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Los empresarios empiezan a huir de la mano dura de China


2023-01-20

Li Yuan | The New York Times

SINGAPUR — Se fueron después de que el gobierno puso límites al sector privado. Huyeron de una política estricta de “cero covid”. Buscaron refugios seguros para sus fortunas y sus familias.

Se mudaron a Singapur; Dubái, Emiratos Árabes Unidos; Malta; Londres; Tokio; y Nueva York, a cualquier lugar que no fuera su país natal de China, donde sentían que sus bienes y su seguridad personal estaban cada vez más a merced del gobierno autoritario.

En 2022, un año que demostró ser todo un reto para China, muchos empresarios chinos se trasladaron al extranjero, de manera temporal o permanente. Fueron parte de una ola de emigración que produjo una de las frases más populares del año en internet, “runxue”, que se traduce como “huir de China”.

Estas personas, que representan una pieza relevante, aunque privilegiada, del rompecabezas económico de China, están sacando su riqueza y sus negocios de la nación cuando el crecimiento está en su punto más bajo en décadas.

Muchos de ellos siguen sintiendo los estragos de los últimos años, en los que el liderazgo chino reprimió a las empresas privadas más grandes del país, vilipendió a sus empresarios más celebrados, diezmó industrias enteras con normas arbitrarias y se rehusó a relajar sus políticas en torno a la COVID-19 cuando muchos negocios enfrentaban dificultades.

Aunque el tono y las políticas del gobierno se han vuelto más favorecedores para el sector privado en las últimas semanas, la clase empresarial —que ha perdido ingresos, fortunas y, sobre todo, confianza en el liderazgo— no se dejará convencer tan fácilmente.

Ahora que han vivido sin miedo en otros países, son reacios a volver a someterse a sí mismos y a sus compañías al yugo del Partido Comunista de China, según dijeron varios de ellos en conversaciones en Asia, Europa y Estados Unidos, al menos no hasta tener la certeza de que el Estado seguirá las mismas leyes que los ciudadanos.

“Cuando no puedes opinar sobre la manera en que un gobierno formula sus políticas, no tienes por qué quedarte ahí”, afirmó Aginny Wang, cofundador de una empresa emergente de operaciones bancarias con criptomonedas, Flashwire, quien se mudó de Pekín a Singapur en junio tras quedar atrapado en Shanghái por las normas de confinamiento de la COVID durante un viaje de negocios. “Hay muchos otros lugares donde hacer cosas”.

La opción de Singapur

Mientras buscaban un lugar al cual acudir, muchos miembros de la élite empresarial china se decidieron por Singapur.

En una pequeña oficina en el distrito comercial central de esa ciudad-Estado, J.C. Huo atendía llamadas telefónicas mientras les servía té a los visitantes en una bandeja de bambú.

Huo, fundador de Lotusia, una firma consultora que gestiona trámites de registro público de comercios y solicitudes de visado en Singapur, comentó que su lista de clientes chinos creció con rapidez en el transcurso del año pasado. Personas de las industrias chinas de educación, juegos, criptomonedas y tecnología financiera —todas afectadas por la mano dura del gobierno en los últimos años— han solicitado sus servicios.

Durante el periodo de confinamiento de Shanghái, sus líneas telefónicas “recibían llamadas sin parar”, relató. Los ricos, agregó, se dieron cuenta de que, sin importar cuánto dinero tuvieran, aun debían luchar para conseguir alimentos y víveres bajo las rígidas restricciones de la política “cero covid”.

Incluso en las últimas semanas, luego de que el gobierno chino dio la bienvenida con brazos abiertos al sector privado y Hong Kong prometió atraer al talento de la criptoindustria del territorio continental chino, Huo sigue atendiendo una solicitud tras otra.

“Los empresarios siguen siendo pesimistas”, señaló. “Mientras la gente siga preocupada por sus activos, seguirá registrando sus compañías y depositando su dinero en Singapur”.

Para esas personas, Singapur es buena opción porque unos tres millones, o tres cuartas partes, de sus habitantes son de origen chino, y muchos hablan mandarín. También les gusta su apertura a los negocios, su mentalidad global y, sobre todo, su respeto por el Estado de derecho.

En Occidente, habrá quienes resientan las limitaciones que Singapur impone a la libertad individual. Pero a la mayoría de los chinos les basta con que un gobierno respete el Estado de derecho y no cambie sus políticas por capricho.

“Singapur no va a atacar a una empresa o a una industria externa a su marco normativo”, sostuvo Chen Yong, fundador de Pionex, una casa de cambio de criptomonedas, que se mudó aquí desde Pekín en 2021. “Sus políticas tienen más continuidad”.

Chen y otras personas que conocí en Singapur comentaron que no tenían ninguna intención de mudarse a Hong Kong, pese a los intentos entusiastas que la ciudad ha emprendido en meses recientes para atraer a personas como ellos.

Durante décadas, Hong Kong fungió como el puerto seguro para los empresarios del territorio continental, debido a su autonomía de China. Eso se vino abajo en 2020, cuando Pekín promulgó una ley de seguridad nacional en el territorio, lo cual dio lugar a la detención de activistas, la incautación de bienes, el arresto de editores de periódicos, la reescritura de planes académicos y lo que muchos consideran el sacrificio de la independencia jurídica.

Chen se mudó a Singapur porque las operaciones bursátiles con criptomonedas, la industria en la que labora, están prohibidas en China. Algunos de sus desarrolladores se quedaron en el país, pero la mayoría de sus operaciones están fuera del territorio. Declaró que estar en Singapur le ayudó a pensar en términos más globales. Además, estaba escéptico de que Hong Kong fuera capaz de separar sus políticas de monedas digitales de las de Pekín.

El lado malo de Singapur para una empresa tecnológica

Los empresarios de Singapur admiten que este tiene sus limitaciones. Es pequeño y costoso, y las fuentes de talento son escasas. Es un buen lugar para disfrutar la vida, pero no es ideal para fundar, por ejemplo, una ambiciosa compañía tecnológica, según comentaron muchos de ellos. Algunos chinos ricos, relativamente jóvenes, que se han mudado a esta ciudad-Estado no encuentran mucho que hacer, más que beber grandes cantidades de Moutai, el licor chino.

Casi todos habrían preferido quedarse en China si las circunstancias hubieran sido distintas. Es un mercado colosal con muy buena infraestructura, la mejor cadena de suministro del mundo y una abundancia de programadores dispuestos a trabajar horas extras.

La mayoría aún tiene algunas operaciones comerciales ahí. Pero no van a regresar corriendo a invertir más y abrir nuevos negocios solo porque el gobierno los exhortó a hacerlo.

“Los emprendedores ya no se atreven a tomar riesgos”, manifestó Huo. “Tienen que pensarlo dos veces antes de hacer cualquier cosa, antes de poner en riesgo su seguridad”.
 



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