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Las parábolas del Reino en el Evangelio de San Mateo


2023-01-27

Por: P. Eugenio Martín Elío | LC

Creo que en la meditación de estas parábolas podemos encontrar no sólo una rica mina de inspiración y de análisis de cómo es nuestra relación con Jesús.

Jesucristo fue una persona sencilla, que desde niño tuvo contacto con las realidades simples de la gente del pueblo y las vivió con una sensibilidad especial. Las parábolas, de hecho, son relatos sobre los sucesos de la vida cotidiana que encierran una enseñanza profunda y espiritual. Durante su predicación, Cristo las usó para ilustrar situaciones humanas en un contexto concreto, pero adquieren un valor universal, capaz de iluminarnos para la acción de cada día en diversas circunstancias.

Todas las parábolas contienen una cristología indirecta, pues esconden y revelan al mismo tiempo el misterio de Dios y de su Reino. Jesús fue un gran pedagogo y un extraordinario comunicador. A través de estas breves narraciones nos da a conocer el carácter oculto de Dios en el mundo y nos pone en contacto con el mensaje central de su predicación: la llegada del Reino de Dios, que se identifica con su persona. Por eso, para iniciarse en el conocimiento de Dios se requiere de una “conversión”: aceptar y acoger el don que Dios nos hace a través de su Hijo Jesucristo.  Resume el número 546 del Catecismo de la Iglesia Católica:

“Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza (cf. Mc 4, 33-34). Por medio de ellas invita al banquete del Reino (cf. Mt 22, 1-14), pero exige también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo (cf. Mt 13, 44-45); las palabras no bastan, hacen falta obras (cf. Mt 21, 28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra (cf. Mt 13, 3-9)? ¿Qué hace con los talentos recibidos (cf. Mt 25, 14-30)? Jesús y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para "conocer los Misterios del Reino de los cielos" (Mt 13, 11). Para los que están "fuera" (Mc 4, 11), la enseñanza de las parábolas es algo enigmático (cf. Mt 13, 10-15)”.

En el versículo 3 del capítulo 13 de san Mateo, vemos cómo el evangelista usa el verbo griego “laléo”(declarar), en vez de “didáskalo” (enseñar), porque las parábolas nos hablan más de una revelación que de la enseñanza de un precepto. Así, usando un lenguaje simbólico, nos abre a la profundidad de verdades que se nos van desvelando progresivamente, como una cortina que se abre poco a poco. “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y en cambio se las querido revelar a los pequeños” (Mt. 11, 25). Cuando uno mantiene la actitud sencilla, abierta y curiosa de los niños, se cumple aquella profecía de Isaías, que recuerda el mismo Cristo un poco más adelante: “A vosotros se os ha concedido conocer estos misterios del Reino de los cielos” (Mt. 13, 11).

Como tema central de la predicación de Jesucristo a través de las parábolas resalta el tema del “Reino de los cielos”, como podemos leer en el capítulo 13 de san Mateo. La expresión “Reino de Dios” o “Reino de los cielos” se refiere a Dios mismo, de quien se evitaba pronunciar su nombre. Hace mención al reinado o soberanía de Dios que está por encima de todas las cosas. Desde el momento en que Dios se hizo hombre, Jesucristo es la personificación del Reino de Dios que se ha hecho concreto. Y ha quedado ligado al misterio pascual: el de su muerte y su resurrección.

El esquema del capítulo 13 de Mateo contiene siete parábolas, divididas en dos partes:

4 dirigidas al pueblo: el sembrador, el trigo y la cizaña, el grano de mostaza y la levadura. (v. 18-33)

3 dirigidas a los discípulos: el tesoro escondido, la perla preciosa y la red. (v. 36-52)

Estas parábolas ponen de manifiesto sobre todo la división de los corazones, dependiendo de la actitud interior con la que nos acercamos a Jesucristo y sus palabras. Están quienes se relacionan con Cristo desde la fe y le abren su entendimiento; y otros que mantienen su corazón cerrado. Porque la primera condición para conocer a Jesús y para que Él se nos pueda revelar, es entrar en intimidad con Él y acoger sus palabras en un contexto de intimidad.
    
El contenido esencial de las cuatro parábolas dirigidas al pueblo es éste:
    
Parábola del sembrador: el Reino de los cielos es anunciado a pesar de toda resistencia. Se parece a un sembrador que lanza la semilla y espera, a pesar de todo. Lo importante es la acción de anunciar, más que el resultado. Pero ¿somos capaces de perseverar en medio de las fatigas que nos exige nuestra colaboración con la extensión de su Reino?
    
Parábola del trigo y la cizaña: no existe un corazón o una comunidad totalmente puros. El maligno siembra la mala semilla, que va creciendo con la buena, pero al final prevalece la buena. La fe no será sofocada por el mal en el mundo; por eso el Reino suscita nuestra esperanza.
    
Parábola del grano de mostaza: la semilla que es arrojada contiene en sí misma la capacidad de crecer hasta alcanzar su madurez. A pesar de su pequeñez, el Reino crece de forma incontenible, acogiendo en sus “ramas” a las almas que se acercan como los pájaros.
    
Parábola de la levadura en la masa: la acción de la gracia, que construye el Reino, es como un soplo que atraviesa y fermenta nuestras acciones humanas. Es el poder transformante del Reino en la sociedad. Y parece interpelarnos en estos términos: ¿Realmente creemos en el poder transformante de nuestro testimonio de amor y alegría en medio de nuestra sociedad?
    
Contenido esencial de las tres parábolas dirigidas a los discípulos:
    
Parábola del tesoro escondido: el Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El mayor tesoro siempre es Jesús, por el que vale la pena cualquier sacrificio.
    
Parábola de la perla preciosa: El Reino de los cielos se parece a esa perla por la cual vale la pena venderlo todo. Pone de manifiesto el valor eminente del Reino, que nos lleva a venderlo todo con tal de alcanzarlo. Y nos provoca para analizar en dónde ponemos las aspiraciones y anhelos de nuestro corazón.
    
Parábola de la red: el Reino de los cielos se parece a una red que recoge todo tipo de peces. Cristo nos invita a seguirle y ser “pescadores de hombres. Dios nos da tiempo para convertirnos y se encargará al final de hacer la selección de los pescados buenos. ¿No vale la pena dejarnos atrapar en las redes de su amor?
    
Utilidad: ¿para qué nos pueden servir estas parábolas?:
    
Para hacer un discernimiento de los signos de los tiempos. No sólo nos ayudan a entender lo que hay en el corazón del ser humano, sino que como creyentes y apóstoles, nos dan criterios de juicio ante las situaciones que nos tocan vivir en la historia de la Iglesia y del mundo.
    
Nos sirven de consolación y fortaleza para perseverar en la extensión del Reino de Cristo, a pesar de la indiferencia, oposición o incluso persecución que tuviéramos que sufrir “por el Reino de los cielos” (Cfr Mt 5, 10).
    
Nos ayudan también para recuperar nuestra capacidad de contemplación y sorpresa ante la acción casi imperceptible de la gracia, en nuestra propia vida y en la historia de la humanidad.

Creo que en la meditación de estas parábolas podemos encontrar no sólo una rica mina de inspiración y de análisis de cómo es nuestra relación con Jesús, sino también un modo pedagógico y sencillo de presentar el Reino, a ejemplo de nuestro Maestro. Usando un lenguaje que todos podemos entender, nos introducen al misterio de Dios para que seamos dichosos y no nos suceda, como predijo el profeta Isaías: “Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque su corazón se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan y yo los cure” (Mt. 13, 14-15)



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