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La bendición demográfica
Beniamino Callegari y Per Espen Stoknes | Política Exterior El crecimiento poblacional no representa una grave amenaza para el desarrollo sostenible. De hecho, la población mundial puede alcanzar un pico mucho más bajo de lo previsto, y es el consumo del 10% más rico del mundo el que seguirá siendo el mayor obstáculo para un desarrollo humano generalizado. Una manera fácil de generar un largo y acalorado debate consiste en mencionar el tema de la población mundial. Son bien conocidos los apasionados argumentos que Thomas Malthus causó en el siglo diecinueve al advertir que, en ausencia de medidas de control demográfico, la población mundial crecería exponencialmente a un ritmo que superaría los avances en la agricultura y provocaría brotes recurrentes de hambruna y enfermedades. La industrialización ayudaría a posponer la crisis, pero no para siempre. Estos argumentos todavía estaban candentes en la década de 1960, cuando Paul y Anne Ehrlich añadieron combustible al fuego con su éxito de ventas La bomba demográfica (The Population Bomb). Sus temores eran razonables, si se consideran los datos expuestos. Para 1975, la población global se duplicó a 4 mil millones en menos de 50 años. Y se acaba de volver a duplicar: en noviembre pasado llegamos a ser 8 mil millones de seres humanos. Esto plantea la pregunta: ¿se volverá a duplicar la población hasta llegar a los 16 mil millones? La respuesta es un categórico “no”. De hecho, la población mundial ni siquiera se acercará a ese nivel, debido a un cambio de paradigma demográfico que ha estado ocurriendo en la última mitad de siglo. La tasa de crecimiento demográfico llegó a su auge en los años 60 del siglo XX y desde entonces ha ido cayendo a un ritmo constante. En todo el planeta, las mujeres están optando por tener menos hijos, y la tasa de fertilidad promedio global es hoy un poco menos de dos hijos por mujer. Por supuesto, esta cifra esconde grandes disparidades geográficas. La cantidad de hijos por mujer es inferior a dos en lugares como Alemania y Japón, pero es mucho más alta en la mayoría de los países de bajos ingresos, especialmente en los que existen Estados frágiles. Aun así, la Organización de las Naciones Unidas estima que la población mundial podría alcanzar entre 10 y 11 mil millones en el siglo actual, antes de comenzar a reducirse lentamente. Sigue siendo una enorme cantidad de bocas que alimentar, pero no se aproxima a los 16 mil millones. Más aun, nuestro propio análisis en un nuevo informe titulado People and Planet: 21st Century Sustainable Population Scenarios and Possible Living Standards Within Planetary Boundaries (La gente y el planeta: Escenarios demográficos sostenibles para el siglo XXI y posibles estándares de vida dentro de los límites planetarios), producido para la Fundación Desafíos Globales de Estocolmo, concluye que para mediados de este siglo la población global podría alcanzar un nivel máximo mucho menor, cerca de 9 mil millones. Y si el mundo invierte más en desarrollo económico, educación y salud, la población global podría reducirse a niveles en los cuales cada habitante de la Tierra tenga acceso sostenible a energía limpia, techo, alimentación y agua. La bomba se habrá desactivado, permitiendo que todos y cada uno tengamos una buena vida dentro de los límites del planeta. Eso debería ser motivo de celebración. Nuestras proyecciones proceden de un nuevo modelo de dinámica de sistemas llamado Earth4All, que permite explorar dos escenarios económicos y de población en este siglo. En el primer escenario, la economía mundial sigue un camino similar al de los últimos 50 años, muchos de los países más pobres acaban saliendo de la extrema pobreza y la población global llega a su máximo de 8,8 mil millones a mediados de siglo antes de bajar a 7,3 mil millones en 2100. En el segundo escenario, que llamamos el “Salto Gigante”, la población global alcanza un máximo de 8,5 mil millones alrededor de 2040 y baja a apenas 6 mil millones para finales de siglo. Para ello se requeriría inversiones sin precedentes en alivio a la pobreza y capital humano, junto con giros radicales en las políticas alimentarias y de seguridad energética, desigualdad y equidad de género. En este futuro potencial, la extrema pobreza se eliminaría dentro de una generación (para 2060), con un marcado impacto sobre las tendencias poblacionales. Las proyecciones demográficas tradicionales suelen tener dificultades a la hora de conectar el crecimiento de la población con el desarrollo económico. Y, sin embargo, sabemos que el rápido crecimiento económico en países de bajos ingresos tiene un enorme impacto en las tasas de fertilidad., las que bajan cuando las niñas tienen acceso a la educación y las mujeres se vuelven más empoderadas en lo económico mediante el acceso a empleos remunerados, una mejor atención de salud y métodos de planificación familiar. Cuando incorporamos estos factores a nuestras proyecciones, el crecimiento demográfico se ralentizó notablemente. Pero nuestros hallazgos vinieron con una gran advertencia: para lograr el Gran Salto, los gobiernos de los países de bajos ingresos deben comprometerse de lleno a impulsar el desarrollo económico sustentado en grandes inversiones en educación, en vez de buscar un crecimiento puramente impulsados por la extracción de recursos naturales. Es más, no basta con desactivar la bomba demográfica para reducir el riesgo de un colapso civilizacional. Cuando investigamos el vínculo entre población y límites planetarios, encontramos que —contrariamente al mito popular— el tamaño de la población no es la principal razón de que la humanidad esté tensionando esos límites (lo que refleja en problemas como el cambio climático). En lugar de ello, el factor principal es el consumo por parte del 10% más rico, una cohorte que posee una huella material extremadamente grande. El gran problema de la humanidad no es la población, sino el consumo de carbono para fines considerados suntuarios y la desaparición de la biósfera. En los lugares donde la población está creciendo con mayor rapidez, esta tiene huellas ambientales extremadamente pequeñas en comparación con los países que alcanzaron sus máximos de población hace ya varias décadas. Si los recursos se distribuyesen con más justicia, la población global actual ya estaría disfrutando de condiciones superiores al nivel mínimo fijado por la ONU, y sin necesidad de cambios importantes en las tendencias de desarrollo. People and Planet ofrece una perspectiva esperanzadora sobre la población global. Nuestros hallazgos cuestionan la confusión común de que el crecimiento demográfico es la causa principal de la sobreexigencia que sufren los límites del planeta. En realidad, son los más ricos del mundo quienes nos están empujando al precipicio. Mediante el cambio económico sistémico, todavía podríamos ofrecer una buena vida para todos dentro de los límites planetarios. Nuestra esperanza es que nuestro informe lleve a quienes se encargan de diseñar e implementar políticas a reevaluar el impacto de los patrones de consumo, priorizando una distribución equitativa por encima del crecimiento económico en sí mismo. aranza |
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