciudad asediada, sino enviando aviones de carga estadounidenses para mantenerla con vida. La piedra angular de su estrategia fue forjar alianzas con naciones afines, incluidos sus exenemigos Italia, Alemania Occidental y Japón. El multilateralismo estadounidense produjo tanto el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) en 1947 como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1949, los pilares económicos y militares del orden mundial liderado por Estados Unidos. A esto le siguió la firma de tratados de defensa con Japón (1951) y Corea del Sur (1953) para extender la seguridad colectiva a Asia Oriental.

Ese orden mundial ahora enfrenta un desafío sin precedentes por parte de Rusia. Si el presidente ruso, Vladimir Putin, logra salirse con la suya con su agresión en contra de Ucrania, el derecho internacional dará paso a la ley del más fuerte. Es de vital importancia derrotar a Rusia para enviar un mensaje de que la agresión no es rentable, y al mismo tiempo gestionar las amenazas planteadas por China, Irán y Corea del Norte.

Eso sería un desafío monumental para cualquier presidente. Pero Joe Biden, a pesar de todos sus defectos y debilidades, está a la altura de la tarea de una manera que recuerda a Truman, otro presidente que fue subestimado. Muchos detalles difieren, por supuesto, pero es sorprendente cuánto el enfoque general de Biden se hace eco del de Truman y su sucesor Dwight D. Eisenhower, quienes respondieron a un mundo en crisis como el nuestro construyendo y manteniendo alianzas con países de ideas afines para contener a los agresores autoritarios sin arriesgarse a la Tercera Guerra Mundial.

Biden ha hecho un trabajo particularmente impresionante al organizar una coalición internacional para sancionar a Rusia y apoyar a Ucrania, y mantener esa alianza unida frente a los intentos de Putin de utilizar la energía rusa como arma económica para llevar a Europa y Estados Unidos a una recesión. Biden sabiamente ha evitado propuestas provocativas, como imponer una zona de “exclusión aérea” sobre Ucrania, mientras continúa proporcionando a los ucranianos la mayoría de las armas que necesitan para defenderse. Al igual que Truman, está encontrando un camino intermedio para evitar un conflicto directo entre superpotencias mientras contiene el expansionismo del Kremlin. Es posible que pronto tenga que enfrentar, como lo hicieron Truman y luego Eisenhower en Corea, la difícil tarea de ponerle fin a una guerra en la que un aliado de Estados Unidos podría no ser capaz de obtener una victoria completa. (Lo que significa, en este caso, un regreso a las fronteras de Ucrania de 2014).

Mientras contiene a Rusia, Biden ha estado ampliando los vínculos entre los aliados de Estados Unidos en Asia y Europa; uno de los acontecimientos menos apreciados del año fue que los líderes de Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda y Australia asistieron a la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en España. Esto es parte de un proyecto estadounidense más grande para unir a las naciones asiáticas e incluso europeas para disuadir a China de iniciar una guerra por Taiwán, algo que casi sucedió durante las crisis de Quemoy y Matsu en la década de 1950. Biden ha puesto énfasis en el diálogo Quad (Diálogo de Seguridad Cuadrilateral) entre Estados Unidos, India, Japón y Australia, así como en la alianza AUKUS (Australia-Estados Unidos-Reino Unido) para construir submarinos nucleares para Australia, manteniendo también líneas de comunicación con el presidente chino, Xi Jinping. Este es otro ejemplo de su punto medio: fortalecer la disuasión mientras evita la guerra.

La mayor deficiencia de Biden ha estado en la esfera económica: debido a que no está dispuesto a desafiar el sentimiento proteccionista en el Congreso, no volverá a unirse a la Asociación Transpacífica, un contrapeso económico vital para el bloque comercial dominado por China en Asia. Su Ley para la Reducción de la Inflación está distanciando a los aliados tanto en Europa como en Asia con sus disposiciones proteccionistas que brindan una ventaja a los fabricantes estadounidenses de vehículos eléctricos. Biden ignora la idea de Truman de que reducir las “medidas comerciales y financieras restrictivas en todo el mundo” conducirá a un “aumento progresivo de los niveles de vida” y “brindará nuestra mejor garantía de un futuro pacífico”.

Biden no tiene respuesta a los desafíos planteados por Irán y Corea del Norte, pero tampoco nadie más. Ambos países están compitiendo con armas de destrucción masiva mientras le dan la espalda a la diplomacia. Es posible que simplemente no haya ninguna “solución” inmediata, ya que la acción militar preventiva sería peligrosa y la acción encubierta probablemente sería ineficaz. (Truman descubrió por sí mismo los límites del poder cuando los esfuerzos de la inteligencia estadounidense para organizar redes de resistencia detrás de la Cortina de Hierro se convirtieron en fracasos costosos). Lo mejor que podemos esperar puede ser simplemente buscar una versión actualizada de contención, disuadiendo a estos Estados rebeldes de la agresión mientras esperamos que algún día, como la Unión Soviética, puedan colapsar por sus propias contradicciones.

Mientras tanto, Estados Unidos puede trabajar para fortalecer las alianzas regionales para abordar estas crecientes amenazas. Israel ya está trabajando en estrecha colaboración con Estados Unidos y los Estados sunitas para contrarrestar a Irán. Los Acuerdos de Abraham negociados durante la administración de Donald Trump ayudaron mucho, pero que Arabia Saudita se una a los Emiratos Árabes Unidos, Baréin y otros países árabes para reconocer a Israel sería un gran avance. En Asia, el desafío para la administración Biden es fomentar una mayor cooperación militar y de inteligencia entre Japón y Corea del Sur a pesar de sus diferencias históricas.

La buena noticia es que las crecientes amenazas al orden mundial están incitando a Estados Unidos y sus aliados a fortalecer sus defensas. El gasto europeo en defensa aumentó a más de 225,000 millones de dólares incluso antes de la invasión rusa de Ucrania, mientras que el gasto en defensa de Estados Unidos en 2023 ascenderá a 858,000 millones de dólares, 45,000 millones más de lo que Biden quería. (El presupuesto de defensa de Rusia es de aproximadamente 84,000 millones de dólares mientras que el de China es de 229,000 millones). Esto me recuerda al aumento masivo en el presupuesto de defensa de Estados Unidos después del estallido de la Guerra de Corea, revirtiendo la desmovilización posterior a 1945.

Lo más significativo, y sorprendente, es el aumento en el gasto de defensa en los otrora pacifistas Alemania y Japón. Los dos países, cuya transformación en aliados de Estados Unidos fue uno de los logros más visionarios de Truman, ahora se están rearmando para enfrentar las amenazas gemelas de China y Rusia. Ambos tienen como objetivo gastar al menos 2% del PIB en defensa, aunque Alemania se vaya a tardar más de lo previsto en lograr ese objetivo. El primer ministro japonés, Fumio Kishida, acaba de anunciar sus planes para duplicar el presupuesto de defensa a 312,000 millones de dólares en los próximos cinco años. Incluso está planeando comprar cientos de misiles Tomahawk para darle a Japón un golpe ofensivo del que ha carecido desde 1945. “Diciembre de 2022 está emergiendo como el mes más importante para el enfoque de seguridad nacional de Japón en tan solo una generación”, me dijo Rahm Emanuel, el embajador de Estados Unidos en Tokio.

Aquí la pregunta es si la concentración militar que estamos viendo podría llevar a naciones desde Corea del Sur hasta Arabia Saudita a adquirir sus propias armas nucleares para contrarrestar amenazas regionales como Corea del Norte e Irán. Uno de los logros anónimos del orden de la posguerra es limitar el club nuclear a solo nueve miembros, frente a los tres cuando Truman dejó el cargo, pero mucho menos de lo que algunos observadores esperaban en los comienzos de la era atómica. Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania demuestra lo que puede pasar si se renuncia a las armas nucleares (como lo hizo Kiev en 1994). Podría dar un gran impulso a la proliferación nuclear.

Que eso suceda dependerá, en gran medida, de cuánta confianza tengan los aliados de Estados Unidos en sus garantías de seguridad. Sus aliados no construirán armas nucleares si confían en este país para protegerlos, pero la presidencia de Trump sembró dudas sobre si sigue siendo un aliado confiable o no. La retirada de Biden de Afganistán solo exacerbó esas preocupaciones. El firme apoyo de Estados Unidos a Ucrania ha disipado algunas de esas preocupaciones, pero no todas.

La política de contención tuvo tanto éxito durante la Guerra Fría porque durante muchas décadas los presidentes de ambos partidos le dieron continuidad. La pregunta hoy es si se puede lograr un consenso bipartidista sobre política exterior. Eso parece existir en China, donde ambos partidos están compitiendo para ver quién es más agresivo, pero, cuando se trata de Rusia, ese consenso está en peligro por la creciente oposición republicana a la ayuda a Ucrania. Mucho dependerá de si el próximo presidente republicano (¿Ron DeSantis, tal vez?) ratifica el enfoque de Biden, como lo hizo Eisenhower con las políticas de Truman, o intenta deshacerlo, como lo hizo Donald Trump con las políticas del presidente Barack Obama.

El viejo orden mundial está muriendo y el nuevo está luchando por nacer. En la década de 2020, así como en la década de 1940, se está viendo una competencia entre las fuerzas del orden y el desorden para definir el sistema internacional y, una vez más, la política estadounidense bien podría determinar el resultado. La Guerra Fría habría tenido un resultado muy diferente, y menos feliz, si Estados Unidos no hubiera permanecido comprometido con sus alianzas con Europa Occidental, Japón y Corea del Sur. El mundo posterior a la guerra de Ucrania será un lugar más peligroso o menos peligroso dependiendo de las decisiones que se tomen ahora. El ejemplo de Truman debería recordarnos la importancia de fortalecer las instituciones y alianzas internacionales y evitar precipitarse a la guerra.

Si Biden puede lograr el equilibrio adecuado y dejar el mundo más seguro de lo que lo encontró, él también tiene la oportunidad de ser recordado con tanto cariño como el franco mercero de Missouri, que estaba orgulloso de haber “hecho todo lo posible”. Truman dejó el cargo con un índice de aprobación de 32% en medio de una guerra estancada en la península de Corea, pero ahora los historiadores lo califican como uno de los mejores presidentes de Estados Unidos.
 



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