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Las políticas rosas no merman la extrema violencia de género en el Estado de México
Carmen Morán Breña | El País El Canal de la Compañía discurre por el Estado de México libre o bajo cemento, según los tramos. Su pésima fama no se debe solo al olor de aguas negras que esparce por el aire mientras los escolares vuelven a casa, ni a los desbordamientos del pasado que inundaron la zona de Chalco. De ese cauce se han sacado cadáveres de mujeres, allí las tiraban y allí las tiran aún. Hay cruces para recordarlo. El Estado de México es una de las regiones con mayores tasas de violencia de género en el país. En cifras totales, la entidad siempre figura a la cabeza de las estadísticas en feminicidios, alrededor de 40 en lo que va de año. Cuando se calcula por cada 100,000 mujeres, ya se sitúa en puestos intermedios de la tabla de los 32 Estados. Pero es indudable que de las 10 asesinadas al día como promedio en todo el país, esta entidad aporta cifras indeseables. Dos mujeres compiten estos días para gobernar el Estado, Alejandra del Moral, la candidata del PRI, PAN y PRD, y Delfina Gómez, por Morena, favorita en las encuestas. El 4 de junio, la ciudadanía decidirá quién se encarga del territorio emblemático del priismo, cuna de presidentes y foco de violencias de toda clase. Es la periferia de la capital de la República y también tiene sus propios extrarradios de miseria. Algunos de los últimos casos más sonados de violencia de género en el país remiten al Estado de México. Frente al Ayuntamiento de Nezahualcóyotl, uno de los municipios más populosos de la entidad, una manta cuelga en los jardines, en la que se recuerda que, después de muchos años, por fin se hizo justicia en el caso de Mariana Lima, asesinada por su marido, el expolicía Julio César Hernández. Este marzo, le sentenciaron a 70 años, pero hacía 13 que la madre de la víctima, doña Irinea Buendía, llevaba peleando en tribunales. La justicia, cuando ocurre, es tardada. Casi una década le ha costado a Carmen Sánchez, una mujer atacada con ácido, que su agresor sea condenado a 46 años. Otra sentencia histórica, en un Estado, como en la mayoría, donde la impunidad alcanza el 95%. En los últimos días, otro proceso ha saltado con fuerza hasta la opinión pública: el de Roxana Ruiz, que mató a su violador en defensa propia. Fue sentenciada a seis años por ello, pero la Fiscalía se ha retirado, finalmente, y la mujer ha sido absuelta. El presidente Andrés Manuel López Obrador se mostró favorable al indulto. “La Fiscalía dice ‘yo saqué a Roxana de la cárcel’. El presidente habla de indulto. Pues no, ¡fuimos nosotras!”, se indigna Elsa Arista, miembro de la asamblea vecinal Nos queremos vivas Neza. Se refiere a los esfuerzos de la organización y de los abogados voluntarios que han llevado este caso para que la joven esté en libertad. Arista, que estudió historia, ha sido maestra y ahora trabaja en una cooperativa de café, desconfía de los políticos porque su trayectoria como activista contra la violencia de género no le deja otra opción. No se han reunido con las candidatas porque cree que, en época de campaña electoral, utilizan a las organizaciones para hacer ver a la población que están resolviendo sus reclamos. El sueño de Arista es “contar con un refugio para mujeres que son golpeadas y no tienen dónde ir”. Los gobernadores anteriores, dice, “puros hombres, han dejado todos los proyectos inacabados”. Ahora ya no será un gobernador, sino una gobernadora. ¿Cambiarán las cosas? “Para nuestra asamblea sería terrible que ganara Ale del Moral porque, desde hace meses, la gente del PRI nos está golpeando con que estamos subsidiadas y no sé cuántas cosas más. El PRI y Antorcha Campesina son poderes fácticos y haber ganado el caso de Roxana Ruiz les ha molestado, porque el agresor tiene vínculos con esa organización”, asegura Arista. ¿Delfina Gómez, entonces? “No es que me guste tanto, pero habla de reestructurar los poderes judiciales, que están corrompidos. Ojalá y lo hicieran, porque parece que va a ganar. No tengo mucha fe, pero por lo menos creo que no nos criminalizarán”, opina. En esta organización saben, porque acompañan a las víctimas en sus procesos, que estos asuntos se atascan en la Fiscalía y los juzgados. “Se necesita prevención y justicia, porque hay servidores públicos, médicos, jueces, que están violando los derechos humanos de las víctimas de violencia de género todos los días, por acción u omisión”, dice Arista. A pesar de que las desapariciones y los feminicidios están a la orden del día en las ciudades más habitadas del Estado, como Nezahualcóyotl o Ecatepec, no ha sido un asunto en el que las candidatas hayan abundado en esta campaña. Sus propuestas son vagas sobre el papel y en los debates televisados. En respuesta a este periódico, Gómez ha explicado algunas de sus propuestas, que mezclan las nuevas tecnologías y la coordinación de los equipos para ubicar y atender cuanto antes a las víctimas, así como campañas permanentes de valores y cultura de paz y capacitación en perspectiva de género para quienes tengan que enfrentar estos casos. La candidata morenista se compromete a que en no más de 20 minutos, la “célula violeta”, con todos sus actores, rescate y atienda a las mujeres víctimas. Y una promesa: que quienes sean sentenciados por violencia de género o sexual, así como deudores de la pensión alimentaria no podrán ejercer cargos públicos. Al otro lado del cuadrilátero, Del Moral dice haberse tomado este asunto de los feminicidios de modo personal y sus promesas son ambiciosas incluso para tiempos electorales. Su programa asegura que no habrá un solo delitocontra las mujeres sin castigo y que “todos los feminicidios serán resueltos. Será un tema personal”, afirma en respuesta a este periódico. La policía de género contará con 10,000 agentes si ella gana, afirma. Habrá botones de pánico y aplicaciones para el celular entre otras tecnologías contra el delito. “Yo personalmente estaré pendiente de los casos que se reporten”, ha afirmado. “Que haya una mujer gobernadora no es garantía de nada, lo importante es que se comprometan a trabajar con las comunidades, con las organizaciones expertas y que no minimicen el problema, que es muy grave”, empieza María de la Luz Estrada, directora del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio en México (OCNF). “No hay nuevas propuestas por parte de los candidatos, ya no les queda mucho por decir, porque la violencia no baja, repiten programas violetas, publicidad rosa, pero todo eso no ha demostrado su eficacia. La autoridad está planteando las mismas recetas para problemas que se han vuelto muy complejos”. Señala Estrada los altos índices de criminalidad en el Estado de México, “las autoridades involucradas, la impunidad. Ni se les da protección a las mujeres. Se tienen las herramientas, los protocolos, los marcos legales, pero no se implementan, no hay prevención, y seguimos luchando para que se evalúen los resultados de los programas que se han puesto en marcha”, resume. Que las candidatas no hablen de ello demuestra que carecen de armas para combatirlo”, según Estrada. En el Estado de México, la cantidad de población en situación de pobreza o pobreza extrema supera en más de 10 puntos porcentuales a la de Ciudad de México, donde muchos de ellos acuden a trabajar cada día, a vender o pedir limosna. Prácticamente la mitad de la población, más de ocho millones de personas, presenta carencias básicas, según los datos del Consejo Nacional de Evaluación y Desarrollo Social (Coneval). Se precisa mucho trabajo con la ciudadanía, dice Arista. “Necesitamos que en esos barrios los vecinos nos apoyen y no podemos llegar ahí con discursos feministas. Si los magistrados no tienen ni idea de feminismo, imagine los más pobres de esas zonas”, explica. En la entidad hay muchas cosas rosas, policía rosa, tarjetas rosa de ayuda, carteles con letras moradas, todo eso remite a políticas de género, pero los derechos de las mujeres no acaban de llegar. No hay muchos carteles electorales por las calles de Nezahualcóyotl, en algunos se ve a Del Moral, que se presenta como “gobernadora valiente”, y en otros a Delfina Gómez, que aboga “por el cambio”. Sus promesas electorales no convencen a Elsa Arista. “Este Estado tiene declaradas dos alertas, una por violencia de género y otra por desapariciones, pero no se ha solucionado nada. En el asunto de acceso a la justicia estamos a años luz de la Ciudad de México. Allí te ponen psicólogos, trabajadores sociales, te tramitan la pensión alimenticia y las medidas de protección, y todo en cinco horas. Aquí hay filas de mujeres a las que nunca las atienden, las mandan de un lugar a otro, ¿quién va a emprender un proceso así?”, dice la activista. “En el Edomex la gente ya llega a los juzgados sabiendo que tiene que lidiar con la corrupción”, asegura. La pobreza es el factor que menciona Arista constantemente. Cuenta casos como el de Ana, una joven que murió quemada en su casa de cartón. “El agresor quería tomar el cuerpo de Ana y el papá se lo impedía, así que quemó la casa. Ella ni siquiera estaba registrada. Así es el cinturón de la pobreza, no van a la escuela, no están registrados, ¿cómo van a conocerse estos casos?”. Eso revela una mayor gravedad a las cifras que ya aportan las estadísticas. “Y las autoridades están coludidas, nosotras no hablamos mucho del tema porque nos da miedo, pero este Estado está en la ruta de la trata, son periferias de mucha miseria. Todas podemos ser víctimas de feminicidios, pero el cinturón de la pobreza concentra los casos de desaparición y crímenes, porque la pobreza también lleva al crimen organizado”, añade. Será difícil resolver este asunto en el Estado más poblado de la República, donde ponen sus ojos todos los partidos, porque es un granero de votos como ninguno y por la alta influencia en la política que siempre se le ha atribuido. En esta ocasión, una cosa sí va a cambiar, habrá una mujer por primera vez en la gubernatura, y puede que, por primera vez también, millones de personas conozcan algo en sus vidas que no es el PRI, pero todo eso está por ver. Y las consecuencias de uno y otro cambio aún no pueden atisbarse. Nadie es optimista. Pasará tiempo antes de que las aguas del canal dejen de bajar negras. aranza |
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