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Los espacios de trabajo compartidos son la razón por la que los empleados corporativos que trabajan a distancia se divierten más


2023-06-01

Roy Furchgott | The New York Times

Antes de la pandemia de coronavirus, Andrew Slaughter iniciaba su jornada laboral batallando con el tráfico matutino —por lo general de entre 15 y 40 minutos— de camino a la oficina de LabCorp en el Área Estadística Metropolitana Combinada de Raleigh-Durham-Cary, conocida como El Triángulo, en Carolina del Norte, donde como gerente de propuestas, descifraba los costos de servicio del laboratorio derivados de los ensayos clínicos.

Durante la pandemia, Slaughter trabajó desde casa, pero estaba ansioso de regresar a la oficina, y con justa razón: su esposa dirige una pequeña escuela preescolar en su casa, con un promedio de 10 niños jugueteando en el arenero, parloteando a la hora del almuerzo y cantando canciones infantiles diariamente.

“Puede llegar a ser una ligera distracción”, dijo Slaughter, quien se recluía en un pequeño escritorio en su habitación. “No podía ir a ningún otro lugar en la casa”.

Cuando LabCorp les dijo a sus empleados que regresarían a la oficina, Slaughter se enteró de que no tendría una oficina a la cual regresar, su puesto se había vuelto “completamente remoto”. Al igual que muchas otras empresas, LabCorp redujo su espacio de oficinas, ya que descubrió que sus empleados eran igual de productivos —y a veces más felices— cuando trabajaban desde casa.

Deseoso de escapar del caos diurno de su hogar, Slaughter halló la solución en un espacio de trabajo compartido. El concepto no era nuevo: estos espacios ya eran populares como maneras poco costosas de rentar oficinas al dividir los gastos para bocadillos, equipos de oficina y conexiones a internet de tipo industrial. Pero cuando la pandemia produjo más trabajadores a distancia, los espacios compartidos de trabajo encontraron un mercado pequeño, pero cada vez mayor, entre los empleados desplazados como Slaughter que anhelan una oficina animada alejada de las distracciones del refrigerador, el sofá, la televisión y los estudiantes de preescolar cantando “A la víbora de la mar”.

Slaughter eligió una propiedad llamada The American Underground, que se ubica dentro de lo que solía ser un banco, en la calle principal del centro de Durham. The American Underground no solo ofrece comodidades de oficina, sino también actividades sociales como noches de Bingo, horas felices, y una barra de bocadillos y café. (Paga 150 dólares al mes por el espacio). Pero para Slaughter, lo mejor de todo fue el cambio en su traslado al trabajo.

“En lugar de conducir al área metropolitana, puedo llegar aquí en bicicleta”, relató Slaughter.

Aunque existen bastantes investigaciones sobre los espacios compartidos de trabajo, la mayoría se enfoca en los emprendedores, que por lo general han sido sus principales clientes. Pero cuando Travis Howell, profesor adjunto de Estrategia y Emprendimiento en la Universidad de California, campus Irvine, empezó a realizar entrevistas en The American Underground con la intención de estudiar a esos emprendedores, más bien se encontró con empleados corporativos refugiados.

“Al principio me molestó”, reconoció. “Los excluí de mi investigación porque no buscaba esos perfiles, pero luego me di cuenta de que esto se está volviendo una tendencia”.

Howell optó por centrar su investigación en esos trabajadores, que han aumentado hasta representar el 16 por ciento de los ocupantes de The American Underground, afirmó. (Otras organizaciones de espacios de trabajo compartidos, como Regus y Expansive, han reportado cifras similares).

Aunque su investigación sigue en curso, tal parece que a los emprendedores y los trabajadores corporativos desplazados les gustan los espacios compartidos de trabajo por motivos distintos, pero que coinciden.

Los emprendedores y las empresas emergentes aprecian que estos espacios ofrecen contratos de arrendamiento a corto plazo, que la estética del lugar otorga una apariencia de legitimidad y que pueden recurrir a personas de otras empresas para pedirles consejos. Pero los empleados corporativos ya tienen esos beneficios con sus empresas y, en el caso de los consejos, sus colegas. Lo que les hace falta a los trabajadores desplazados es una comunidad. “Podrían trabajar desde casa”, señaló Howell. “Pero la razón por la que se reúnen voluntariamente en los espacios compartidos de trabajo es la gente”.

Puede ser complicado definir con precisión lo que constituye una comunidad. En una corporación, las personas están vinculadas por un departamento, un proyecto o un jefe (a veces por una hostilidad compartida). La naturaleza aleatoria de los espacios de trabajo compartidos da lugar a la “selección autónoma”, que a menudo influye en la cultura de una sede en particular.

Por ejemplo, la sucursal de Industrious en Prospect Heights, Brooklyn, se ha vuelto muy atractiva para los padres jóvenes. (La empresa tiene más de 160 sucursales en más de 65 ciudades a nivel internacional). Las personas congenian por temas relacionados con sus hijos, indicó Jamie Hodari, cofundador de Industrious, así como por lo que él llama “afinidades no laborales”, como ser dueños de perros o jugar boliche.

Algunos espacios de trabajo compartidos se dedican a grupos específicos, como Hera Hub, una operación con siete oficinas compartidas dedicadas a mujeres emprendedoras, y Blackbird House, un espacio en Culver City, California, exclusivo para mujeres de color, que está considerando ampliarse a seis ciudades más.

Blackbird House, el espacio físico donde se ubica una organización llamada Blackbird Collective, que se inauguró en 2019, encontró un nicho rentable como sede para oradores destacados como Kamala Harris, Stacey Abrams y Alfre Woodard. “No es poca cosa estar entre un grupo de colegas que entienden la experiencia de estar en salas donde nadie tiene una apariencia similar a la tuya”, comentó Bridgid Coulter Cheadle, fundadora de la empresa. Blackbird House sufrió durante la pandemia, agregó, pero recuperó su rentabilidad operativa cuando reanudó sus actividades. “Ahora estamos viendo cómo escalar esto”.

Lo que algunos disfrutan más de la comunidad que se forma en estos espacios compartidos es que pueden ignorarla. Jonathon Newby, diseñador principal de producto para Zendesk Labs, con sede en San Francisco, bien podría trabajar desde casa en el desarrollo de software que conecta a empresas con sus clientes. No hay nadie en su casa durante el día y su única distracción son el ligero ruido de la calle y su perro.

“Soy bastante hogareño”, confesó Newby, “pero todo en exceso hace daño”. Así que va con frecuencia a la sucursal de Industrious en Indianápolis, aunque asegura que no interactúa con los otros trabajadores, no se sabe el nombre de nadie y de ninguna manera asiste a las fiestas de pizza. Sin embargo, su creatividad se estimula con la actividad de los trabajadores a su alrededor. “Es lindo estar en su presencia, aunque no los conozca”, concluyó. “Es la vibra”.
 



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