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Video de golpiza a Nichols evidencia brutalidad policial


2023-01-29

Por MATT SEDENSKY | AP

Los policías lucen despreocupados y no parecen actuar con urgencia cuando deambulan en esta tranquila esquina e intercambian anécdotas de batallas, un saludo con puños y una palmada en la espalda. El grupo de policías aumenta, pero al parecer todos coinciden en que no hay nada que ver ahí. Se atan las botas, se preocupan por sus anteojos y se quejan del dolor de rodillas, por lo que es posible que alguien no lo vea ahí entre la falange frente a él, entre los que sonríen y ríen a carcajadas y se irán a casa a salvo.

Viendo más allá de los hombres que golpearon, patearon, aturdieron, rociaron, arrastraron y ahora se encuentran parados con aparente indiferencia. Hay que bajar la mirada para encontrarse con el cuerpo desplomado. Las manos a la espalda, sin uno de sus zapatos, se retuerce con impotencia en el pavimento. Parece que dejó de gritar, ya no llama a su madre y su voz se ha debilitado tanto que es difícil comprender lo que dice.

“No puedes ir a ningún lado”, responde el policía agachado frente a él. “No puedes ir a ningún lado”.

En un desgarrador video de esa noche en Memphis, todos los ojos se centran en el caótico momento de brutalidad que precede la escena y que dejó a otro hombre negro muerto a manos de la policía. Pero junto con la agresión misma, el video revela otra insoportable realidad: Minuto tras minuto de indiferencia de los policías mientras Tyre Nichols yace gravemente herido, un comportamiento que parece confirmar cuán ordinario son este tipo de incidentes.

“Los policías que asesinaron a Tyre Nichols no son una aberración. No son un caso atípico”, tuiteó el crítico cultural Touré. “Es procedimiento policial normal, sólo que por lo general se salen con la suya”.

Los 67 minutos grabados de cámara corporal y video de vigilancia publicados en el caso muestran una imagen confusa y desordenada de la noche que llevó a la muerte de Nichols y a cargos de homicidio para cinco policías, también negros. Las imágenes a veces son oscuras y la historia está incompleta, pero el video también muestra una claridad impactante de lo ocurrido.

Comienza aproximadamente a las 8:24 de la noche del sábado 7 de enero. No se ve el motivo por el cual los policías detuvieron a Nichols, pero para ser la parada de tránsito rutinaria que afirman que fue, la escalada del conflicto parece ser inmediata e incomprensible.

Al menos tres agentes rodean el sedán azul de Nichols mientras es sacado del vehículo a la fuerza. Al menos uno de ellos se acerca apuntando con un arma de fuego. Se escucha a Nichols hablar por primera vez: “No hice nada”, y es empujado al suelo. Expresa conformidad al repetir “está bien” una y otra vez mientras los agentes gritan y maldicen.

“¡Paralízalo! ¡Paralízalo!”, grita un policía.

Ha sido sometido en el suelo, pero los policías siguen gritando que se acueste, una orden que parece confundir a Nichols que ya está acostado sobre su costado derecho. Aún así, responde tranquilamente con su voz ligeramente temblorosa mientras intenta calmarlos.

“Ustedes están haciendo mucho en este momento”, dice Nichols. “Yo sólo intento llegar a casa”.

Finalmente, Nichols parece inquietarse mientras los agentes siguen gritando que se acueste.

“¡Estoy en el suelo!”, responde a gritos, antes de repentinamente levantarse y liberarse.

Sólo ha pasado un minuto desde el momento en que los policías abrieron la puerta de su auto.

Alguien dispara una pistola paralizante cuando Nichols sale corriendo. Al menos dos policías lo persiguen, pero se rinden unos 15 segundos después. Otro policía jadea al pedir refuerzos por radio y regresa a la calle en donde está el auto de Nichols.

Aproximadamente ocho minutos después, llega la noticia de que el sospechoso fue detenido.

“Espero que le pateen el trasero”, dice un policía a otro. “Espero que le pateen el trasero”.

Ya son las 8:33 de la noche y los policías se han agrupado en la esquina de Castlegate y Bear Creek, aproximadamente a un kilómetro (media milla) de donde todo inició. La captura de Nichols se torna brutal a tal velocidad que es difícil comprender qué sucedió.

En el video de una cámara de seguridad colocada arriba, se ve a Nichols acostado en el piso. Dos policías lo someten mientras un tercero parece patearlo en la cabeza una vez y otra más.

“¡Mamá! ¡Mamá”, grita.

Le permiten sentarse sólo para que un policía use su garrote para golpearlo en la espalda. Se vuelve a tambalear y luego recibe una serie de golpes en el rostro y la cabeza. Lo rocían de gas pimienta.

Ahora parece que Nichols es incapaz de pararse. Policías lo detienen mientras recibe más golpes. Luego, después de unos cinco minutos de agresión, es arrastrado no lejos de ahí, su cuerpo débil apoyado contra un auto.

Son las 8:38 de la noche, 14 minutos después de la parada de tránsito inicial. No se puede ver su rostro, pero en fotos del hospital publicadas después se ve su nariz doblada en un ángulo antinatural y su cara ensangrentada y amoratada, casi irreconocible.

Los gemidos de Nichols han sido silenciados y la acción de la noche en gran parte ha acabado. A su paso queda el número cada vez mayor de policías que deambulan, charlan y, sobre todo, sólo están ahí parados con tal indiferencia que uno pensaría que no pasó nada. Los paramédicos llegan unos minutos después y, aún así, parece que nadie atiende a Nichols.

Estaba a uno o dos minutos de llegar a la casa que comparte con su madre, RowVaughn Wells. Las voces de los policías son captadas gritándole: “perra”, “bastardo” e insultos peores. Su mamá sabe la verdad. Tenía 29 años y estaba impregnado de la tranquilidad de California, trabajaba en FedEx, era fotógrafo aficionado, patinador y un hijo de mami “casi perfecto”. No consumía drogas, dijo Wells, no poseía armas de fuego. Había salido a tomar fotos del cielo y nunca regresó a casa.

La grabación continúa más de 20 minutos hasta que una ambulancia bloquea la toma. Pero no importa, de todos modos Wells no soporta verla.



JMRS


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